domingo, 25 de septiembre de 2011

VERBA MANENT

Para glosar nuestra desconfianza frente a la promesa verbal del prójimo, sobre todo cuando hay en juego intereses materiales, solemos objetar que las palabras vuelan, que se las lleva el viento, que se olvidan; e inmediatamente sugerimos a la otra parte que el acuerdo quede expreso como especie de contrato, sellado y firmado por escrito, de modo que luego no demos lugar a desavenencias en cuanto al fondo o la forma. "Verba volant, scripta manent", así arguyó un senador romano y así permaneció en la memoria de las personas de cultura hasta no hace tanto, hasta que el uso de latines y latinajos dejó de admitirse como modelo de cultura.
Durante los últimos veinte años he escrito algunos discursos cuyo objetivo inmediato fue pronunciarlos, en vivo y en directo, ante un aforo tan escaso como variopinto, textos que nacían del encargo amistoso o de cualquier otra excusa para morir desangrados en el mismo instante de decirlos, devorados por el viento del olvido. En el mismo saco, y ello pese a que alcanzaron el dudoso mérito de la impresión en letra de molde y papel, introduzco también algunos artículos periodísticos y otras colaboraciones más o menos literarias que, sin saber cómo ni por qué, se me fueron de las manos y se hicieron sitio en libros multitudinarios y en revistas de vario linaje, libros y revistas en cuya promiscuidad de páginas han de seguir aún esas reliquias efímeras. Ahora, al padre que las dejó ir y que no se acordó de reunirlas para hablarles de su sangre común, se le ha ocurrido ir en su busca y restaurarlas, aunque tal vez ya sea tarde para encontrarlas a todas.
Por cierto, el blog se inauguró ayer y lo he bautizado Verba manent.

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