domingo, 27 de marzo de 2011

VAMPIROS DE GUANTE BLANCO

En una época sin genios,
la mediocridad se las ingenia.

Esa frase (sentencia, intuición, aforismo, lo-que-sea...) la enhebré hace un montón de primaveras, y luego la di a imprimir en una página de mi primer libro, camuflada entre un decálogo de paridas de la misma parentela. El caso es que de vez en cuando -últimamente con mayor frecuencia- las circunstancias me obligan a repetírmela, o incluso a citarla con un pudor inexplicable, como si su verdad se hubiera instalado poco a poco en nuestro mundo y hubiera echado raíces definitivas. Pero hoy, no sé por qué, me apetece abrirla a un nuevo giro que mi inocencia de aquel tiempo nunca hubiera sospechado:

En una época sin genios, la mediocridad se las ingenia. Y la mezquindad campa a sus anchas, relamiéndose la comisura de los labios.

miércoles, 23 de marzo de 2011

RELACIONES INTERMITENTES (10)

Inverosímilmente, el personaje ha burlado los márgenes de una página de Chéjov en la que había una habitación de hotel y un inquietante clavo oxidado en el techo, y ha paseado más de tres mil kilómetros y casi cuarenta años para sentarse a la mesa en un bar en el que verosímilmente disertaba el fantasma de Miguel Espinosa. Oídas sus cuitas, mientras el maestro ruso duerme la siesta antes de afrontar el desenlace de la historia, el autor murciano sentencia a su manera, con esa voz estentórea de griego resucitado:
-Mira, amigo Dimitri, no te aflijas, admite la verdad del suceso, por lo demás tan común a la generalidad de los mortales. Las cosas como son, no como quisieron ser. Tú te sabes frustrado porque te reconoces incapaz de poner remedio a tu destino, porque no acabas de coger las riendas. Llamo frustración a la certidumbre de que, quedándote por contar menos años de los que ya has contado, adviertes que el hombre que hoy eres no se parece en poco ni nada al hombre que soñaste ser. De ahí esa tortura, ese tormento que tu genuino autor ha calculado para ti y que te aguarda al doblar la página, esta misma noche o quizás mañana por la mañana, porque en efecto no hay ningún modo de remediar tu destino, esa alta palabra que nos vincula a los dioses.
Dimitri, cariacontecido -vocablo acorde con el gusto decimonónico de su traductor a nuestro idioma-, regresa al relato que le dio la vida.

lunes, 21 de marzo de 2011

SÍGUELA TÚ

Se me ocurrió de repente, en el fragor de una clase en que los adjetivos se confundían con patitas y los verbos con antenas, y prometí que lo anunciaría en mi blog por si alguien se animaba. A Kafka no le hubiera importado, creo. Lo prometido es deuda.

Cuando una mañana se despertó, después de un sueño intranquilo, Cristiano Ronaldo se encontró en su cama convertido en un espantoso insecto.
-¡Dios mío, qué me ha pasado, qué son esas patitas!
[...]

lunes, 7 de marzo de 2011

UN PRIVILEGIADO COMO YO

Soy funcionario, sí. Desde hace dieciséis años pertenezco al Cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria, y, como tal, he ejercido labor docente en ocho institutos públicos de la Región de Murcia, lo que significa, traducido a cifras sensibles, que hasta la fecha habré contribuido a formar por encima de 2000 alumnos.
Para ser el funcionario que soy y pertenecer a este colectivo tuve que esforzarme en un bachillerato menos descafeinado que el actual y superar una prueba que en aquel entonces merecía el nombre de Selectividad; tuve que afrontar con incertidumbres de becario un lustro completo de estudios en nuestra universidad pública, alquilando celdas por cantidades abusivas que nadie declaraba en ningún sitio; y tuve que preparar durante tres años más, bajo el sempiterno flexo de mis dudas existenciales, aquel concurso-oposición concebido para aplicar la ley de la criba, examen que felizmente aprobé compitiendo por siete plazas exactas con otro medio millar de licenciados tan voluntariosos como yo. Junto a la alegría de ver cumplido mi propósito, de repente me embargó una especie de terror: la conciencia de haber extraviado muchas horas de mi juventud medrando de la generosidad heroica de mis padres, nada menos que veintisiete años tratando de justificar para mí y para ellos la inversión más orgullosa de sus vidas.
Mientras tanto, mis colegas, los mismos que se pusieron a trabajar en cualquier negocio con la celeridad que les reclamaba la mayoría de edad y la poca o nula predisposición para culminar un ciclo de estudios superiores, ajenos a estos desvelos, cada fin de semana paseaban su automóvil por la puerta de la discoteca y esgrimían el argumento tentador de su cartera llena de billetes de color verde. Era lo justo: ellos trabajaban para su presente y yo estudiaba para mi futuro, y ya se sabe que si el futuro ostenta alguna virtud, esa es la paciencia. Salvo que cuando el tal futuro me alcanzó con una nómina de funcionario, esos mismos amigos u otros de perfil muy similar —patanes cuya hora de trabajo de albañilería no cualificada cotizaba más alto que una clase de idioma a domicilio— empezaron a recelar de la seguridad de mi sueldo fijo y de mis tardes aparentemente libres; e incluso me reprochaban, en la sobremesa de bodas, comuniones y bautizos, con la ternura diáfana que procura el alcohol a quienes desprecian cuanto ignoran, los infinitos meses vacacionales que nos regalamos los maestros de escuela.
De ahí que cuando el mandarín de turno eructa ante los medios el privilegio de ser un funcionario, a mí no me extrañe nada que el coro de abonados a la causa del agua y del ladrillo se adhiera a la indignación y no quiera ni sepa entender que, en el epicentro de esta crisis, un privilegiado como yo decida manifestarse junto a otros miles de privilegiados por la Gran Vía, esa prohibitiva calle de la ciudad. Incluso ha habido voceros que pretendían convencerme de que mi cabreo se compraba al precio miserable de esos 75 euros que ahora, dicen, reducen a la mitad, cuando lo cierto es que hay en juego cosas mucho más importantes, decisiones político-presupuestarias de las que nadie habla porque no interesa, no aquí, no ahora. Yo, que todavía no soy sospechoso de corporativismo les replicaría con palabras sencillas a quienes me escrutan como a bicho privilegiado que mis paseos vespertinos por la Gran Vía de Murcia para manifestar mi descontento no están motivados por mi pertenencia al colectivo de funcionarios, sino por el doble privilegio de ser padre de dos niños en edad escolar, dos niños a los que sé de buena tinta que les afectará el deterioro paulatino y el desprestigio institucional al que se viene sometiendo a la enseñanza pública de la Región.
Soy funcionario, sí; pero por encima de eso soy profesor, y cada día desde hace dieciséis años procuro enseñar a mis alumnos algo parecido a lo que a mí me enseñaron aquellos maestros sucesivos que nunca olvidaré, porque iluminaron mi camino para ayudarme a ser mejor de lo que era. Un pueblo que no comprende esta gratitud es un pueblo enfermo, sin alma. Y hay que estar muy ciego, si no algo peor, para no ver o al menos atisbar hacia qué modelo de sociedad conducen los últimos recortes en la educación regional, un área tan identificada con el servicio público, es decir, con el servicio al mismo ciudadano de a pie que luego sabrá quejarse de no ser bien atendido.
Pero lo más triste, lo que colma el vaso de mi escepticismo, es que quienes dicen representarme en estas lides, los cabecillas firmantes y los cabecillas no firmantes, los que antes sí pero ahora no y después quién sabe, o viceversa, apenas testimonian con sus actos y decires la desvergüenza de los intereses más primarios, los que probablemente alcanzan su verdad definitiva en el marco incomparable de un despacho bien alejado de las tizas y de los chicos y las chicas sobre los que se ensañará el mañana con el peso rotundo de la realidad que entre unos y otros les estamos forjando.

La Opinión de Murcia
martes 1 de marzo de 2011

lunes, 28 de febrero de 2011

SE PUEDE VIVIR SIN TODO

-Se puede vivir sin nada -dije, a modo de sentencia, en el transcurso de un café vespertino con un amigo poeta y músico, o con un poeta músico y amigo, o con un músico amigo y poeta.
Nos habíamos sentado en un enclave de nomenclatura irrepetible, casi mágica: frente a la fachada del Museo Ramón Gaya, en la terraza de la cafetería Aromas, a dos pasos de la plaza de Las Flores. El diálogo venía a cuento de un viaje mío a Marrakech, reciente, y de las carencias seculares de esos pueblos que, como el marroquí, viven inmersos en sus particulares crisis perpetuas; y de ahí derivó, casi sin transición, hacia dominios más íntimos: le hice notar que propiedades que alguna vez nos parecieron irrenunciables, por ejemplo ciertos libros o ciertos objetos próximos, de repente dejan de estar a nuestro lado y la ausencia nos acostumbra a prescindir, o nos enseña que son prescindibles. Mientras él se liaba su cigarrillo, yo pensaba en un poema de Borges que se titula Las cosas y concluye con este par de endecasílabos: "Durarán más allá de nuestro olvido. / No sabrán nunca que nos hemos ido". Pero entonces él, el amigo músico y poeta, o el poeta amigo y músico, o el músico poeta y amigo, antes de activar la mecha y acercarla al extremo de su manufactura, me corrigió sutilmente con su habitual clarividencia:
-¿Sin nada, dices? Se puede vivir sin todo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

23 DE TEJERO

Recuerdo que aquel 23 de febrero yo tenía catorce años recién cumplidos -menos de los que hoy alcanzan mis hijos-; que estaba jugando a la pelota en una calle de mi pueblo y que me enteré vagamente de lo que ocurría porque algún vecino se lo dijo a otro, al pasar. Recuerdo que aquellos niños siguieron jugando a la pelota, y recuerdo que esta misma tarde, hace apenas un rato, yo he vuelto a jugar a la pelota con mi hijo, aunque no haya sido en una calle de aquel pueblo ni yo sea el niño que recuerdo haber sido.
Solo quiero añadir que se me antoja que ha pasado una eternidad desde entonces.

viernes, 18 de febrero de 2011

NOTAS SIN PORVENIR

A menudo anoto cosas que se me ocurren en los momentos más insospechados, y luego, al tiempo, me las voy reencontrando con cierta sorpresa en viejas servilletas de bar, en papeles doblados entre dos páginas de un libro, en reversos de folletos publicitarios que perdieron vigencia, en una de las tantas libretas que inauguro con esa vaga voluntad de perseverancia que luego traiciono. Hoy hago limpieza de mis bolsillos:

Orégano, tomillo y eneldo (y no sé si albahaca). Patatas fritas cortadas a lo pobre, con cebolla a la juliana. Todo ello revuelto con queso.

"La verdad está en alguna parte entre el documental y la ficción" (Frank Capra).

¿Cómo ahorrar al repostar gasoil?
-Llenar por la mañana, temprano.
-Hacerlo sin que haya bajado de la mitad del depósito.
-Apretar la manguera muy flojito.

El paréntesis aclara; la raya interrumpe.

Descubrimiento inopinado de un poeta con el que, oh azares de luz, al fin conecto: José Emilio Pacheco.

¿Lo que importa de las cosas es que son, o el cómo sean?

Entre las múltiples formas que adopta el machismo, la más inquietante es la que se vuelve contra el macho.

Aquí contigo soy
como la nube lenta
que vence sobre el mundo
su presagio de pluma.

Ordenar, ordenar y volver a ordenar... Así ha sido desde que me recuerdo, así será (¿?).

La ignorancia del arte, su desprecio tácito, no es en modo alguno un acto inocente, y su efecto sobre el hombre futuro será decisivo, determinante...

La poesía y su ejercicio (y por extensión la literatura en su amplio registro) me ha servido para crearme la ilusión de no ser cómplice en esta madeja de hilos anodinos que todo lo envuelve, que todo lo engulle; me ha ayudado a mirarme en el espejo y, de vez en cuando, contemplarme con un volumen de dignidad humana que nunca supo darme el fútbol, por ejemplo, ni su estela de conversación inútil.

lunes, 31 de enero de 2011

FWD: INFORMACIÓN CONFIDENCIAL

Pedro,

debo hacerte una revelación que cambiará tu vida.

Sólo tú debes saberlo.

Es muy importante que ELLA no se entere.

Te espero en el 806.557.100.

Llámame cuanto antes, es muy urgente.

Un abrazo,

Araceli.


*Sólo pagarás el coste de la llamada: 1.18€/mn. si llamas desde un fijo o 1.54€/mn. si llamas desde un móvil.

sábado, 29 de enero de 2011

CUENTA DE CRÉDITO

-Ha debido de pasarme por encima todo este tiempo que el calendario cifra en décadas para comprender que la felicidad no sabe ni quiere hipotecarse, que no admite que la mercadeemos en cómodos plazos, que su plenitud solo puede adquirirse al vencimiento de este instante, aquí mismo y ahora mismo, pagándola a tocateja, arriesgando por ella los últimos ahorros y renunciando a los quiméricos planes de pensiones que a veces promete.
-¿Comprender? Han debido de transcurrir todos esos años para que tú encuentres las palabras que expresan lo que siempre habías intuido sin atreverte a formularlo por escrito. El camino de la comprensión comienza ahora.

viernes, 21 de enero de 2011

MI AUTOBIOGRAFÍA

"Cada cual debería escribir su vida, porque las palabras nos explican y, sin las palabras, el mundo no existe; además, cada palabra que uno escribe puede cambiar el curso de su vida, porque cada palabra desencadena la siguiente". Así se expresaba mi admirado José Saramago en un antiguo recorte de periódico, y si ahora reparo en él y en esa cita suya es para hermanarla, si se admite tal parentesco, con una de las experiencias más gratificantes que me ha procurado el ejercicio de la docencia.
Desde hace unos cuantos cursos, casi una década, ofrezco a mis alumnos más jóvenes, a los recién llegados al instituto, el proyecto de escritura individualizada de su "autobiografía", un trabajo distribuido en una veintena de capítulos, que se extiende a lo largo de seis o siete meses y que ellos elaboran y redactan según mis indicaciones específicas. De acuerdo con un calendario que fijamos en octubre, yo los oriento sobre cómo pueden enfocar cada tema, les comento cómo han de entrevistar a sus padres o a otros familiares, los asesoro sobre cómo han de acudir a fuentes externas para recabar la información precisa, o sobre cómo armarse de paciencia para ensayar un borrador que luego cobrará todo su sentido en la blancura del folio. Luego, por mayo, cuando hace la calor, estos escritores imberbes reúnen todos los capítulos (que ya fueron corregidos) y se unifican criterios de impresión (o de caligrafía, en su caso) y de presentación, y les hago encuadernar sencillamente al menos dos copias del resultado, esto es, de lo que ya será su "primer libro", el que ya luce portada original y páginas numeradas, el mismo que despliega una dedicatoria muy exclusiva.
He de añadir que, más allá de las bondades lingüísticas que la disciplina de la escritura comporta (desde la mejora de la ortografía a la adquisición de vocabulario), este proyecto les sirve a ellos para renegociar una identidad y para saberse protagonistas de su propio discurso, lo cual, qué duda cabe, estimula su interés y acrecienta su implicación en la tarea casi desde las primeras semanas. Y a mí, que fatigo cada capítulo con mi lupa correctora, me ha ayudado y me ayuda a conocerlos a ellos, a cada uno, como si al revisar sus entregas leyera en el libro abierto de sus inquietudes y desvelos, un libro que a menudo muestra la impudicia descarnada de su preadolescencia, un libro de ejemplar único que el futuro acariciará con los dedos de la nostalgia.
Contagiado por el latir cotidiano y sucesivo de cada grupo de alumnos, de cada curso escolar, yo también he sentido a veces la tentación de acompañarlos en la escritura, un deseo solidario de construir poco a poco la autobiografía que nunca escribí cuando tuve su edad, la que me permita reconciliar mi vida actual con las palabras que la escriben en el devenir de la memoria, porque, como advertía Saramago, es dudoso que el mundo exista sin la materia sustancial de esas palabras.
Esta mañana, saliendo de clase, ha vuelto a embargarme esa especie de querencia que nunca me he permitido, que siempre me he pospuesto, pero a cuyo embrujo no sé si acabaré cediendo: el tiempo de este blog dirá el resto.