jueves, 22 de febrero de 2018

Con el tiempo -que es, entre otras muchas cosas, el gran maestro de la perspectiva- uno aprende que los propósitos irrevocables también pueden revocarse, y que basta acostumbrar nuestros ojos a la nueva realidad para comprender y asumir la belleza trascendente del destino. Algunos lo llamarán resignación, pero su verdadero nombre -que rebosa gratitud y es leve como una pluma- es otro muy distinto,  y a cada mujer y a cada hombre le corresponde encontrarlo y pronunciarlo para sí mismo, para sí misma. Solo se sabe con el tiempo.

1 comentario:

Alejorro Rosa dijo...

En esas estamos, compay!!!! Serán los cincuenta... ...????? Un abrazo