-Porque eres mi amigo, lo que más me hiere en esta hora es que vayas a morir sin merecerlo, injustamente.
Esto es lo que se dice que le dijo Apolodoro a Sócrates, al poco de conocer la sentencia que lo condenaba.
Y el sabio Sócrates, el que solo sabía que no sabía nada -feliz antonomasia de la falsa modestia-, se dice que lo confundió dejándole caer una pregunta por respuesta:
-¿Preferirías, amigo mío, que me hubieran condenado a muerte por haberlo merecido?
Esto es lo que se dice que se dijeron. Pero a mí, proclive a marear el simbolismo de la anécdota, nunca me satisfizo que aquel griego no fuera un poco más lejos en su terrible indagación:
-Amigo mío, ¿acaso te sentirías mejor si, mereciéndolo, no me hubieran condenado?
jueves, 12 de febrero de 2015
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