“No se engañe
nadie, no,
pensando que ha de
durar
lo que espera
más que duró lo que
vio,
pues que todo ha de
pasar
por tal manera”.
Con esta sextilla manriqueña principié, en febrero
de 2006, la presentación de mi libro La sonrisa vertical. Una aproximación
crítica a la novela erótica española (1977-2002), título que se constituía
en secuela impresa, definitiva, de una tesis de doctorado perpetrada en su
mayor parte durante el verano de 2001.
En los años previos, prácticamente desde 1994, había
imperado la lectura errática de bibliografías, el miedo a redactar algún
capítulo que le fuese dando forma, la incertidumbre y la parálisis de quien no
alienta ambiciones académicas en la universidad y, en fin, el abandono
intermitente del proyecto.
Pero una tarde de mayo supe casi por casualidad que
mis créditos se agotaban en poco más de tres meses, y que si no culminaba el
trabajo en ese plazo tendría que someterme a nuevos trámites administrativos,
incluidas matrículas y reingreso de tasas.
Espoleado por la urgencia, leí y anoté veinte
novelas eróticas en veinte jornadas, al tiempo que urdí un plan para someterlas
a estudio y análisis crítico comparado en cuatro semanas más. En septiembre se
encuadernaron las copias requeridas, se constituyó el preceptivo tribunal afín
y se fijó fecha para la lectura pública.
Sucedió un 30 de noviembre. Nunca antes, ni después,
recuerdo haberme reprimido tanto las ganas de evacuar como en aquellas tres
horas eternas que pasaron entre mi exposición, el sesudo comentario de cada uno
de los cinco sabios y las preguntas y respuestas que exigía el protocolo.
Sobresaliente cum laude.
Almuerzo entre doctores.
El texto anterior se publicó en otra parte menos
frecuentada; por eso, hoy, se me ha ocurrido traerlo también a esta página. Posteriormente supe que el mismo día de la lectura se marchaba de la vida Jorge (el
aliento casi cínico de Martínez de Paco), enfermo de Steinert, al margen de
todos y de todo, vigorosamente inédito, póstumo como un dios.
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