viernes, 28 de noviembre de 2014

SEÑAS DE GOYTISOLO (JUAN)

Cuando el otro día supe que a Goytisolo (Juan) le habían concedido el premio Cervantes, lo primero que me pregunté fue si lo aceptaría; lo segundo, si tendrá ganas de venir a recogerlo; lo tercero, con qué clase de discurso saludará a las autoridades que presidan el suceso.
Luego me acordé de mi lejana lectura de Señas de identidad, aquel invierno incierto de 1993-94 que para mí significó una tregua, el regreso fugaz y la despedida definitiva de la casa de los padres. Yo entonces no hacía más que pensar novelas que nunca escribiría, engordar dietarios y cuadernos de apuntes, descreer de mis posibilidades de acceso a una plaza en la enseñanza pública, acarrear pequeñas cargas de leña y vigilar el fuego de la estufa junto a la que me cobijaba, leyendo desde la caída del sol.
Mantengo muy viva la sorpresa de que el relato de Goytisolo (Juan) comenzase con el Réquiem de Mozart: precisamente yo había imaginado el mismo inicio para alguna de las historias que pensaba perpetrar en un futuro, y esa coincidencia me jodió y me alentó a partes iguales. Después, en el capítulo III, me maravilló que Goytisolo (Juan) situara la trama en escenarios vecinos de donde me hallaba: Elche de la Sierra, Molinicos, Riópar, Letur, Socovos; hasta tuve la tentación de acercarme al lugar para comprobar si en efecto allí estaba la cruz de piedra con la inscripción de los cinco caballeros españoles asesinados por la canalla roja de Yeste.
Me vislumbro como una sombra en el recodo perverso de la edad, inclinado sobre el libro aquel de Goytisolo (Juan), subrayando renglones y pasajes con la diligencia imperturbable de un aprendiz con todas las vidas por delante, soñando.
Cuando estuve en Marrakech, hace cuatro o cinco nocheviejas, un amigo que vive en la ciudad me informó, entre otras cosas, de la costumbre de Goytisolo (Juan) de despedir el día desde la terraza del Café de Francia, frente al espectáculo único de la plaza de Jemaa El Fna. Pero no di con él, así que no le pude preguntar por qué no le habían otorgado aún el Cervantes que tanto merecía, ni si aceptaría el honor pese a su actitud sobradamente conocida frente a la farsa de los premios, sobre todo los institucionales, ni si no obstante acudiría a recogerlo de manos de un rey, ni con qué clase de discurso se atrevería a saludar a las autoridades.
Pronto se sabrá. Pronto Goytisolo (Juan) dejará de ser noticia, otra vez.

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