lunes, 10 de septiembre de 2012

CARAMELITO ENVENENADO

Yo ya no sé si son los árboles los que nos impiden ver el bosque o si es el bosque el que no nos deja ver los árboles.
Después de vilipendiar públicamente a maestros y a profesores y de haberlos colocado -a ellos y, de resultas, a la enseñanza pública en general- en el disparadero de la frustración y de la mezquindad, después de sacrificar más de novecientas vocaciones bajo la socorrida excusa del ahorro, ahora las autoridades educativas de la Región de Murcia se yerguen sobre la confusión y se regocijan en el cabreo sacándose de la manga unos pomposos planes para la mejora del éxito escolar -ja, ja, ja- que, mira por dónde, vienen acompañados de la bonita cifra de un millón de euros -sic: un millón de euros- a repartir entre los centros cuyos profesores se adhieran a la novedad, previo compromiso -¿...?- de maquillar los resultados.
Me parece un alto ejercicio de cinismo -¿sin precedentes?; qué va, por desgracia abundan los precedentes- que desde los despachos que anuncian la inevitabilidad de los recortes y el aumento de la ratio por aula y otras bendiciones políticas, esas que ya sufren las próximas generaciones y que hipotecará por unas cuantas décadas a toda la sociedad, vengan a dispensar en el primer claustro del curso este caramelito envenenado. Y lo más triste: que muchos de los compañeros que tanto se quejan en los pasillos ya lo estén apeteciendo en sus manos y en sus bocas.

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