martes, 18 de septiembre de 2012

A ESTE LADO DEL TIEMPO

Los veo entrar enseñando el DNI con una mano, dejando caer sus mochilas en el lugar que se les indica, sentándose uno tras otro con obediencia nerviosa. Los veo ahí, concentrados en su ejercicio o mirando desganadamente la forja de cemento en las paredes austeras, o siguiendo los pasos de los profesores que atienden sus demandas o que simplemente los vigilan mientras acometen la escritura de su examen. Y de pronto caigo en la cuenta de que yo también enfrenté mi prueba de acceso a la universidad -entonces Selectividad, ahora PAU- un mes de septiembre -1985 el año-, porque en junio no había superado la asignatura de francés. Recuerdo que me desplacé a la capital la tarde anterior y que me acompañó un amigo de adolescencia y juventud -su nombre, Andrés-, y que solo después de consumir unas cuantas cervezas en la zona de más ambiente nos decidimos a buscar una habitación donde dormir esa noche, porque a las ocho de la mañana tenía que estar sentado en un pupitre universitario para realizar mi examen. Sí, tal era mi inconsciencia de aquella época, tal la ausencia de determinación para tasar la importancia de las cosas importantes, o de lo que hoy entiendo por cosas importantes desde la perspectiva que otorga el tiempo, pues está claro que de esa prueba pendía el grueso de aquel futuro que ya es pretérito, y, en buena medida, la sarta de circunstancias y de azares que me han traído hoy a gobernar este aula ocupada por esta otra generación. Los veo ahí y percibo en sus miradas y en sus gestos un cierto desapego, casi desdén por cuanto esté por venir, algo así como un rescoldo de aquella levedad mía, y los envidio por ello, sí, los envidio porque todavía saben existir en un tiempo dichoso que no se afana en sancionar qué es y qué no es lo importante desde su insaciable vocación de perspectiva.

2 comentarios:

Desversado dijo...

Hace 10 años nos invitaste a leer "A renglón seguido" en clase de Literatura del IES Alquibla. Aún guardo el ejemplar en mi discreta biblioteca.

Recuerdo los debates sobre la palabra "viceversa", los comentarios de texto que tan poco me gustaban, la visita poética a la acequia, y cómo tuve que leer 'El Guardián entre el Centeno' por asignación al azar.

Y tengo la impresión de que en aquella época no entendía absolutamente nada. Ahora entiendo el pasado, pero sigo perdido en el presente.

Salud.

Pedro López Martínez dijo...

Es una grata sorpresa, una década después y desde este lado del tiempo, volver a cruzar palabras con un alumno que, en la maraña de cursos y de antiguos alumnos, no haya olvidado -yo sí, pero soy capaz de redescubrime en aquel profesor a través de tu memoria- la lectura poética en la acequia, una novela como "El Guardíán" o los debates sobre "viceversa". No sé quién eres, no puedo ponerte rostro ni nombre, ni siquiera lo intuyo. Pero me congratula leerte con tanta corrección y con tanta ponderación y acierto: "Ahora entiendo el pasado, pero sigo perdido en el presente" es una sutil paradoja que dice mucho de quien la escribe.
Salud y suerte!