jueves, 2 de febrero de 2012

IMPUNIDADES FLAGRANTES

Hace unos días, las televisiones de medio mundo se recrearon en la reposición de la escena, imagen de la que inmediatamente se adueñó ese bazar inagotable, internet, por lo que cabe sospechar que también acabaría viéndola la otra mitad de mundo. Cuando se impone la obviedad, sobran las palabras, así que no ha de extrañarnos que los locutores, al reponerla, concedieran una tregua de silencio a los cuatro o cinco segundos que consume la fechoría: un futbolista mal encarado bordea a un contrario que yace en el césped y, tras cerciorarse del lugar exacto de su mano, cambia el paso para pisarla con los tacos de su bota. No es un lance del juego, que se detuvo para ejecutar la falta, sino la agresión deliberada de un gladiador de nuestro tiempo que presta sus servicios a un club que se dice el más grande de cuantos hubo y habrá, un individuo que vive instalado en la actualidad transitoria de las páginas deportivas y que seguramente ignora la cifra de millones de euros que acumula en sus cuentas. Lo peor es que tanto una mitad de mundo como la otra mitad admite y lamenta la actitud reincidente del muchacho, que por otro lado es un ángel en la intimidad de su hogar. Sin embargo y sin penitencia, tras obligarlo a excusarse en una pantomima de vídeo que excluye cualquier forma de arrepentimiento, a los siete días se le integra en el partido de vuelta, al más alto nivel de las esferas futboleras, y el muchacho saca pecho, y todo queda en nada.
Siendo llamativo el caso, no es, sin embargo, más que una socorrida anécdota que nos persuade de las cotas de impunidad flagrante que está alcanzando en España la aplicación de la justicia por parte de los jueces. En las mismas fechas que el pisotón, un político -cuyos sucios manejos han sido retratados con creces en las grabaciones que filtran los medios- esboza su sonrisa orgásmica y, fuera de toda sospecha, se postula en su honradez a prueba de juicios y amenaza con su rehabilitación para la cosa pública desde el mismo instante en que cinco conciudadanos suyos fallan a su favor, frente a otros cuatro no menos conciudadanos suyos que opinan lo contrario.
Y, para colmo de las sinrazones -el mundo al revés, como no hubieran imaginado los áureos entendimientos de los Cervantes y los Quevedo de aquel siglo-, también estos días asistimos con cierto pasmo a la causa abierta contra un señor juez que pretendía ejercer lo que le demandaba su noble oficio, esto es, juzgar -porque es de ley que primero se juzgue, y es de ley que después se falle a favor o en contra- los crímenes y reparar a las víctimas de una dictadura que, como todas las que merecen tal nombre, dilapidó prebendas arbitrarias entre sus afines y se ensañó hasta la muerte con quienes no participaban de su festín. Lo dicho: el mundo al revés.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ahora, cuando se escuchan en todas nuestras casas, voces roncas y palabras entrecortadas que cuentan la desaparición de seres, en ese juicio a un juez... ¿Darán carpetazo, de nuevo? ¿Tragaremos saliva, frunciremos entrecejo y acumularemos un pedrusco más de escepticismo?

Anónimo dijo...

Se me ha olvidado firmar. Soy Marian