lunes, 20 de febrero de 2012

CAMARADAS Y CAMARADOS

Ciudadanas y ciudadanos... Trabajadoras y trabajadores... Compañeras y compañeros... Sindicalistas y sindica... ¿lis... tos?
Cuando los señores políticos y las señoras políticas invocan a su masa social, y también a la ciudadanía y al ciudadanío que las apoya y los apoya y las jalea y los jalea, se empeñan en significar y subrayar la doble dimensión de un discurso que suele dirigirse a un auditorio compuesto mayormente por mujeres y por hombres (salvo despiste lamentable), abocados los unos y las otras a una paridad representativa tan políticamente correcta como meritoriamente sospechosa y democráticamente triste.
En sus arengas, sobre todo si las edulcoran las candidatas y los candidatos de la progresía, no faltan nunca las dos posibilidades que brinda el castellano, una para el masculino y otra para el femenino, inclusive cuando el uso genérico del lenguaje permitiría, sin trauma, obviar la insistencia machacona y tediosa. La fórmula de captación ha alcanzado unos niveles reiterativos que se confunden con el ridículo y hasta con la ridícula, si se me permite el palabro, y es ahí cuando a mí me da la risa (o el riso, con perdón). Pero, más aún, si la dualidad de los vocativos se convierte en recurso fácil para llenar las lagunas de pensamiento de la oradora o del orador de turno (o de turna), entonces la tontería y el tonterío adquieren tintes grotescos.
Me parece que hay un momento a partir del cual la excusa de sexismo machista, que suelen esgrimir los ideólogos y las ideólogas de esta tendencia, se vuelve contra ellas y contra ellos con la discreta elementalidad que siempre acaba imponiendo el sentido común. Hoy empiezan a ser cotidianas ciertas monstruosidades lingüísticas como la jueza, la edila y la conserja, pero no ocurre lo mismo con el juezo, el edilo y el conserjo, soluciones de una dignidad igualitaria fuera de cualquier disputa; opciones desquiciadas, si así se quieren entender, pero que habría que reivindicar ahora que hemos llevado las palabras al extremo ilustrado de la estulticia.
Si existe la periodista, me pregunto, ¿por qué no el periodisto?; y si la poeta y la poetisa, ¿por qué no el poeto y el poetiso? Camaradas y camarados...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

POEMO
Me asomé a la balcona
y contemplé la ciela
poblada por los estrellos.
Sentí fría en mi caro,
me froté los monos
y me puse la abriga
y pensé: qué ideo,
qué ideo tan negro.
Diosa mía, exclamé:
qué oscuro es el nocho
y que sólo mi almo
y perdido entre las vientas
y entre las fuegas,
entre los rejos.
El vido nos traiciona,
mi cabezo se pierde,
qué triste el aventuro
de vivir. Y estuvo a punto
de tirarme a la vacía...
Qué poemo.
Y con lágrimas en las ojas
me metí en el camo.
A ver, pensé, si las sueñas
o los fantasmos
me centran la pensamienta
y olvido que la munda
no es como la vemos
y que todo es un farso
y que el vido es el muerto,
un tragedio.
Tras toda, nado.
Vivir. Morir:
qué mierdo.

Jesús Lizano.

Pedro López Martínez dijo...

"Tras toda, nado". ¡Es genial! Gracias por ese poema que tan bien ilustra tanto desatino y que yo no conocía.
Salud!

Anónimo dijo...

Great post.
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RosaMaría dijo...

Muy acertado tu comentario, parece que es contagioso pues por estos lares pasa lo mismo en los disertantes y las dicertantas.ja. se me creó una duda escritural así que lo escribí con las dos por no ir a la diccionaria. Saludos.