lunes, 25 de noviembre de 2019

18XI2019
Imagen: Mi padre, con la cabra que le regalaron a los seis o siete años.
Texto: Hay personas cuyo trato nos reconcilia a cada instante con la vida. Seguramente porque se muestran como son, sin estridencias ni falsos heroísmos, ebrias de un sentido común que ya no se estila, hechas a sí mismas, con esa inusitada virtud que cotiza a medio camino entre la humildad y el orgullo. Solo por haberlas conocido, por dejarnos asistir al cotidiano ejemplo de su discreta sabiduría, de su autenticidad y su honradez, sentimos que mereció y que aún hoy merece la pena este mundo.
Me refiero, ahora, a mi padre; pero a él nunca le he dicho lo que aquí estoy diciendo.

19XI2019
Imagen: Dos sombras que parecen abrazarse.
Texto: Parecen dos cuerpos que se palpan en la noche, la silueta de un abrazo lento y el beso eternizado al que se entregan. Pudo ser hace días o semanas, meses o quizá años que muy pronto se medirán por lustros y quién sabe si también por décadas. Sucedió entre dos cuerpos, entre dos bocas que tal vez se acercaban con la punta respectiva de sus lenguas. He aquí su certeza prolongada: donde yacen las sombras, reinó la luz.

20XI2019
Imagen: Instante de circulación en hora punta.
Texto: Cada mañana es la repetición de la anterior, salvo que toque sábado o domingo o la semana traiga una tregua extraordinaria. La misma hora y el mismo circuito y tal vez las mismas detenciones, los mismos coches con las mismas matrículas, las mismas prisas. Por un lado evaluamos el sinsentido de este ritmo que nos envuelve y nos mata, nos quejamos del semáforo y del tiempo que se emplea y del ruido y la contaminación que provocamos; por otro, nos alivia que todo sea igual, casi calcado en sus minucias, ningún percance, ninguna concesión al azar, la sacrosanta puntualidad de todos los días.

21XI2019
Imagen: Mancha multiforme en el tronco de un árbol.
Texto: En cuanto lo vi acaparó mi atención poderosamente. Era lo que era y nada más, un enigmático producto de la propia naturaleza, una amalgama de colores vivos que hubiera hecho las delicias del azar en la brocha de un pintor de la más rabiosa vanguardia. Pero su relieve, su textura expresiva -la fuerza de la sugerencia o la mera superstición-, hubieran podido remitir a otros fenómenos más improbables si el mío fuese un espíritu predispuesto al delirio religioso y a las necedades de la fe: un rostro, por ejemplo, el rostro ensangrentado de cualquier profeta.

22XI2019
Imagen: Mi propia sombra en una pantalla mientras la fotografío con el móvil.
Texto: La obsesión de la imagen es ya, en los mundos que nos habitan y en esos futuros sin porvenir que se vislumbran, una certeza inversamente proporcional a la obsesión de la lectura como fuente de placer. A más imágenes y formatos que las reproducen -inmediatos e intuitivos, fáciles y egocéntricos-, menos inquietud textual, menos índice de inmersión en la extraordinaria cultura del libro, menos ganas y menos fe en desentrañar el íntimo y secreto encuentro -intransferible y radical- con la imaginación literaria. Y las pedagogías innovadoras no saben nada de Platón ni de lo que significa su caverna. Más razones aún para el escepticismo y el silencio.

23XI2019
Imagen: Visión de la calle desde la puerta de la casa donde nací.
Texto: A mi derecha está la puerta de la casa de la que acabo de salir, y a mi izquierda el corral donde encierra sus cabras un vecino. El suelo que piso es de cemento, no de adoquines, y la distancia entre las dos aceras se me antoja más amplia porque yo soy pequeño. La Dolores la Virgen barre su escalón y la Anica la Trapitos el suyo. Ahora llamaré a mi primo Fede, que vive ahí, y juntos bajaremos la cuesta, giraremos a un lado y a otro, compraremos un dulce en la tienda de la Carlota y luego atravesaremos todo el pueblo por la calle Mayor para llegar al colegio. Vivimos en marzo de 1972; hace un par de noches que nació mi hermana.

24XI2019
Imagen: Escalinata de París, con turistas y gente que mira su teléfono móvil.
Texto: Mi resistencia a esta y a otras redes de mensajería cruzada -múltiple, global- se había mantenido incólume, a raya, hasta comienzos del último verano. Fue entonces cuando caí en la dulce tentación y me apliqué a colgar a diario, disciplinadamente, sin una sola mella, esa imagen y ese texto que se exigen entre sí y se retroalimentan, procurando no sucumbir del todo -o eso entiendo, pero quién sabe- al vasto surtido de frivolidades y de vanos narcisismos que acompañan a este medio. Hasta hoy...
Fuera de la pantalla, al fondo, abajo, a nuestra espalda, el maravilloso pulso de la vida, la realidad que fluye y se escapa, ciudades para andarlas y sentirlas y mirarlas. Como París.

2 comentarios:

José Manuel dijo...

La verdad, Pedro, es que no sé si admiro más de ti el talento o la perseverancia.

Pedro López dijo...

Pues... casi prefiero lo segundo, la verdad. Quizá porque entiendo que con el talento no basta y que en la perseverancia hay un componente de ilusión y motivación que no me gustaría extraviar del todo.