domingo, 25 de septiembre de 2016

Muchas cosas por escribir, innumerables avisos camuflados en la agenda o garabateados con premura en trozos de papel perdidos, excrementos de una vocación que exigía cierta disciplina y que sin embargo no obviaba su naturaleza discontinua, fragmentaria. Ya no es solo la falta de tiempo, esa queja perpetua que carcome mis días, sino la conciencia clara de una fe desubicada y dispersa, sin pulso, decadente, incapaz de centrar las menguadas energías o de convocar el clima exacto para el pensamiento y las palabras, el espacio soberano de la escritura. Semanas y meses de contemplación estéril, de reflexiones sin presencia, de contrariedades inútiles, de vagos propósitos de enmienda. Hasta llegar aquí, a este punto que no sabe si es final o será aparte.

1 comentario:

Juan Ballester dijo...

Creo que solo hay que dejar libre la voluntad, de hacer o no hacer. Al final será lo que estaba escrito antes de que quisiéramos o pudiésemos hacerlo.