jueves, 25 de junio de 2009

CADA CUAL EN SU SITIO

Dicen que, al final, el tiempo pondrá a cada cual en su sitio, cristianísimo aserto, tan piadoso como cualquier otro, pero tan falaz como todos, porque lo único cierto es que el tiempo, al final, nos pondrá a todos en el mismo sitio, siguiendo el grado de materialidad descendente que expuso el poeta en el celebérrimo endecasílabo que cierra su soneto. Así que a mi impaciencia se le ha ocurrido que es al espacio, no al tiempo, al que habrá que exigirle ese transitorio privilegio: es el espacio, no el tiempo, quien ha de poner a cada cual en su sitio, y para ello habrá que provocar su justicia y armonía aquí y ahora. ¿Cómo? Simplemente guardando las distancias, evitando el roce con el sarpullido que nos ronda, poniéndonos muy lejos de aquéllos y de aquéllas (maledicentes y envidiosos, enemigos en suma) a quienes el inútil tiempo les tiene reservado un fin tan semejante al nuestro.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Siento si TE he ofendido. Siempre pensé que eras un hombre con el que se podía hablar de cualquier cosa sin miedo, pero es cierto que no conozco muy bien los límites. En cualquier caso, si te has sentido así, mis disculpas más sinceras.

Pedro López Martínez dijo...

No sé de qué me hablas, Marta. Ni me has ofendido ni esta entrada tiene que ver contigo, sino con otras circunstancias que me rodean últimamente. Se puede hablar de cualquier cosa sin miedo y sin límites. No te puedo disculpar de lo que no tiene existencia. Te has confundido, Marta.

Anónimo dijo...

No, Pedro, no hablaba de tu entrada (¡joder! no soy tan mala contigo como para darme por aludida, creo...) lo decía por la mía.
Las confusiones son muy comunes cuando mantienes, o intentas mantener, una conversación mirando una pantalla de ordenador...
En cualquier caso, me alegro mucho de que te hayas vuelto a animar a postear, aunque sea una entrada así. Es genial leerte.
Y no me enrollo más que desde que te dejé el primer comentario, no hacemos otra cosa que "hablar" entre los dos y no quiero parecer Annie Wilkes de "Misery". Recuerda, si tienes un día un accidente en la montaña ya sabes quién te llevará a su casa para que escribas... pero tranquilo, lo de los tobillos mejor lo dejamos.
Un abrazo.

Miguel Ángel Orfeo dijo...

Cristianísimo aserto, desde luego, aunque no tan piadoso si con él se delegan en un ser superior –llámense Dios o Destino- los íntimos deseos de venganza. Para qué ese rencor del arrierito. Es mucho más madura y productiva esa impaciencia tuya, amigo Pedro, por levantar un muro, aquí y ahora, contra maledicentes y envidiosos. Un muro del olvido para que ni te importen sus sitios futuros, sean los sucesivos o los inapelables.

Un saludo cordial y retalero para todos los idem.

Vargas dijo...

"Al enemigo, ni agua", reza otro dicho popular ni cristiano ni piadoso. Aunque tampoco estaría mal usar con los enemigos la táctica contraria, la de hartarlo hasta que reviente, como ocurrió con un gobernador español al que los indios que explotaba en las minas le hicieron tragar, hasta llenarle las entrañas, oro fundido. Suntuoso sadismo, por cierto, que creo que ya se practicaba en la antigüedad. Si le ponemos muros al campo de la envidia, tal vez corramos el riesgo de quedarnos encerrados entre ellos. De la otra manera, lo mismo los envidiosos se quedan descolocados, sin sitio, que tampoco estaría mal. Felicidades por el día de tu nombre y saludos a los retaleros.