lunes, 24 de marzo de 2008

MIGAJAS IMPARCIALES DEL QUIJOTE

Pensar en El Quijote es humillarse ante la evidencia de que todo cuanto se nos ocurra, por muy original y brillante que en un principio se antoje, es casi seguro que ya fue intuido por el extravío intelectual de algún lector o, incluso, formulado con palabras precisas por eruditos de cuyo apellido impronunciable -el cúmulo de consonantes es la tortura confesa del monóglota- no sabremos ni querremos acordarnos, lo cual no ha de ser obstáculo para que nuestro humano fervor goce de ese cosquilleo orgulloso de sentirse pionero. Tengo que admitir que mi disfrute de la invención cervantina se eleva sobre el texto mismo de Cervantes y explora con singular deleite en las interpretaciones que sobre él se han hecho, como si el comentario lúcido, en este caso más que en ningún otro, hubiese reclamado y finalmente impuesto su esencial pertenencia al arte de la literatura (¿hace falta remitir al Pierre Menard que autorizó la genialidad de Borges?). Y no obviaré que en mis cíclicas intentonas de involucrar a quienes entre sus prendas camuflan un Mp3 a menudo recurro a ramales explicativos que a mí me sedujeron en su día, o bien a renovados apegos que excitan mi imaginación y hasta le brindan eventuales iluminaciones, tenues ráfagas de las que -insisto- uno no debiera envanecerse más de lo que la mera sensatez exige. Así, por ejemplo, les argumento que: 1) la gran audacia narrativa de Cervantes fue, hábil obra de la providencia, toparse con un tal Sancho justo cuando su armado caballero regresaba a la aldea, pues fue en ese punto y en ese número de pliegos donde debió de prever el autor que acabaría otra de sus novelitas ejemplares; 2) en realidad, este don Quijote y el Sancho que lo acompaña no son dos personas, sino una sola conciencia que discurre en diálogo continuo, como nos sucede a cada uno de nosotros cuando nos debatimos entre el pájaro que aletea en nuestra cabeza y los pies que no osamos separar de la tierra; 3) lo que el hidalgo manchego le transmite al párvulo escudero es el poderoso imperio de la fábula, la necesidad vital de la ficción, en suma la aventura de los libros, mientras Sancho le corresponde creyéndose gobernador de una ínsula que sólo existe en la perversión de los duques; 4) el tránsfuga Álvaro Tarfe, criatura no ideada por Cervantes sino por Avellaneda, deambula de un libro a otro libro para dignificar la verdad, el honrado oficio del arte, y para denunciar de paso la impostura; 5) antes de Alonso Quijano, los personajes querían parecer reales, pero ahora él, bajo su disfraz de caballero, pugna por parecer ficción... sin conseguirlo, lo que le otorga un plus de veracidad irrefutable.

2 comentarios:

Vargas dijo...

Además, Cervantes incluye en la segunda parte a lectores de la primera. Y el juego de narradores permite un juego de perspectivas que dota de omnipotencia plena a Cervantes como escritor. También se les puede hablar de los efectos de lo imaginativo sobre la gente, que acaba confundiendo verosimilitud y verdad. Pero a mí, Pedro, todo esto me ha dado poco resultado. A partir de ahora voy a insistir fundamentalmente en la visión de don Quijote como un friqui, como el mayor y más genial de los friquis habidos y por haber (incluido Chiquiliquatre, y esto hay que explicárselo con maña, no les vaya a costar un trauma). Creo que por aquí tal vez se pueda despertar algo su interés.

Pedro López Martínez dijo...

Una joven y bella "colega", que ha de saber mucho de subordinadas adverbiales propias e impropias, me pregunta por qué he titulado así este articulillo. Ah pero, ¿no conoces "Magias parciales del Quijote", de Borges, creo que incluido en "Otras inquisiciones"? Pues no. Me temo ahora que fui demasiado lejos con este guiño con el que pretedía homenajear, otra vez, la agudeza de aquel Borges Acevedo?