sábado, 29 de junio de 2019

Tras más de treinta años, acaso treinta y cinco, alimentando el sueño literario de proyectar ideas y empezar libros que casi nunca terminaba, anotando en infinitos cuadernos nuevos argumentos y quimeras, dando lustre, en fin, al verdadero rostro del fracaso; después de tan dilatada trayectoria en la región del humo, ahora me conformaría con disponer de uno o dos lustros para volcarme exclusivamente en el insaciable objetivo de rematar aquellos libros, de salvar de su nada unas cuantas de las tantas ideas que anoté sin fruto, de atemperar la frustración -acaso ya irredimible- y otorgarle una definitiva apariencia de dignidad.

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