domingo, 30 de junio de 2019

Me colé en varias clases de Gianni Vattimo hacia 1993, en la universidad de Turín, en un aula-hemiciclo cuya mesa sobre el estrado se llenaba de grabadoras de voz. Una de esas mañanas lo dibujé en una página de mi cuaderno de apuntes, incapaz de seguir los meandros conceptuales del italiano, pero sintiendo que asistía a instantes memorables de mi vida. Ahora leo una entrevista reciente y me voy quedando con fragmentos de su inteligencia y su ironía, de su lucidez ya escéptica, de su voluntad de vuelta de todos y de todo: "La verdad es un tejido de interpretaciones y no una suma de datos"; "Como yo creo más en la Iglesia que en Dios, cuando dudo de la Iglesia es peor"; "Yo solo imagino núcleos de resistencia, como aquellos monasterios medievales que copiaban manuscritos (...) La única forma de resistencia política es incomodando al mecanismo de producción de nuestro mundo industrial". Y el dardo de un deseo fácil (ya suma ochenta y tres años) convertido en titular: "Espero morir antes de que reviente todo".

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