lunes, 21 de enero de 2019

De camino al trabajo, a buen ritmo, los meandros del pensamiento convocan la célebre sentencia de un tal Dostoievski: "Si Dios no existe, todo está permitido". Quizá la gran empresa de Raskolnikov, su criatura, no fue más allá del zarandeo de esa frase, de ese condicional, de esa alerta a la conciencia humana. Y a mi ateísmo resuelto, sin ambages, se le ocurre que mejor que exista ese dios, aunque solo sea de mentirijillas.

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