viernes, 29 de junio de 2018

Personaje gris, empleado de banca o funcionario de correos, por ejemplo. Se pasa media vida proyectando una novela para la que toma notas en decenas de cuadernos y papeletas, pero nunca se decide a escribirla. Incluso, redacta cerca de un millar de dedicatorias destinadas al millar de lectores con nombre y apellidos, entre imaginados y reales, que acudirán con su ejemplar para que él se lo firme en una mesa dispuesta en unos grandes almacenes. Y eso es lo que queda al fin: el mero afán que se sustancia y acecha tras el millar de dedicatorias futuras (de lectores imaginados y reales) que uno de sus hijos recopila y edita con dinero póstumo en una modestísima imprenta de la ciudad.

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