martes, 26 de junio de 2018

Confundir la circunstancia (o las circunstancias, que se quieren pasajeras y ocasionales, frívolas) con el destino (que no tolera bien el plural, y cuya gravedad a menudo se tensa en arco para salirse de los dígitos que acotan la propia vida) es la prueba inmediata del conformismo, la mejor coartada que ha inventado el fracaso, el camino más corto a la definitiva claudicación.

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