jueves, 3 de julio de 2014

GLORIAS PÓSTUMAS

A través de un apunte moderadamente entusiasta sobre la reciente exposición de su obra, me alcanza la secreta historia de la fotógrafa aficionada Vivian Maier (1926-2009), quien, a la vez que cuidaba niños en alguna urbe de Norteamérica, se aferró día tras día y con celo anónimo, sin pretensiones mundanas, a la certeza inmediata de su cámara. Acumulaba rollos, cientos y miles de instantáneas que ni siquiera revelaba, hasta que algún enviado de la providencia o del azar encontró los negativos de toda una vida y los rescató de las sombras.
Su caso me trae a la memoria la particular biografía de Sixto Rodríguez (n. 1942), letrista y cantante de la estirpe generacional de Dylan o de Cohen que sin embargo no supo hallar el camino hacia el éxito y la celebridad que su talento parecía exigirle al destino. La película documental Searching for Sugar Man da cuenta de las circunstancias de ese desdén prematuro, de la renuncia satisfecha de sí misma, de la extraña peripecia que al otro lado del océano aguardaba a las canciones de su único disco, de la milagrosa resurrección de su nombre y su persona al cabo de tres décadas de desencuentro con aquello que había compuesto y, acaso, con su propio ser. Desde la humildad resignada, modestamente, un poco abrumado por tanto revuelo, el artista protagoniza el misterio de su fracaso como una paradójica redención, como si ya no le importara.
Borges habló de la fama en términos de incomprensión, sentenciando que, en efecto, la meta al fin es el olvido. Me pregunto ahora si Maier y Rodríguez, espectadores de su viaje inverso, damnificados por esa especie de reconocimiento anacrónico, presintieron o adivinaron en alguna hora de sus vidas la silenciosa plenitud de la gloria póstuma.    

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