Su caso me trae a la memoria la particular biografía de
Sixto Rodríguez (n. 1942), letrista y cantante de la estirpe generacional de
Dylan o de Cohen que sin embargo no supo hallar el camino hacia el éxito y la
celebridad que su talento parecía exigirle al destino. La película documental Searching for Sugar Man da cuenta de las
circunstancias de ese desdén prematuro, de la renuncia satisfecha de sí misma, de
la extraña peripecia que al otro lado del océano aguardaba a las canciones de
su único disco, de la milagrosa resurrección de su nombre y su persona al cabo
de tres décadas de desencuentro con aquello que había compuesto y, acaso, con
su propio ser. Desde la humildad resignada, modestamente, un poco abrumado por tanto revuelo, el
artista protagoniza el misterio de su fracaso como una paradójica redención,
como si ya no le importara.
Borges habló de la fama en términos de incomprensión, sentenciando
que, en efecto, la meta al fin es el olvido. Me pregunto ahora si Maier y Rodríguez, espectadores de su
viaje inverso, damnificados por esa especie de reconocimiento anacrónico, presintieron
o adivinaron en alguna hora de sus vidas la silenciosa plenitud de la gloria
póstuma.
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