sábado, 22 de marzo de 2014

AQUEL RECITAL DE HIERRO

Fue en una sala de la universidad de Murcia, a mediados de los noventa. El poeta José Hierro declamaba sus versos con emoción creciente, los ojos empañados, al extremo de que en un momento dado, sin asomo de impostura en el tono desgarrado de su voz, arrojó al aire el manojo de folios y continuó de memoria hasta el final de la pieza. No sabré decir si antes o después; el caso es que en uno de esos paréntesis de captación que sirven de engarce entre poema y poema, Hierro desveló -lo recuerdo con exactitud física, como si estuviera ocurriendo ahora- la anécdota que le había inspirado tal título, tal composición de cualquiera de sus libros. Relató que en una visita a la casa de Dámaso Alonso, la esposa del insigne profesor y poeta condujo a Hierro hasta la cama donde permanecía postrado, ya muy enfermo de alzhéimer, tomó su mano entre las suyas y le anunció con ternura la visita. Entonces Dámaso, las cuencas de los ojos de Dámaso, buscaron los ojos de la mujer de su vida para perpetuar en ellos las palabras más siniestras, las más dolorosas de tan dolorosa enfermedad: "Sé que te he querido mucho, pero no sé quién eres". A continuación leyó sus versos sin que el auditorio se sobrepusiera a la terrible adversativa: "Sé que te he querido mucho, pero no sé quién eres". El recital concluyó en un sollozo dignísimo, memorable como pocos, ajeno a la unanimidad emotiva del aplauso.

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