domingo, 5 de abril de 2009

UNO...

Uno no es consciente de sus errores y flaquezas hasta que alguien viene a decirle que no es consciente de sus errores y flaquezas. Y entonces, aunque duela admitirlo, uno no necesita que alguien le enumere todos sus errores y flaquezas, porque uno sabe exactamente cuáles son y dónde se manifiestan; pero aun así provoca en el otro (en el que viene a decirle...) la enumeración detallada de cada una, de cada uno, como estrategia para forzar el mecanismo sutil de la compasión.

14 comentarios:

Carmen Ortega Castejón dijo...

Considero imprescindible, para lidiar con la ocasional vida anodina que nos corroe, contar con una voz amiga que de vez en cuando nos zarandee, que nos impida caer en la autocomplacencia y en el resentimiento, que, por qué no, nos enumere, si es preciso, los errores en los que caemos con facilidad, porque necesitamos ubicar con palabras dónde se encuentra nuestro pozo de la desesperación. Dicen: Sólo el que te quiera te hará llorar. Yo añado: Sólo el que te quiera hará que vislumbres el leve destello que te ayude a no caer en la trampa de la autocompasión, a que germine lo que eres sin negaciones.

José Manuel dijo...

Esta noche, haciendo un recorrido de repaso por el histórico de tu blog, he observado que has suprimido unos cuantos comentarios. ¿Acaso cada uno de ellos correspondía a un error o a una flaqueza?

Pedro López Martínez dijo...

Te aseguro, José Manuel, que yo no he suprimido comentarios (al menos conscientemente), entre otras cosas porque no sé cómo se hace. Tengo entendido que los comentarios (no así las entradas, que incluso he aprendido a modificarlas cuando observo erratas) sólo pueden suprimirlos los propios comentaristas, aunque siempre queda la marca de la supresión, ¿estoy en lo cierto?

José Manuel dijo...

Escribí yo el mío con una sonrisa taimada en la boca, disparando sin apuntar a ver por dónde nos salías, al hilo del tema planteado. Pero ya entiendo por tu respuesta que no te puedo poner en un brete; había que intentarlo.

carmen dijo...

Pues servidora opina que sinceridad, la justa. Soy una gran defensora de la hipocresía social, de la buena educación de antaño, de no discutir con quien se sabe de antemano como piensa, de qué va. Desconfío de quien presume de sincero, normalmente se sirven de tan elevado concepto (verdad,sinceridad..) para decir lo que no es pertinente que se diga, en definitiva: para ser un borde.
Y de los verdaderos amigos espero que me acepten tal cual soy, que se tomen con humor mis defectos, que ya me los conozco yo bastante y me flagelo de lo lindo, que me mimen y que a veces me mientan augurándome un futuro mejor del previsible.


¿Dónde estás, Orfeo?

José Manuel dijo...

En todo caso, Pedro, yo daba por hecho que los comentarios suprimidos eran tuyos; nunca que ejercieras de censor o cosa por el estilo. Me parecía muy evidente, pero lo aclaro por si acaso. Sólo trataba de embromarte con una pizca de malicia.

Pedro López Martínez dijo...

Malicia inofensiva la tuya, José Manuel. No, no he suprimido ningún comentario, ni mío niajeno (aunque sí estuve tentado de eliminar alguna entrada, lo admito). Pero dejemos las cosas como fueron, ¿no te parece?
Por otro lado, me conmueve (sic) que andes aún rastreando entradas y comentarios de este blog que ya cumplieron más de un año, y que incluso te corrijas en algún desliz sin importancia (lo he sabido porque hace unas semanas deslicé hacia mi correo privado el aviso de nuevos comentarios; si no, ni me entero).

Salud para todos y... ¡yo también me pregunto dónde andará Orfeo!

Sebastián Mondéjar dijo...

Bueno..., estoy de acuerdo con ambas Cármenes. A veces es necesario contar con alguien que nos abra los ojos, pero hay muchas formas de hacerlo; algunas hacen daño, y otras intentan hacernos mirar hacia otro lado... También hay quien se aprovecha de su ceguera para delegar toda responsabilidad...

En fin, amigo Pedro Ciudad, percibo que últimamente tu conciencia también ha estado de evaluaciones...

Por cierto, y hablando de señalar errores, creo que hay un posible abuso del adverbio de negación en tu escrito... ¿No debería decir "Uno no es consciente de sus errores y flaquezas hasta que alguien viene a decirle que...", o "mientras no viene alguien a decirle"? ¡A no ser que hayas querido decir exactamente lo que dices...!

¡Salud!

José Manuel dijo...

A mí me llamó la atención exactamente lo mismo que a Sebastián; lo comenté con mi hermana y lo atribuimos a un error. Si no es así, sácanos de dudas, por favor.

Pedro López Martínez dijo...

Alguien ha tenido que venir a decirme que... bla, bla, bla, y ya veis que no he tenido inconveniente en corregir el lapsus. Gracias.

Pedro López Martínez dijo...

Mamen, por más que leo tu post y trato de relativizar su contenio, no puedo dejar de asombrarme de esa aseveración de principios, casi chulesca: "Soy una gran defensora de la hipocresía social".
Yo no estoy de acuerdo, me repugna la hipocresía allá donde se manifieste, creo que no es buena ni para el hipócrita ni para quienes se prestan a su adulación, es una farsa que detesto y que, me parece a mí, adultera el verdadero sentido de a amistad.
Todo esto lo digo cordialmente, claro.

carmen dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
carmen dijo...

Obiamente, Pedro, mi comentario no pretendía ser un ejemplo de corrección política. En ese sentido tendrás que admitir que no he sido nada hipócrita.
Creo que el mundo es de por sí un sitio bastante inhabitable como para que nosotros contribuyamos a ello siendo CRUEL e INNECESARIAMENTE sinceros, sin duda mirar las cosas con cierta distancia y con un poco de sentido del humor y alguna dosis de sentido común ayuda a la convivencia.
Si, por ejemplo, alguien nos invita a conocer su casa recién decorada y ésta resulta un cántico al mal gusto, yo considero inaceptable ir con la verdad por delante y manifestar lo que realmente pienso, no me desharé en elogios pero siempre diré algo agradable. Si alguien a quien detesto viene a saludarme, en principio, le devolveré el saludo e incluso esbozaré una sonrisa, por supuesto no iniciaré una conversación amigable con el fulano pero intentaré tener la fiesta en paz. ¿Por qué? Porque me reservo para otras batallas, reunir fuerzas para poder emplearlas cuando haya que que denunciar una injusticia, cuando haya que alzar la voz aunque te cueste la aceptación social, cuando tenga que dar un paso adelante aunque el cuerpo me pida quedarme cómodamente en mi sofá.
En la vida somos muchas cosas, padres, pareja, hijos, hermanos, amigos... y está claro que según el papel que desempeñemos, la situación que vivamos puntualmenete y la persona con quien tratamos escogeremos el nivel de sinceridad que imprimir a nuestras palabras. No estoy hablando de mentir, hablo de ser justos, compasivos y buscar el bien y esto no se consigue a fuerza de verdades incontestables que por otro lado no existen ("¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela")
No estoy muy segura de lo de quien bien te quiere te hará llorar pero si suscribo el añadido de Carmen: "Quien te quiere te ayudará a no caer en la trampa de la autocompasión, a que germine lo que eres sin negaciones" Pero con delicadeza y teniendo en cuenta que también pedremos equivocarnos. Un beso para todos.

José Manuel dijo...

Por mi parte, si no quiero ser hipócrita, tengo que reconocer que lo soy. En su justa medida lo tengo por una virtud que, afortunadamente, la mayoría practica y yo agradezco. Prefiero apostar con franqueza (hasta cierto punto; ya sabéis cómo las gastamos los hipócritas) por las mentiras piadosas a ir de adalid de la sinceridad allá donde me lleve y quedar desmentido inevitablemente a las primeras de cambio.