jueves, 6 de julio de 2017

Ha de ser digno de verse, digno de verme.
Cuando se me agotan las excusas, acudo a un hipermercado más allá del barrio, a veces con mi mujer y otras solo. Son compras extensas, variadas, en las que se mezclan envases de cristal o plástico con envoltorios sensibles, efectos para la limpieza con víveres de charcutería o carnicería, congelados industriales y productos del tiempo, necesidades que no había previsto en mi organizadísima lista.
Ya en caja, aprovecho la tregua que me da el comprador al que sigo (si se demora en el trámite de pago, tanto mejor) para ir colocándolo todo en la cinta todavía fija, según criterios razonables de peso, volumen o fragilidad (lo más pesado y resistente, primero), de higiene del hogar o alimentario, de conservación frigorífica, etc.
Hasta el minuto fatídico en que se inicia el caos: la cajera (porque suele ser mujer) va pasando el registro de cada cosa y la deja sin miramiento sobre la cinta incesante, mientras yo me afano en reubicar en las bolsas abiertas esto y aquello y lo otro, los botes de cerveza, los cartones de leche, las frutas y verduras, los yogures, los huevos, el pan de molde, las patatas fritas...
En pleno proceso, agobiado por el desorden y la inoperancia de mi estrés, de pronto se detiene la máquina y cesan los ruidos de toda su mecánica, y una voz impasible dicta una cifra que no oigo pero que me incumbe, y de soslayo veo que los clientes que llegan detrás aguardan su turno con cierto interés.
Abandono mis bolsas a medio llenar, busco una tarjeta y luego otra, marco el número secreto correcto, vuelvo a mi actividad frenética, inserto latas en los huecos, deslizo botellas que no entran de pie, hago cambios que generan espacio. Entonces la cajera extiende su mano y me abruma con varios vales de regalo, promociones, descuentos y otros papeles impresos que me guardo de mala gana en el bolsillo, tras mi gracias forzado.
Con el botín en el carro, me aparto un poco, arreglo el desarreglo, almaceno de nuevo en el maletero de mi coche, introduzco la llave en la ranura, respiro.
Sé que hacer la compra me resta vida.

4 comentarios:

Pepe Abellán dijo...

Llevo ya unos años leyéndolo; ahora lo hago todos los días, tras despachar la prensa. Y rara es la entrada, Pedro, que me deja indiferente lo que escribe en el blog. Normalmente me toca las neuronas y empatizo con sus cosas, ya sean recomendaciones de libros, reflexiones sobre sus compras en el supermercado, sobre la edad avanzada, sobre su padre, sobre su hijo pequeño, sobre sus clases... Y me gusta cómo las dice, me interesa su escritura.

Gracias y un saludo.

Pedro López Martínez dijo...

Gracias a usted por la fidelidad y por lo demás. Es por estas complicidades por las que uno escribe. Quiero pensar que usted se ha fijado en la honradez de mis observaciones cotidianas, en la honestidad de mis criterios (errados o no), en ese compromiso con la verdad que procuro deslizar en mis palabras. Me gustaría corresponder a su interés de algún modo, pero de momento solo se me ocurre seguir escribiendo aquello que se me vaya ocurriendo. Salud, amigo!

Pepe Abellán dijo...

Seguro, Pedro, que tenemos bastantes cosas en común, empezando por la docencia, a la que yo también me he dedicado. Además, tengo amigos de hace muchos años en Moratalla, de donde he leído en su perfil que es usted. Conozco a Gustavo Romera, Antonio López, Guillermo, los hermanos «Chascarrillos»..., con algunos de los cuales compartí en Murcia piso y aventuras en los años setenta del siglo pasado. La verdad es que llevo ya tiempo diciendo que tengo que ir a hacerles una visita; a ver si lo hago y coincide que está usted allí y nos vemos, pues me gustaría charlar un rato, si puede ser, con una cerveza o un café delante.

De nuevo, un saludo.

Pedro López Martínez dijo...

Aunque no somos de la misma generación, conozco bien (y hemos colaborado en unas cuantas cosas) a Gustavo Romera. Yo resido en Murcia, así que, para esa posible charla "no virtual" (mejor a la vuelta del verano), puedes contactar conmigo a través de mi correo electrónico: p.fedelena@hotmail.com. Será un placer.
Gracias una vez más.
Salud!