jueves, 24 de enero de 2013

INQUIETUD, DISCIPLINA, MÉTODO

Las rachas de un viento intolerable y paradójico se ensañan furiosamente con los toldos y con la fortaleza resignada de los árboles más altos, al otro lado de la ventana que da al patio del instituto; mientras, aquí, adentro, los alumnos balancean su desidia matutina a despecho de la prosa didáctica medieval (quiero decir, El conde Lucanor), y en mis cavilaciones sin vocación ni trascendencia se interpone de improviso aquella línea festiva de Martínez de Paco: "Día de viento: resarcimiento de calvos". Y como, según los consabidos principios de la causalidad, una idea conduce a otra, mi memoria tira del hilo de los manuscritos inéditos de Jorge y me lleva a esa otra reflexión suya que con tantísima verdad, a mi juicio, sintetiza y simplifica las tres certezas únicas de la ciencia de la pedagogía. Porque, en efecto, el gran reto del profesor de hoy -y de ayer, y de siempre- está fundado en la magia de las aleaciones intuitivas, esto es, en saber dar con la fórmula que conjugue en un aula, en una clase, y acaso para un solo discípulo, la inquietud por el conocimiento y el método para alcanzarlo, la disciplina en el estudio y la inquietud de superación, el método disciplinado y la disciplina metódica. Lo demás -que me perdonen los apóstoles de la cosa- es mera palabrería sin magisterio.

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