miércoles, 16 de enero de 2008

MURIÓ EL POETA

Si la voz que formula las preguntas ociosas me hubiese preguntado, hace tan sólo unas horas, qué poeta español vivo prefería yo sobre todos los que he leído -digo más, sobre todos los que a menudo releo-, es muy probable que le hubiese respondido con una suerte de picardía poética que mascullé años atrás y que es aquí, y hoy, donde y cuando reclama su ocasión de ser: mi poeta español vivo favorito no es otro que aquél en cuyo apellido cabe el nombre, o aquél cuyo nombre se camufla hábilmente en su apellido. Llegué a sus versos tarde, y tarde comprendí que se puede ser deudor de un poeta incluso antes de haberlo conocido, pues de inmediato me identifiqué con sus modos y con la amarga ironía de su decir amable y con su desapego sutilísimo, proclive al divertimento mas sin concesión alguna a la aprosada frivolización que hoy se estila; a tal punto alcanzaba mi querencia que, en mis propios poemas primerizos, atisbé con asombro asociaciones léxicas y empatías retóricas que cualquier crítico avispado -esto es, de los que esgrimen aguijón, y naturalmente insensible a los mecanismos que rigen el proceso creativo- hubiera interpretado sin mayor esfuerzo como veleidades inherentes a un aprendiz de plagiario. Debe hacer ya un lustro que el poeta visitó la ciudad en la que vivo. Quienes me conocen no sospecharán en mí estériles mitomanías, pero lo cierto es que a ese recital en el académico recinto acudí con mi volumen de Palabra sobre palabra, y que, al concluir la ceremonia, aguardé varios minutos para que la mano del poeta eternizara el autógrafo. En el último instante me ganó un prurito de soberbia o de generosidad, o no sé si de las dos a un tiempo, y le sugerí otro nombre. Él, palabra tras palabra, estampó el inocuo y previsible "Para Carmen, con la amistad de...", y luego el garabato de ese apellido suyo en el que se repite, camuflado, el nombre. Leo en ese mismo ejemplar: "Sabía que era la muerte, / y la aceptaba; / suficiente, / justo castigo de la vida, / o acaso lo contrario: / absolución final de todos sus errores". Si murió el poeta -¿murió el poeta?-, presiento que sus versos van a tardar aún en enterarse.

3 comentarios:

Miguel Ángel Orfeo dijo...

"Todo lo consumado en el amor
no será nunca gesta de gusanos.

Los despojos del mar roen apenas
los ojos que jamás
-porque te vieron-,
jamás
se comerá la tierra al fin de todo.

Yo he devorado tú
me has devorado
en un único incendio.

Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo."

ANGEL GONZÁLEZ

Sebastián Mondéjar dijo...

"No fue un sueño,/lo ví:/ la nieve ardía."

Dos veces ángel y dos veces poeta verdadero.

¡Qué buen ojo y qué buen gusto tienes, Pedro!

Tu frase final es todo un poema; un requiem bellísimo.

Por cierto: entre tu nombre y tus apellidos se esconde la palabra poeta.

Pedro López Martínez dijo...

Gracias, Sebas, por alusiones. Un comentario generoso y emotivo el tuyo (no había caído en el "poeta" que anda camuflado por mi nombre y por los dos apellidos de pobre -entiéndase- que lo escoltan).
Y también a ti, Orfeo, por haber entendido desde el primer momento que ahora el único comentario sensato es la palabra del Poeta.
Me enorgullece teneros al otro lado de estos retales.