jueves, 3 de enero de 2008

MUERTES PARALELAS

J.M. fue enterrado hace exactamente un año. Él había ido a mi boda con su novia, y yo, pasado el tiempo, asistí con mi mujer a la suya, en un pueblo de la costa donde se afincó por razones de trabajo. Nuestra relación transitó desde la antigua camaradería generacional (él era un poco mayor que yo) hasta los encuentros cada vez más espaciados, casi siempre coincidiendo con las fiestas de nuestro pueblo. La nochevieja de 2006 la vivió, como todos los años, en familia, y el 1 de enero de 2007 se despidió con la promesa de un pronto regreso, para ayudar en la recogida de la oliva. Antes del amanecer del día 2, se levantó con sigilo para no despertar a su mujer ni a su hija, condujo su coche hacia una zona apartada, dio aviso a la policía a través de un móvil y se disparó con su escopeta de caza.
El curso 2000-2001 di clase en el nocturno del instituto Alfonso X, de Murcia. Entre otros, tuve un menguado grupo de 1º de bachillerato con alumnos algo mayorcitos, nacidos en torno a 1980, grupo al que traté de inyectar algún interés por la literatura, e incluso recuerdo que les organicé un ciclo de encuentros con escritores locales, en el aula. Hubo quien recibió la propuesta con entusiasmo. A finales de abril, el alumno J.J.R. me citó para tomar un café y me regaló una rancia edición del Fausto de Goethe en dos tomos, prologado el primero por A. Valbuena y con un amplio texto escrito a modo de dedicatoria personal. Tiempo después supe que este chico se había enrolado como guardia forestal. Hace unos tres años caminaba yo por la plaza de Santo Domingo, en el centro de Murcia; él me vio desde detrás del mirador de una cafetería y salió a saludarme; insistió en que gracias a mis clases había vuelto a leer, y añadió que gracias a la lectura le había cambiado la vida (era propenso a brotes depresivos). Me despedí de él con una suave punzada de vanidad. A mediados de 2007, en la cantina del cuartel de la Guardia Civil donde ahora residía, cantó con otros compañeros todos los goles de un partido de la Copa de Europa; al terminar comentó que había olvidado algo, subió a su cuarto y se dio un tiro en la sien con el arma reglamentaria.

2 comentarios:

Miguel Ángel Orfeo dijo...

Espeluznante coincidencia, con Fausto de por medio y en dos (2) tomos. Y qué diría la extensa dedicatoria...

Pedro López Martínez dijo...

Como tantas veces sucede, lo único que he pretendido es (como dijo alguien) hacer verosímil la pura realidad. Por eso, Miguel Ángel, y porque aquí no se trata de literatura, esa extensa dedicatoria apenas tiene un valor documental; pero existe, y gracias a ella, y a través de ella, tal vez perviva la memoria de este alumno. Así que la transcribo:
"Cuan buen coleccionista de antigüedades, he ido recogiendo y recopilando todo tipo de objetos antigüos (sic), incluso libros (para decorar estanterías) libros con cubiertas antigüas (sic) y que habrán leído cientos o miles, quizás, de personas con distintos fines o sin ellos. Hoy, meses después de haber encontrado la magia de la literatura, esos libros antigüos (sic) cobran para mí un valor incalculable.
Cuan buen coleccionista de antigüedades, para quien estas cobran vida, desprenden y recogen sensaciones.
Cuan lector simplemente, ni bueno ni malo.
Como buen enamorado, que antepone la felicidad de su musa a cualquier cosa, incluso a perderla si es necesario.
Después de todo lo expresado (no está todo lo que es, pero sí es todo lo que está) le ------ este libro con la tristeza alegre de saber que va a pasar a mejor vida, que estará en las manos que merece.

Zarcilla de Ramos,
23-abril-01"