El día que mi padre se convierte en octogenario, lo veo hacer tres hoyos a golpe de azada, en el huerto que flanquea la casa, para plantar tres árboles frutales: un manzano, un peral y un ciruelo. La escena, coronada por ese nieto de diecisiete que ha heredado su nombre, se abastece de un simbolismo expansivo, inevitable, que todavía me conmoverá en algún recodo del inminente futuro.
miércoles, 26 de diciembre de 2018
domingo, 23 de diciembre de 2018
lunes, 3 de diciembre de 2018
Ayer, elecciones en Andalucía.
Se avecinan tiempos de intolerancia, de fobias e ismos varios, de estupefacción y de fronteras. También de miedo -pienso en esos alumnos de mirada inocente, pienso en mis hijos-, de fantasmas que los de mi generación creíamos superados pero que siempre estuvieron ahí, agazapados tras nuestro adormecido bienestar, al acecho de la incultura más propicia, golosos de insensibilidades sin escrúpulo.
Se avecinan tiempos de vergüenza, de mucha pena y vergüenza.
sábado, 1 de diciembre de 2018
Si hay dios, a la mujer y al hombre solo tendría que pedirles cuentas por el tiempo perdido, esto es, por los paréntesis de vida empobrecida en el amplio bazar de las vulgaridades circundantes.
Salvo que el único y verdadero Dios -el que exige la mayúscula- es la conciencia de cada cual, el sentido íntimo de lo correcto y lo incorrecto.
viernes, 23 de noviembre de 2018
Casualmente, también don Quijote echó a andar por los caminos y por las conciencias de La Mancha cuando su venerado autor sumaba 57 o 58 años; pero no me consta cuándo lo pensó y lo proyectó y lo empezó a redactar.
Dos referentes de tenacidad, dos faros en la noche.
jueves, 22 de noviembre de 2018
miércoles, 21 de noviembre de 2018
martes, 20 de noviembre de 2018
lunes, 19 de noviembre de 2018
domingo, 18 de noviembre de 2018
La vulgaridad se ha adueñado también del insaciable afán de novedades, más ahora que aprendió a colarse en nuestro día sin pedir permiso -llevamos su cáncer en la palma de la mano-, obedeciendo al generoso mandato de un toque casi distraído, inconsciente, tedioso, del pulgar o del índice.
Cómo salvarse de esta deriva, de esta estupidez recurrente, si no es regresando a una actitud de inhibición radical.
sábado, 17 de noviembre de 2018
Dios vigila su obra desde la atalaya de la eternidad, soberbio en la distancia de su instante perpetuo, instalado en ese absoluto que no conoce el antes ni el después de los hombres, reacio a cualquier signo de debilidad que pudiera corregir su perfección, su grandeza.
Dios olvidó a sus criaturas tras el séptimo día, por más que sus criaturas, a lo largo de los siglos, lo invoquen y lo utilicen y lo inventen.
viernes, 2 de noviembre de 2018
Hace más de un mes que pasé por aquí sin saber que no volvería a pasar en más de un mes, paréntesis que se ha ido estirando impremeditadamente, casi al mismo ritmo en que crecía mi barba cana impremeditada.
Helena se fue a la región de la Toscana, a Carrara la del mármol, con sus veinte añitos y una beca por disfrutar. Más lejos aún, en la insondable lógica de su desvarío inmemorial, mi madre examina el rostro de mi padre y lo reconoce por momentos, sorprendida de que vuelva a ser él y no esté muerto como le habían dicho, y soy testigo de cómo se buscan en un abrazo y de cómo él deposita en su mejilla media docena de besos que resumen toda una vida.
Entre tanto, a Federico, el mayor de mis hijos, ya lo miro desde abajo, inclinando un poco la cerviz y mi orgullo intransferible, con la inútil certeza de que más pronto que tarde se marchará también, o de que ya se me está yendo desde hace un buen rato; el pequeño Darío, en cambio, se adhiere a mi día y casi a cada instante de mi día enhebrando entre nosotros una dependencia mutua, como si sus breves ausencias se hubieran adueñado de mi tiempo sin él, como si me extrañara de no hallarlo siempre al alcance de mi vista.
La vida pasa a una velocidad endiablada, engulle las horas sucesivas con un vértigo que ni siquiera yo, desde mi antigua y fenomenal atalaya anticipatoria, supe prever.
domingo, 23 de septiembre de 2018
Procuro escribir todos los días -cuando digo escribir me refiero a crear una secuencia de palabras con voluntad de permanencia, susceptible de ser releída con agrado-, procuro hacer el gesto antiquísimo de abrir un libro con mis manos y recuperar, al azar, el universo de un fragmento apetecido, necesario. Pero no todos los días lo logro; a menudo se imponen inercias ajenas que van trabando los diversos flecos de mi pereza, dibujando su rostro definitivo.
sábado, 22 de septiembre de 2018
domingo, 26 de agosto de 2018
Gracias a una entrevista publicada en prensa, descubro a Yuval Noah Harari, israelí nueve años más joven que yo, autor de un best-seller que también ignoraba: Sapiens. De animales a dioses (2011).
Dice que "el mayor problema político, legal y filosófico de nuestra época es cómo regular la propiedad de los datos", y que los tres grandes retos del siglo (suscribo el segundo y el tercero) son "la amenaza de una guerra nuclear, el cambio climático y la disrupción tecnológica, en especial el auge de la inteligencia artificial y la bioingeniería".
Cuando se le pregunta qué es lo que más le preocupa de la tecnología incide en el control de los individuos: "El gran tema son los datos biométricos. No se trata solo de los datos que dejas cuando haces clic en la web, lo que dices o adónde vas, sino de los datos que dicen qué pasa en el interior de tu cuerpo".
Y pone el dedo en la llaga, que no es sino la gestión de la atención: "La atención es un recurso muy disputado y está vinculado a los datos. Todo el mundo quiere atraer tu atención. El modelo de la industria informativa ha sido completamente distorsionado. Ahora el patrón básico es que recibes la mayoría de las noticias supuestamente gratis (sean reales o falsas), pero en realidad lo haces a cambio de tu atención, y esta se vende a otros. El nuevo símbolo de estatus es la protección contra los ladrones que quieren captar y retener nuestra atención. No tener un smartphone es un símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno".
Él tampoco lo tiene.
jueves, 23 de agosto de 2018
martes, 14 de agosto de 2018
Tras una peripecia de celos, desagradable, todavía dentro del sueño, alguien parecido a mí pero que está enfrente de mí y lo contemplo a distancia advierte que cada Emma Bovary, con su reclamo morboso, su moderna rebeldía y su indudable atractivo literario, mítico, presupone la existencia callada de un Charles Bovary tal vez silenciado, relegado, pero no menos interesante para un examen psicológico. Entonces brota un aplauso de manos cansadas que no acabo de entender cuando ya estoy despierto.
lunes, 6 de agosto de 2018
Los periódicos de papel son para el domingo, diseccionados a ser posible en el dominio doméstico, cómplices de toda la mañana e incluso de parte de la tarde. A nosotros, por afinidad o tradición, el que más nos gusta es El País, que ayer precisamente cumplió la bonita cifra de quince mil números.
Leí un montón de entradas y artículos de actualidad, o eso que el fluir de los tiempos llama actualidad: los ataques de Trump a la prensa, la permanencia del programa nuclear en Corea del Norte según denuncia Naciones Unidas, el incremento de las agresiones xenófobas en Italia, la ola de violencia y homicidios (unos 85 cada día) que no cesa en un país tan civilizado como México, la multiplicada vergüenza de los asaltos por aporofobia u odio a los pobres, el desigual reparto de menores tutelados que arriban a la Península Ibérica en pateras o entre las ruedas de un camión o en el maletero de un coche...
Llama mi atención la historia del preso, violador y asesino, huido y hallado entre Senegal y Gambia junto a la novia que conoció en la cárcel hace una década. Me detengo en una entrevista al físico y premio Nobel en 2004, un tal Frank Wilczek, preocupado por la deriva de los avances en inteligencia artificial. Leo un artículo de Manuel Cruz sobre los impostores de la filosofía y otro, al lado, de una agente literaria que alecciona sobre el libro que no todos llevamos dentro porque no todos somos escritores. Luego el estreno de un documental sobre Chavela Vargas, el enésimo suicidio de un exciclista profesional, el obituario del disidente del régimen soviético que fuera el escritor Vladímir Voinóvich, la siempre golosa pluma de Manuel Vicent en la contraportada.
Vuelvo muchas páginas atrás para reencontrarme con la crónica luctuosa de Vargas Llosa sobre un amigo suyo de juventud y me sorprende aún la clarividencia ocasional de ciertos fragmentos extrapolables, como cuando se pregunta "cuántas promesas se quedaron en embrión (...) por ese derrotismo psicológico que la pobreza intelectual y literaria del medio expande en torno, paralizando a los mejores".
Me chapuzo de nuevo en la piscina y siento que ha sido un domingo más o menos dichoso.
sábado, 4 de agosto de 2018
Es un texto que, intuitivamente, con muchas dudas, a modo de apostilla tal vez inoportuna, adherí al relato "Historia de mis vecinos" (La sonrisa del ahorcado, 2013), aquel en que trataba la soledad y el olvido -tal es la deriva del Alzheimer- desde un ángulo trágico. Ahora lo releo con otros ojos, con una mirada que se solapa a la verdad irremediable y hunde sus tentáculos en el imperioso pronóstico de la ficción:
"Por suerte, hay un tenue resplandor benéfico, una sigilosa forma de dignidad postrera, una especie de tabla de salvación que acecha y que se yergue tras el cristal borroso de una pesadilla, de cualquier pesadilla. No sabemos qué nombre darle exactamente, pero eso mismo es lo que al despertar de un mal sueño nos reconcilia con nosotros y con esas verdades nuestras que llamamos cotidianas y que tan insoportables nos parecen".
Qué no daríamos por despertar ahora, justo en este punto.
viernes, 3 de agosto de 2018
No recordaba haber visto Irrational man, pero sí. Paseando por las emisiones de la tarde, me la he encontrado de improviso y me he sentido impelido a seguir viéndola sin saber que ya la había visto. Magnífica, magnífica..., he murmurado mientras mi madre enferma de Alzheimer dormitaba en el otro sillón y yo miraba la pantalla de la tele y me reconocía en tantos detalles que había olvidado y que no sabré explicar, no todavía.
No recordaba -lo he certificado después- que tras el guion y la dirección estaban la mano y la cabeza de Woody Allen.
martes, 31 de julio de 2018
El fenómeno de los bares que madrugan, no de los que tardan en cerrar. Los parroquianos se levantan antes de que se apaguen las luces de la noche y regresan a sus casas o ponen rumbo a sus trabajos con los primeros rayos de sol. En pueblos como el mío es un ritual digno de análisis, casi una institución.
Hace un tiempo que me gustaría escribir algo sobre ello, un cuento tal vez. Las historias pensadas y nunca escritas constituyen por sí mismas un género literario, un maravilloso bazar.
martes, 24 de julio de 2018
lunes, 23 de julio de 2018
viernes, 13 de julio de 2018
Esto no ha hecho más que empezar, apuntó su médico de familia hace un par de meses, cuando vine a consultar sobre posibles ayudas sociales y le detallé el avance de algunos síntomas. Aquella profecía clínica, facultativa, se me quedó grabada con su cortejo sentencioso, y mis silencios la estuvieron rumiando como si quisieran encontrarle un horizonte de bondad, una luz mínima, un símbolo.
Me bastó toda una mañana a solas con ella, ayer, para percatarme definitivamente de su extravío galopante, de los irreversibles desvaríos de la razón, de los estragos dolorosos de la desmemoria y el olvido. No es solo su vieja rencilla conyugal, su recelo posesivo de objetos y dinero, su laberinto de parentescos y de nombres, su ignorancia de la casa en la que vive más de treinta años, las esporádicas inversiones entre vivos y muertos, ese túnel sin retorno. Por primera vez, en unos instantes que suspendieron mi destino y el suyo, en unos minutos que ya vencieron cualquier porvenir, me confundió con su hermano.
Hoy, al levantarse, le he dicho que la encontraba más contenta, y ella, sin dudarlo, ha respondido que si está más contenta es porque estoy yo. No sé a qué yo se refería, pero me basta. Nos hemos abrazado largamente.
jueves, 12 de julio de 2018
Hay un halo melancólico en cualquier fotografía, sobre todo en las que se apiadan de instantes familiares, un impulso que nace ya triste porque reina irremediablemente en el pasado y comprende que no sobrevivirá a ningún futuro sensato, como esa estrella apagada hace milenios que todavía nos mira con su luz de entonces.
sábado, 30 de junio de 2018
viernes, 29 de junio de 2018
martes, 26 de junio de 2018
miércoles, 20 de junio de 2018
domingo, 10 de junio de 2018
miércoles, 6 de junio de 2018
martes, 5 de junio de 2018
lunes, 4 de junio de 2018
sábado, 2 de junio de 2018
viernes, 1 de junio de 2018
miércoles, 30 de mayo de 2018
lunes, 28 de mayo de 2018
En un curioso derrotero de nombres y títulos y etimologías, en el capítulo tres, Emilio Lledó nos acerca con su sensibilidad acostumbrada la figura esencial de María Zambrano, a propósito de un compendio de estudios que -sobre Séneca- ella había prologado, y que él -don Emilio- leyó en un tren que lo llevaba a Heidelberg allá por 1953; y de ahí un saltito a la noción de patria, y luego otro que va de la materna lengua a la lengua matriz, y otro más para elogiar la maltratada democracia y recordar lo que debiera ser el arte de la política, cuya esencia se concreta en una cita de Platón que hoy más que ayer reclama su necesidad y su vigencia:
"Serán ellos, los políticos, a quienes no esté permitido tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo que cubran estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipientes fabricados con ellos. Si así proceden, se salvarán ellos y salvarán a la ciudad. Pero si adquieren tierras, casas, dinero, se convertirán de guardianes en administradoras trapisondistas y de amigos de sus ciudadanos en odiosos déspotas. Pasarán su vida entera aborreciendo y siendo aborrecidos, conspirando y siendo objeto de conspiraciones, temiendo, en fin, mucho más a los enemigos de dentro que a los de fuera, y así correrán en derechura al abismo, tanto ellos como la ciudad" (República, III).
Cuando atrape otro rato desgranaré mis simpatías por Emilio Lledó, a quien no conozco en persona pero siento próximo en su palabra y en su entusiasmo nonagenario, muy cerca, como a uno de aquellos abuelos venerables y lúcidos.
domingo, 27 de mayo de 2018
Me crucé con tal enunciado en un volumen divulgativo de neurociencia, ámbito que me viene interesando y seduciendo desde hace algún tiempo, y lo anoté en cualquier libreta para extraviarlo y no encontrarlo hasta ahora mismo, hasta este instante en que me apresuro a copiarlo. Y he de añadir que esa "elección entre futuros simulados mentalmente" me gusta mucho más que la entrada del Diccionario de la Real Academia, en cuya acepción primera define decisión como "determinación, resolución que se toma o se da en una cosa dudosa".
Decisiones tomamos todos los días y casi a cada instante, desde la ropa que nos viste al plato que le pedimos a un camarero, unas más conscientes y otras menos, y con diversos índices de riesgo y retahíla de consecuencias; pero solo quien haya tenido que enfrentar una decisión vital, definitiva e irreversible, de esas que polarizan y eternizan un antes y un después, sabrá estar de acuerdo conmigo.
sábado, 26 de mayo de 2018
viernes, 25 de mayo de 2018
jueves, 24 de mayo de 2018
Un día, hará dos o tres meses, bajé a conciencia y me senté a tomar un café para observarlo. Llevaba, como siempre, gorra negra de amplia bisera, gafas de cristales pastosos y montura azulona en los laterales. Su mandíbula excesiva se significaba en un tic laborioso, como si estuviera masticando alguna materia persistente sin abrir la boca, como si succionara un caramelo interminable. En el bolsillo exterior de la raída americana portaba un bolígrafo de broche metálico. En la mesa que ocupaba de medio lado había un botellín de cerveza vacío, un vaso desatendido y un paquete de tabaco Chesterfield, tipo habano. Las voces promiscuas de la terraza no lo apartaban de su objeto, no parecían distraerlo ni molestarlo lo más mínimo. Su comunión con la página era constante; no miraba alrededor, no se permitía esos instantes de tregua que a veces usan los lectores. Si aún no es septuagenario, me dije, poco le falta.
Otro día me sorprendió que compartiera espacio con otro hombre y con tres mujeres de edad similar, de setenta o más. Una de ellas leía para los otros con voz tenue, casi inaudible, mientras ellos permanecían en una quietud de escucha cómplice, con la mirada fija en un punto vacío. Se me ocurrió que formaban un extraño grupo, una especie de club de lectura compartida, y que no les importaba exhibirse en la terraza de un local cualquiera, sin ningún encanto para los encuentros de vocación cultural.
Hoy, esta tarde, de camino al supermercado, me he deslizado por la acera, he examinado a mi lector solitario desde atrás, por la espalda, y he visto las páginas abiertas del libro que apoyaba sobre su muslo cruzado. No era un novelón clásico o moderno, ni era un best-seller, ni un éxito editorial de temporada: eran versos, renglones inequívocos de versos, un libro de poemas cuyo título ignoraré para siempre.
Con las bolsas de la compra en la mano me he vuelto a preguntar quién será él, a qué habrá dedicado su vida, cuántos títulos acumulará su experiencia lectora. Me intriga su voracidad persistente, su misterioso oasis de palabras en medio del griterío colindante, la elección cotidiana de esa esquina aislada, sin gracia, sin un horizonte en el que recrear la vista, sin iguales.
Un día de estos le pido permiso para sentarme a su mesa.
viernes, 18 de mayo de 2018
jueves, 17 de mayo de 2018
De repente, en el pueblo se recibe la inesperada noticia de que uno de sus vecinos, parroquiano del barbero esos casi cuarenta años, ha obtenido un premio importante por un libro que ha escrito. El libro es una novela que, según reconoce sin maldad ni sentimiento de culpa cuando lo entrevistan para una cadena privada de televisión, ha ido embastando a partir de su conversación ininterrumpida a lo largo de cuatro décadas con el peluquero del pueblo, quien, sin saberlo, le estaba dictando la historia que él jamás escribiría. El narrador protagonista es, claro, un barbero de pueblo, y el entorno de la historia, la propia barbería con sus parroquianos.
Ahora que cada cual concluya su moraleja.
miércoles, 16 de mayo de 2018
martes, 15 de mayo de 2018
"No hay una idea más tonta que creer que se conquista una mujer ofreciéndole el espectáculo del propio ingenio. El ingenio no se corresponde en esto con la belleza por la sencilla razón de que no provoca excitación sensual; la belleza, sí.
Todo lo más, se la puede conquistar de esta manera cuando el ingenio parezca una forma de adquirir poder, riqueza, consideración -valores de los que la mujer que se dejase conquistar gozaría de manera refleja. Pero el ingenio, como estupenda máquina que se mueve desinteresadamente, deja indiferente a cualquier mujer.
Verdades que no deberías olvidar".
domingo, 13 de mayo de 2018
El reventado neumático de un automóvil de carreras y la meada de un perro de la calle en el empeine de tu zapato es cuanto ahora queda de aquel vértigo impetuoso y sin duda necesario.
Bajo custodia en un museo, queda también la victoria alada de Samotracia.
Y queda, sobre todo, la provocación de una frase que data de 1909: tu frase.
sábado, 12 de mayo de 2018
Pero, pese a la certeza del aserto, ¿justifica eso el error, significa un velado aplauso de la equivocación como necesario estadio en que apuntalar los pasos del progreso, o es como huir en la dirección equivocada?
No, es claro que el error ni se excusa ni se justifica, porque la trampa que el lenguaje nos tiende es más sutil: en tal manera, el error se legitima.
viernes, 11 de mayo de 2018
miércoles, 9 de mayo de 2018
martes, 8 de mayo de 2018
Con su soledad y con su salud: lo releo hasta cinco veces y me paraliza como una premonición, como si Gombrowicz y Sábato, mano a mano, urdieran fatalmente una trama de caracteres postergados cuyo protagonista todavía pudiera ser alguien muy cercano a mí mismo.
Me pregunto cuántas caras tendrá el fracaso, al menos cuando el fracaso es noble, cuando se atreve a dar la cara.
lunes, 7 de mayo de 2018
domingo, 6 de mayo de 2018
sábado, 5 de mayo de 2018
viernes, 4 de mayo de 2018
miércoles, 2 de mayo de 2018
martes, 1 de mayo de 2018
lunes, 30 de abril de 2018
domingo, 29 de abril de 2018
miércoles, 25 de abril de 2018
martes, 24 de abril de 2018
lunes, 23 de abril de 2018
domingo, 22 de abril de 2018
sábado, 21 de abril de 2018
viernes, 20 de abril de 2018
jueves, 19 de abril de 2018
miércoles, 18 de abril de 2018
martes, 17 de abril de 2018
lunes, 16 de abril de 2018
domingo, 15 de abril de 2018
sábado, 14 de abril de 2018
jueves, 12 de abril de 2018
miércoles, 11 de abril de 2018
martes, 10 de abril de 2018
lunes, 9 de abril de 2018
domingo, 8 de abril de 2018
martes, 20 de marzo de 2018
jueves, 8 de marzo de 2018
miércoles, 7 de marzo de 2018
martes, 6 de marzo de 2018
domingo, 4 de marzo de 2018
sábado, 3 de marzo de 2018
viernes, 2 de marzo de 2018
jueves, 1 de marzo de 2018
jueves, 22 de febrero de 2018
domingo, 18 de febrero de 2018
La tarde del viernes, requerido por obligaciones filiales, me acordé otra vez de aquella página de Azorín. Antes del regreso de una hora de automóvil -lo que dura un disco de Sabina-, me senté en la puerta-terraza de un bar del pueblo -mi pueblo...- y pedí un solitario café. No había nadie a este lado, pero en la acera contraria pululaba la clientela habitual del bar de enfrente, la fauna exacta de todas las tardes de todos los días del mundo en el previsible ecosistema de los bares de pueblo. Allí, si uno observaba, podía advertir la coexistencia pacífica de casi todos los tipos de la humanidad ociosa: el que desea medrar y el que ya medra, el fanfarrón tripudo, el solterón inmemorial, el que otorga cuando calla, el que solo mira su teléfono móvil, el que se le cae la casa encima, el que no tiene abuela, el antiguo edil y el edil actual, el más listo y el más tonto y también sus respectivas viceversas y viceversos (con perdón).
Y aquí, conmigo -no creo que nadie me viera-, el desarraigo, la invencible distancia. Pagué y me fui.
viernes, 16 de febrero de 2018
martes, 13 de febrero de 2018
jueves, 8 de febrero de 2018
miércoles, 7 de febrero de 2018
Para sentirme vivo,
necesito morir en cada instante.
Pasados varios minutos, mi pensamiento se debate entre sentir y saber; pruebo el cambio y me gusta:
Para saberme vivo,
necesito morir en cada instante.
Inseguro, emulando cierta diatriba de estirpe barojiana, dudo aún entre un manojo de preposiciones: ¿en cada instante, con cada instante, a cada instante? Al fin me quedo con la que mejor resuelve lo que deseo expresar:
Para saberme vivo,
necesito morir con cada instante.
Creo que el primer heptasílabo vale como principio, que después debería habilitar una sucesión limitada de negaciones versales y que, como cierre, se podría recuperar el primer verso y añadirle la sentencia, el endecasílabo:
Para saberme vivo,
no [...]
no [...]
no [...]
Para saberme vivo,
necesito morir con cada instante.
Ahora ya no hago cierto que fuera esto lo que intuí, ni si eran estas las palabras precisas que me asediaron en el ecuador de la noche.
martes, 6 de febrero de 2018
Sin duda, llega una edad a la que le interesa escudarse en los matices.
lunes, 5 de febrero de 2018
De lunes a viernes me mantenía al tanto de los derroteros del drama. Se autoinculpaba por sus innumerables desatenciones maritales (sin duda, decía, una actitud aprendida del mal ejemplo del padre) y cargaba contra la complacencia de unos suegros, los suyos, que alentaban con mala fe el desafío de la hija. Una mañana extrema me contó que ella le había pedido permiso para ausentarse dos noches y un día, y que él había cedido a regañadientes, para no perderla del todo, para que terminara de decidirse entre seguir con su matrimonio o tirarlo todo por la borda. Él estaba seguro de que ella iba a vivir su aventura de unas horas con el otro, tal vez en un hotel de una ciudad próxima, y que volvería asqueada y arrepentida, extrañando el calor de la casa y de los hijos.
Ese fin de semana pensé a menudo en los protagonistas, en el amigo confidente y también, cómo no, en la esposa. Me tentaba imaginarlo a él, desesperado, dejando transcurrir el goteo de minutos insufribles hasta que ella regresara, y me excitaba reubicar los pasos de ella en compañía del amante, como esa Emma que se encierra en un coche con Rodolphe o con Léon mientras la pericia del narrador describe las calles erotizadas de Ruan.
A día de hoy siguen juntos. Él apenas habla de aquel episodio; no al menos a mí.
domingo, 4 de febrero de 2018
viernes, 2 de febrero de 2018
No lo había previsto, pero al final cargo con dos nuevos libros: Lágrimas y santos, de Emil Cioran, y Tiempo (La dimensión temporal y el arte de vivir), de Rüdiger Safranski. Dado que algún rey mago y san Sebastián (que santifica el día en que nací) ya me trajeron respectivamente la novela de Aramburu, Patria, y Cartas a Mercedes, de Espinosa (amén de los consabidos diarios de Léautaud y los recuerdos de Ayala), el índice de lecturas que uno quisiera inmediatas se me ha descontrolado en el último mes. Tal vez apropiarse de libros sea otra forma de negociar longevidades.
En el breve repecho del puente de Los Peligros, supero por la izquierda y dejo atrás al hijo de Miguel, Juan Espinosa.
miércoles, 31 de enero de 2018
martes, 30 de enero de 2018
lunes, 29 de enero de 2018
domingo, 28 de enero de 2018
viernes, 26 de enero de 2018
jueves, 25 de enero de 2018
Érase un cuento que nadie queria contar. Estaba todo el tiempo encerrado en su libro de pasta dura, escondido en su pequeño hueco de la estantería. No tenía amigos. Algunos comentaban que era triste o que asustaba mucho, así que nadie iba a buscarlo, nadie separaba sus hojas. Hasta que un buen día se le acercó un niño, lo sacó cuidadosamente de su sitio y observó con atención el dibujo de la portada. En ese instante al cuento le cambió la cara, se puso tan feliz que sus letras bailaban sobre las páginas y casi se echan a volar como mariposas. El niño se preguntó entonces por qué estaría siempre tan solo. A lo mejor daba miedo porque salían lobos malos o hienas rabiosas o monstruos de color verde. O a lo mejor es que no lo conocían bien. El niño avanzó y avanzó, vio ilustraciones de todos los colores y leyó una a una todas las palabras, y cuando alcanzó el final se le encendió una sonrisa: resulta que le había gustado mucho, que era un cuento tan bonito como los otros y que no tenían razón los que decían que daba miedo. Antes de dejarlo en su hueco, le prometió que ya nunca estaría solo, que muy pronto volvería para leerlo de nuevo y para presentarle a sus amigos.
Es indudable que Darío me inspira.
martes, 23 de enero de 2018
¿Así la vida?
domingo, 21 de enero de 2018
Qué rebuscado, para quien lleva un diario, tener que admitir en el propio diario que olvidó por completo que tenía que escribir la página dedicada a tal día y que ahora no se acuerda de lo que hizo, que apenas conserva algunas ideas, fragmentos... Lo hizo Fernando Pessoa un viernes 28 de febrero, hace más de un siglo, seguramente en la hoja de un cuaderno tan pudoroso y sombrío como su propio dueño. Y qué absurdo -para él, si levantara la cabeza y el resto de sus miembros- descubrir que alguien señala y registra aquella impronta de autodisculpa al cabo del tiempo, como si la forzara a propiciar algún mensaje oculto, algún designio; como si solo aquí se realizara el eco que justificará su olvido, la venganza póstuma de su desmemoria.
viernes, 19 de enero de 2018
jueves, 18 de enero de 2018
6 de mayo [1903].- No soy nada brillante, en literatura. Primero, no consigo involucrarme del todo. Lo que se hace en torno a mí no me interesa lo suficiente. Lo noto cada vez más: solo me interesa una cosa: yo, y lo que me pasa, lo que he sido, en lo que me he convertido, mis ideas, mis recuerdos, mis proyectos, mis temores, toda mi vida. Tras esto, pierdo fuelle. Lo demás solo me interesa si tiene relación conmigo.
Y también:
Jueves, 2 de noviembre [1922].- Nunca he tenido tantos gatos como en este momento, ¡45! El año ha sido espantoso en gatos abandonados o extraviados. Y no he recogido a todos los que habría podido coger. Hay, por desgracia, limitaciones como el dinero, y como el trabajo para mi criada.
Paul Léautaud nació, por cierto, un día 18 de enero, en París.
miércoles, 17 de enero de 2018
Al caer la tarde me interno en un bazar chino, del barrio, y busco y encuentro una agenda sencilla de 2018. Me he acostumbrado a llevarlas conmigo, casi como un amuleto, y no he sabido renunciar -este año tampoco- a la garantía de su buena memoria y a la esperanza de sus hojas vencidas. Como si la posesión de un espacio en blanco donde poner citas y eventos, donde destacar determinadas fechas y después tacharlas, pudiera asegurarle a uno la victoria sobre unos plazos, el espejismo de un pacto anual de supervivencia.
martes, 16 de enero de 2018
domingo, 14 de enero de 2018
sábado, 13 de enero de 2018
jueves, 11 de enero de 2018
Yo, sin duda porque no tengo éxito ni público, sí que hojeo de tarde en tarde -a veces con sonrojo y penitencia, a veces no- algún ejemplar que amarillea entre aquellos libros míos, y lo hago al amparo de la añoranza, para recobrar ciertas ilusiones de juventud, tratando de resucitar el aliento morboso de aquellos signos originarios que se creyeron inmortales sobre la planicie de un folio en blanco.
Me acerco al Libro ciudad (premio Vicente Gaos, editorial Renacimiento, etcétera) y recuerdo versos que son versículos y que rezuman todavía una indómita vocación sentenciosa, y los rescato aisladamente para mi regodeo, y noto que siguen siendo yo, todavía yo...
"In principio fue una especie de tiniebla o de sombra acechanza de la ausencia del ser o del ser-nada eco sordo de un silencio imposible insoportable o tan solo la carcajada profundísima de un dios inveterado que hace planes por desgracia cualquier plan es de futuro";
"Todo lo que escribes hoy es ya estiércol de ayer seca mierda que olerás mañana con la pompa precisa de los grandes momentos";
"Aquí me quedo aquí me acabo parapetado como un dios dimisionario en el postrero día de la semana";
"Ese tipo de ahí es el boceto exacto de mi rostro futuro puedo trizarlo ahora puedo trizarlo puedo";
"Hoy es casi noble si escribes por ejemplo que no has muerto esta tarde de muerte natural";
"Un hombre solo no es solo un hombre apena la multiplicación de su pereza":
"De repente todo es como lluvia que salpica en otro patio".
miércoles, 10 de enero de 2018
Apenas recordaba la historia, el desarrollo estructural que anuda la evocación sucesiva del párroco; sin embargo, el impacto seco de los nombres de los personajes -Mosén Millán, Paco el del Molino- emerge de lo más profundo de mi cerebro y me remite a aquellas sesiones ya olvidadas, dentro de aquel aulario de paredes rocosas que algún edil improvisó en los bajos de la plaza de la iglesia. Doña Ana leía y leía, no sé si para castigar nuestra impaciencia quinceañera o para inocularnos el gusto definitivo por la lectura de los clásicos, pero lo cierto es que algunos alumnos nos pasábamos la hora lanzándonos bolitas de papel, indiferentes, ideando cualquier gracieta o perdidos en elucubraciones que trascendían la buena fe de la profesora. Ella, a veces, se frenaba en mitad de un párrafo y nos miraba con gesto inequívoco por encima de sus gafas de leer.
Aunque hoy nadie lo sospecharía, en esa época tuve que ser un alumno bastante incómodo.
martes, 9 de enero de 2018
lunes, 8 de enero de 2018
domingo, 7 de enero de 2018
Yo, que he avanzado poco y mal por mi galería de borradores, de proyectos malogrados o estacionados y de inéditos restituibles, me atrinchero tras la pantalla del portátil y, como una pitonisa en trance, pongo las manos sobre las teclas. Ya es noche cerrada y se respira el silencio de la casa, una calma que parece desmentir los trasiegos y los atropellos que nos llevarán de aquí para allá desde muy temprano, mañana y los días sucesivos.
Este diario -quién me lo iba a decir hace una década, cuando lo inauguré con alguna disputa de conciencia, como si traicionara la verdadera vocación- es ahora el penúltimo reducto, el inesperado testigo de mi incertidumbre, el medidor de mis reservas de constancia, mi fortaleza.