miércoles, 26 de diciembre de 2018

El día que mi padre se convierte en octogenario, lo veo hacer tres hoyos a golpe de azada, en el huerto que flanquea la casa, para plantar tres árboles frutales: un manzano, un peral y un ciruelo. La escena, coronada por ese nieto de diecisiete que ha heredado su nombre, se abastece de un simbolismo expansivo, inevitable, que todavía me conmoverá en algún recodo del inminente futuro.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Hoy ostento la voluntad de inhibirme, de abstenerme, de pasar de puntillas, de no planificar ni emprender nada que acabe colapsando mis expectativas, de limitarme a mirar alrededor y observar el discurso de los días sin más esfuerzo ni vocación, como si lo contemplado ya hubiera dejado de pertenecerme. Silencios y quietudes, tan solo eso... En los meses que promete el nuevo año me conformaría con menos: aprender por fin a fijar prioridades y a prescindir de lo accesorio; hacer verdadera limpieza por fuera y por dentro; poner orden.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Ayer, elecciones en Andalucía.
Se avecinan tiempos de intolerancia, de fobias e ismos varios, de estupefacción y de fronteras. También de miedo -pienso en esos alumnos de mirada inocente, pienso en mis hijos-, de fantasmas que los de mi generación creíamos superados pero que siempre estuvieron ahí, agazapados tras nuestro adormecido bienestar, al acecho de la incultura más propicia, golosos de insensibilidades sin escrúpulo.
Se avecinan tiempos de vergüenza, de mucha pena y vergüenza.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Si hay dios, a la mujer y al hombre solo tendría que pedirles cuentas por el tiempo perdido, esto es, por los paréntesis de vida empobrecida en el amplio bazar de las vulgaridades circundantes.
Salvo que el único y verdadero Dios -el que exige la mayúscula- es la conciencia de cada cual, el sentido íntimo de lo correcto y lo incorrecto.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Nada que hacer. Y, sin embargo, tanto...

viernes, 23 de noviembre de 2018

Cuando Saramago publicó su primera novela saramaguiana por derecho (Levantado del suelo, 1980) tenía 57 o 58 años. Supongo que la pensó y la proyectó y la empezó a redactar a los 55 o 56, pero no tengo noticias al respecto. A esa la siguieron, con una productividad asombrosa, cuatro más en la década de los ochenta (Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, La balsa de piedra, Historia del cerco de Lisboa), tres en la de los noventa (Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres) y seis entre 2000 (La caverna) y 2008 (Caín); hasta que acaeció su muerte en 2010. Casi en el ecuador de esos tan aprovechados treinta años se le otorgó el Nobel de Literatura.
Casualmente, también don Quijote echó a andar por los caminos y por las conciencias de La Mancha cuando su venerado autor sumaba 57 o 58 años; pero no me consta cuándo lo pensó y lo proyectó y lo empezó a redactar.
Dos referentes de tenacidad, dos faros en la noche.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Miro el televisor con escepticismo creciente, con mirada interina, sin apenas vocación. Cuando al fin me siento en el sofá, o ya ha empezado una película o la veo empezar sabiendo que no me interesará hasta el desenlace, que no aguantaré casi dos horas de atención sostenida, que tal vez la inercia de mi mano mudará de canal, uno tras otro, hasta completar dos o más vueltas al circuito. Ahora podría estar leyendo un buen libro, o librando mi secreta batalla con un poema que intuí en verano y del que no he enhebrado más de media docena de versos. Pero sigo aquí, mirando aquello y escribiendo esto, suscrito a pensamientos fugaces, con ligero remordimiento por no haberme sometido a algún plazo eludible en el trabajo, planeando los eventos sociofamiliares para el sábado y el domingo, sopesando la oportunidad de un permiso sin sueldo en los próximos meses, esperando una señal que me guíe hasta la cama, extrañando a mi hija.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

El amigo, en la distancia, teclea que qué tal estoy. Asumido por el sistema -escribo yo, a mi vez-, amordazado por la escueta realidad y por la nómina, terriblemente acomodado en la queja y la desdicha que ello me provoca. Todo se resume en que no sé gestionar mi tiempo, el que tengo, y cada día me paraliza más la desmotivación para alcanzarlo y ponerlo a mi servicio. El amigo replica que él ya no se queja, pero que en todo lo demás parezco su propio retrato; me recomienda un poco de disciplina para recobrar mi tiempo. Sí, pero es que mi tiempo ya no es mío: pertenece a mi trabajo, a mis tres hijos de tres edades, a mis padres no demasiado mayores pero sí demasiado solos y achacosos, a mi mujer, al trasiego cotidiano... Soy un quejica, lo sé; y sé que es un problema mío conmigo, una deriva perezosa que tiene mucho que ver con las circunstancias. En un rapto de incontinencia, le envío mi último poema, con fecha del 4 de octubre. Inmediatamente lo tilda de muy reflexivo y autocontradictorio. Me aconseja que me pida una excedencia y le prometo pensármelo. Tras el intercambio de desahogo en la pantallita del teléfono, nos emplazamos para una buena borrachera cuando él regrese a la ciudad, en las postrimerías del año.

martes, 20 de noviembre de 2018

Aunque solo me faltaban dos meses para cumplir nueve años, admito que de aquel 20 de noviembre de 1975 no recuerdo nada que me haga sentir partícipe de la Historia con mayúscula. Sí me rememoro vagamente subiendo la cuesta del colegio y cantando a coro, con mis compañeros, cualquier rima agradecida por la semana de vacaciones que el destino, tan caprichoso, nos regalaba. Hoy sé y sabemos que la sombra del Dictador es el lastre más enconado y perdurable, no ya para el futuro, sino para el presente de esta España que siempre será dos.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Ingresar en una librería -en una librería de aquellas que llamaban de viejo, de segunda mano, de ocasión- con algunas horas por delante, y perderse en su laberinto de pasillos borgianos y escrutar en sus fondos ya extemporáneos, de izquierda a derecha y de arriba abajo, dejándose mecer por sus lomos sucesivos de títulos y nombres, extrayendo algún ejemplar que despierta nuestra curiosidad o remueve nuestra nostalgia, abriéndolo por cualquier página agradecida, hallando sin buscar. Me pregunto cómo será la vida sin ese tiempo en suspensión, sin ese viaje sentimental, sin ese oasis tan necesario.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Hartazgo de actualidad, indiferencia ante los titulares que continuamente restaura la inmediatez de los medios, empacho de noticias que se saben fabricadas, forzadas para el consumo rápido, efímeras.
La vulgaridad se ha adueñado también del insaciable afán de novedades, más ahora que aprendió a colarse en nuestro día sin pedir permiso -llevamos su cáncer en la palma de la mano-, obedeciendo al generoso mandato de un toque casi distraído, inconsciente, tedioso, del pulgar o del índice.
Cómo salvarse de esta deriva, de esta estupidez recurrente, si no es regresando a una actitud de inhibición radical.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Dios no toma decisiones.
Dios vigila su obra desde la atalaya de la eternidad, soberbio en la distancia de su instante perpetuo, instalado en ese absoluto que no conoce el antes ni el después de los hombres, reacio a cualquier signo de debilidad que pudiera corregir su perfección, su grandeza.
Dios olvidó a sus criaturas tras el séptimo día, por más que sus criaturas, a lo largo de los siglos, lo invoquen y lo utilicen y lo inventen.

viernes, 2 de noviembre de 2018

El insomnio: la conciencia dando vueltas, centrifugando, como el tambor de una lavadora en el ecuador de la noche.
Hace más de un mes que pasé por aquí sin saber que no volvería a pasar en más de un mes, paréntesis que se ha ido estirando impremeditadamente, casi al mismo ritmo en que crecía mi barba cana impremeditada.
Helena se fue a la región de la Toscana, a Carrara la del mármol, con sus veinte añitos y una beca por disfrutar. Más lejos aún, en la insondable lógica de su desvarío inmemorial, mi madre examina el rostro de mi padre y lo reconoce por momentos, sorprendida de que vuelva a ser él y no esté muerto como le habían dicho, y soy testigo de cómo se buscan en un abrazo y de cómo él deposita en su mejilla media docena de besos que resumen toda una vida.
Entre tanto, a Federico, el mayor de mis hijos, ya lo miro desde abajo, inclinando un poco la cerviz y mi orgullo intransferible, con la inútil certeza de que más pronto que tarde se marchará también, o de que ya se me está yendo desde hace un buen rato; el pequeño Darío, en cambio, se adhiere a mi día y casi a cada instante de mi día enhebrando entre nosotros una dependencia mutua, como si sus breves ausencias se hubieran adueñado de mi tiempo sin él, como si me extrañara de no hallarlo siempre al alcance de mi vista.
La vida pasa a una velocidad endiablada, engulle las horas sucesivas con un vértigo que ni siquiera yo, desde mi antigua y fenomenal atalaya anticipatoria, supe prever.  

domingo, 23 de septiembre de 2018

Procuro escribir todos los días -cuando digo escribir me refiero a crear una secuencia de palabras con voluntad de permanencia, susceptible de ser releída con agrado-, procuro hacer el gesto antiquísimo de abrir un libro con mis manos y recuperar, al azar, el universo de un fragmento apetecido, necesario. Pero no todos los días lo logro; a menudo se imponen inercias ajenas que van trabando los diversos flecos de mi pereza, dibujando su rostro definitivo.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Vida intelectual nula, salvo que hablo en clase para unos alumnos. Ya ni siquiera me visitan indicios de posibles poemas, ni fantaseo con títulos de novelas que nunca escribiré, ni imagino desenlaces.
Y luego me sorprendo de que mi madre enferma, desmemoriada, a veces no me reconozca.

domingo, 26 de agosto de 2018

Eterno disco
que iluminó aquel beso;
moneda o signo.

Gracias a una entrevista publicada en prensa, descubro a Yuval Noah Harari, israelí nueve años más joven que yo, autor de un best-seller que también ignoraba: Sapiens. De animales a dioses (2011).
Dice que "el mayor problema político, legal y filosófico de nuestra época es cómo regular la propiedad de los datos", y que los tres grandes retos del siglo (suscribo el segundo y el tercero) son "la amenaza de una guerra nuclear, el cambio climático y la disrupción tecnológica, en especial el auge de la inteligencia artificial y la bioingeniería".
Cuando se le pregunta qué es lo que más le preocupa de la tecnología incide en el control de los individuos: "El gran tema son los datos biométricos. No se trata solo de los datos que dejas cuando haces clic en la web, lo que dices o adónde vas, sino de los datos que dicen qué pasa en el interior de tu cuerpo".
Y pone el dedo en la llaga, que no es sino la gestión de la atención: "La atención es un recurso muy disputado y está vinculado a los datos. Todo el mundo quiere atraer tu atención. El modelo de la industria informativa ha sido completamente distorsionado. Ahora el patrón básico es que recibes la mayoría de las noticias supuestamente gratis (sean reales o falsas), pero en realidad lo haces a cambio de tu atención, y esta se vende a otros. El nuevo símbolo de estatus es la protección contra los ladrones que quieren captar y retener nuestra atención. No tener un smartphone es un símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno".
Él tampoco lo tiene.

jueves, 23 de agosto de 2018

Qué puedo reprocharles a quienes viven por encima de sus posibilidades: yo he vivido muchos años imaginando un destino que estaba, sin duda, muy por encima de mi talento.

miércoles, 22 de agosto de 2018

El primer hombre
miró la misma Luna
que yo contemplo.

martes, 14 de agosto de 2018

Tras una peripecia de celos, desagradable, todavía dentro del sueño, alguien parecido a mí pero que está enfrente de mí y lo contemplo a distancia advierte que cada Emma Bovary, con su reclamo morboso, su moderna rebeldía y su indudable atractivo literario, mítico, presupone la existencia callada de un Charles Bovary tal vez silenciado, relegado, pero no menos interesante para un examen psicológico. Entonces brota un aplauso de manos cansadas que no acabo de entender cuando ya estoy despierto.

lunes, 6 de agosto de 2018

Los periódicos de papel son para el domingo, diseccionados a ser posible en el dominio doméstico, cómplices de toda la mañana e incluso de parte de la tarde. A nosotros, por afinidad o tradición, el que más nos gusta es El País, que ayer precisamente cumplió la bonita cifra de quince mil números.
Leí un montón de entradas y artículos de actualidad, o eso que el fluir de los tiempos llama actualidad: los ataques de Trump a la prensa, la permanencia del programa nuclear en Corea del Norte según denuncia Naciones Unidas, el incremento de las agresiones xenófobas en Italia, la ola de violencia y homicidios (unos 85 cada día) que no cesa en un país tan civilizado como México, la multiplicada vergüenza de los asaltos por aporofobia u odio a los pobres, el desigual reparto de menores tutelados que arriban a la Península Ibérica en pateras o entre las ruedas de un camión o en el maletero de un coche...
Llama mi atención la historia del preso, violador y asesino, huido y hallado entre Senegal y Gambia junto a la novia que conoció en la cárcel hace una década. Me detengo en una entrevista al físico y premio Nobel en 2004, un tal Frank Wilczek, preocupado por la deriva de los avances en inteligencia artificial. Leo un artículo de Manuel Cruz sobre los impostores de la filosofía y otro, al lado, de una agente literaria que alecciona sobre el libro que no todos llevamos dentro porque no todos somos escritores. Luego el estreno de un documental sobre Chavela Vargas, el enésimo suicidio de un exciclista profesional, el obituario del disidente del régimen soviético que fuera el escritor Vladímir Voinóvich, la siempre golosa pluma de Manuel Vicent en la contraportada.
Vuelvo muchas páginas atrás para reencontrarme con la crónica luctuosa de Vargas Llosa sobre un amigo suyo de juventud y me sorprende aún la clarividencia ocasional de ciertos fragmentos extrapolables, como cuando se pregunta "cuántas promesas se quedaron en embrión (...) por ese derrotismo psicológico que la pobreza intelectual y literaria del medio expande en torno, paralizando a los mejores".
Me chapuzo de nuevo en la piscina y siento que ha sido un domingo más o menos dichoso.

sábado, 4 de agosto de 2018

Es un texto que, intuitivamente, con muchas dudas, a modo de apostilla tal vez inoportuna, adherí al relato "Historia de mis vecinos" (La sonrisa del ahorcado, 2013), aquel en que trataba la soledad y el olvido -tal es la deriva del Alzheimer- desde un ángulo trágico. Ahora lo releo con otros ojos, con una mirada que se solapa a la verdad irremediable y hunde sus tentáculos en el imperioso pronóstico de la ficción:
"Por suerte, hay un tenue resplandor benéfico, una sigilosa forma de dignidad postrera, una especie de tabla de salvación que acecha y que se yergue tras el cristal borroso de una pesadilla, de cualquier pesadilla. No sabemos qué nombre darle exactamente, pero eso mismo es lo que al despertar de un mal sueño nos reconcilia con nosotros y con esas verdades nuestras que llamamos cotidianas y que tan insoportables nos parecen".
Qué no daríamos por despertar ahora, justo en este punto.

viernes, 3 de agosto de 2018

No recordaba haber visto Irrational man, pero sí. Paseando por las emisiones de la tarde, me la he encontrado de improviso y me he sentido impelido a seguir viéndola sin saber que ya la había visto. Magnífica, magnífica..., he murmurado mientras mi madre enferma de Alzheimer dormitaba en el otro sillón y yo miraba la pantalla de la tele y me reconocía en tantos detalles que había olvidado y que no sabré explicar, no todavía.
No recordaba -lo he certificado después- que tras el guion y la dirección estaban la mano y la cabeza de Woody Allen.

martes, 31 de julio de 2018

El fenómeno de los bares que madrugan, no de los que tardan en cerrar. Los parroquianos se levantan antes de que se apaguen las luces de la noche y regresan a sus casas o ponen rumbo a sus trabajos con los primeros rayos de sol. En pueblos como el mío es un ritual digno de análisis, casi una institución.
Hace un tiempo que me gustaría escribir algo sobre ello, un cuento tal vez. Las historias pensadas y nunca escritas constituyen por sí mismas un género literario, un maravilloso bazar.

sábado, 28 de julio de 2018

Cómo será la casa sin ella; cómo será sin ellos...

martes, 24 de julio de 2018

Así las cosas, nada es lo mismo. Urge una relectura del realismo mágico, sobre todo de Pedro Páramo, la novela de Rulfo.

lunes, 23 de julio de 2018

Su madre -mi abuela- murió septuagenaria en la primavera de 1995, aunque eso no obsta para que algunas veces la vea pasar por la calle, pues sabe de buena tinta que se escapó de la casa y que ahora vive escondida.

viernes, 13 de julio de 2018

Esto no ha hecho más que empezar, apuntó su médico de familia hace un par de meses, cuando vine a consultar sobre posibles ayudas sociales y le detallé el avance de algunos síntomas. Aquella profecía clínica, facultativa, se me quedó grabada con su cortejo sentencioso, y mis silencios la estuvieron rumiando como si quisieran encontrarle un horizonte de bondad, una luz mínima, un símbolo.
Me bastó toda una mañana a solas con ella, ayer, para percatarme definitivamente de su extravío galopante, de los irreversibles desvaríos de la razón, de los estragos dolorosos de la desmemoria y el olvido. No es solo su vieja rencilla conyugal, su recelo posesivo de objetos y dinero, su laberinto de parentescos y de nombres, su ignorancia de la casa en la que vive más de treinta años, las esporádicas inversiones entre vivos y muertos, ese túnel sin retorno. Por primera vez, en unos instantes que suspendieron mi destino y el suyo, en unos minutos que ya vencieron cualquier porvenir, me confundió con su hermano.
Hoy, al levantarse, le he dicho que la encontraba más contenta, y ella, sin dudarlo, ha respondido que si está más contenta es porque estoy yo. No sé a qué yo se refería, pero me basta. Nos hemos abrazado largamente.

jueves, 12 de julio de 2018

Días atrás se me ahogó el teléfono móvil -cayó al retrete- y con él la red de contactos y conversaciones y la cuantiosa galería de fotos de toda índole que se me fueron añadiendo en los últimos tres o cuatro años. No tuve la precaución de prevenir lo que, sin embargo, es fácil que suceda, acaso necesario. Ahora pienso en esa cadena oculta de momentos almacenados que poco a poco indulté del olvido y aparté de la nada, en esa secuencia de imágenes guardadas para nunca que ya no volverán a mí, que se han diluido sin haber alcanzado más que una existencia virtual, digital, y siento la pérdida como si se tratase de una realidad física, como si se me hubiera amputado un miembro que estaba ahí aunque yo no lo utilizara.
Hay un halo melancólico en cualquier fotografía, sobre todo en las que se apiadan de instantes familiares, un impulso que nace ya triste porque reina irremediablemente en el pasado y comprende que no sobrevivirá a ningún futuro sensato, como esa estrella apagada hace milenios que todavía nos mira con su luz de entonces.

viernes, 6 de julio de 2018

Ecos de mar.
Rumores de un eterno.
Profundidades.

martes, 3 de julio de 2018

La indiferencia
de los astros, arriba,
es lo que envidio.

sábado, 30 de junio de 2018

Del colombiano Nicolás Gómez Dávila, uno de sus escolios (especie del aforismo): "Verdadero aristócrata es el que tiene vida interior, cualquiera que sea su origen, su rango o su fortuna".
La modestia, por definición, siempre es falsa, ya que la modestia es mismamente la divulgación de la humildad, y toda apropiación verbal de una virtud se significa en la inmodestia. Pero hay una forma de modestia, en el seno de la falsa modestia, que a menudo nos será incluso tolerable: esa que despliega sin vanos oropeles su discurso cercano, simpático, noble.

viernes, 29 de junio de 2018

Personaje gris, empleado de banca o funcionario de correos, por ejemplo. Se pasa media vida proyectando una novela para la que toma notas en decenas de cuadernos y papeletas, pero nunca se decide a escribirla. Incluso, redacta cerca de un millar de dedicatorias destinadas al millar de lectores con nombre y apellidos, entre imaginados y reales, que acudirán con su ejemplar para que él se lo firme en una mesa dispuesta en unos grandes almacenes. Y eso es lo que queda al fin: el mero afán que se sustancia y acecha tras el millar de dedicatorias futuras (de lectores imaginados y reales) que uno de sus hijos recopila y edita con dinero póstumo en una modestísima imprenta de la ciudad.

miércoles, 27 de junio de 2018

De Luna en Luna
se encadenan los días,
sellan su nada.

martes, 26 de junio de 2018

Confundir la circunstancia (o las circunstancias, que se quieren pasajeras y ocasionales, frívolas) con el destino (que no tolera bien el plural, y cuya gravedad a menudo se tensa en arco para salirse de los dígitos que acotan la propia vida) es la prueba inmediata del conformismo, la mejor coartada que ha inventado el fracaso, el camino más corto a la definitiva claudicación.

miércoles, 20 de junio de 2018

Lo único que le pido a la música es que no estorbe al silencio, a mi silencio.

domingo, 10 de junio de 2018

A partir de cierta edad, hacer tiempo (esto es, aplazar el presente y colmarlo de futuros idealizados, embellecidos) ya no es lo mismo que perderlo, como perderlo nunca fue lo mismo que matarlo; es, de las tres, la peor opción, la más insensata y la más cobarde.

miércoles, 6 de junio de 2018

Ante una desgracia, personal o ajena, plantearse el porqué o el paraqué, siquiera sea de una forma retórica y sin pretender respuesta, conecta directamente al individuo con la idea de Dios, lo sitúa en una dimensión religiosa -supersticiosa-, pues con más o menos consciencia presupone la ejecución calculada de un plan supremo, sanciona los motivos y razones que están más allá del mero azar y de la sarta sucesiva de causas y efectos. Debilidad que expresa nuestro desamparo existencial, nuestro extravío inconsolable en medio de esta motita del universo en la que hemos venido a cobrar vida y a esgrimir inteligencia para, ante una desgracia personal o ajena, plantearnos los porqués y los paraqués.

martes, 5 de junio de 2018

Se inicia el relato con la narración de un sueño rarísimo, inverosímil, que el personaje ha tenido o está teniendo. Pero ese personaje despierta al fin, con cierto alivio, casi liberado, y prosigue con su vida, cotidianamente, ahora observado por la mirada benévola, cómplice, del lector. Hasta que, poco a poco, con tiento, ese mismo lector se deja engullir por un suave recelo y comprende, mucho más adentro, la verdad rigurosa de sus primeras intuiciones: aquel sueño se está cumpliendo de hecho en la realidad del personaje, sueño y realidad que, también, verosímilmente, salpican a ese lector ya atrapado en su tela de araña.

lunes, 4 de junio de 2018

Los adjetivos son siempre una tentación y, a menudo, un exceso, un vicio (que Borges ya denunció con perspicacia borgiana); es decir, un pecado de estilo. Pero los adjetivos son también, algunas veces, la imagen más fiel del alma de un escritor.

sábado, 2 de junio de 2018

Incapaz de propiciar un ámbito que se someta a las actuales exigencias de tiempo y espacio. Sensación de interinidad permanente, de energías hipotecadas o, lo que es peor, de desgana golosa, liberadora casi. Reincide la terrible certeza de no ser yo, no aún yo, no aquel yo que irremediablemente estuvo llamado a pertenecerme. Temo al día en que un rostro anacrónico me reproche desde el espejo el tamaño de mi despilfarro.

viernes, 1 de junio de 2018

¿Y si, por el contrario, nada se bifurca ni se diversifica, sino que el gran río de las cosas se desliza del revés? ¿Y si todo y todos, minuciosamente, caminamos hacia el origen absoluto, hacia la eterna unidad que nos precede? ¿Y si la propia historia de la Humanidad, minúscula gota de ese río, no fuera más que una enseñanza de sentido inverso, un viaje de retorno a un principio que siempre -oh insensatos- hemos percibido como final?

miércoles, 30 de mayo de 2018

No hay acto humano que no alcance, a la postre, responsabilidad universal, desde el más nimio e inofensivo al más disparatado y atroz.

lunes, 28 de mayo de 2018

Cita inesperada con una decena de textos reunidos por su autor, Emilio Lledó, bajo el rótulo Los libros y la libertad (2013). Entre tanto, mi hijo Darío colorea los animales de la sabana que me va demandando; impera en el salón de la tarde la magia sonora de un recopilatorio de Vivaldi junto a la luz explosiva que se cuela por los ventanales después de subir persianas y recoger cortinas.
En un curioso derrotero de nombres y títulos y etimologías, en el capítulo tres, Emilio Lledó nos acerca con su sensibilidad acostumbrada la figura esencial de María Zambrano, a propósito de un compendio de estudios que -sobre Séneca- ella había prologado, y que él -don Emilio- leyó en un tren que lo llevaba a Heidelberg allá por 1953; y de ahí un saltito a la noción de patria, y luego otro que va de la materna lengua a la lengua matriz, y otro más para elogiar la maltratada democracia y recordar lo que debiera ser el arte de la política, cuya esencia se concreta en una cita de Platón que hoy más que ayer reclama su necesidad y su vigencia:
"Serán ellos, los políticos, a quienes no esté permitido tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo que cubran estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipientes fabricados con ellos. Si así proceden, se salvarán ellos y salvarán a la ciudad. Pero si adquieren tierras, casas, dinero, se convertirán de guardianes en administradoras trapisondistas y de amigos de sus ciudadanos en odiosos déspotas. Pasarán su vida entera aborreciendo y siendo aborrecidos, conspirando y siendo objeto de conspiraciones, temiendo, en fin, mucho más a los enemigos de dentro que a los de fuera, y así correrán en derechura al abismo, tanto ellos como la ciudad" (República, III).
Cuando atrape otro rato desgranaré mis simpatías por Emilio Lledó, a quien no conozco en persona pero siento próximo en su palabra y en su entusiasmo nonagenario, muy cerca, como a uno de aquellos abuelos venerables y lúcidos.

domingo, 27 de mayo de 2018

"Una decisión es una elección entre futuros simulados mentalmente".
Me crucé con tal enunciado en un volumen divulgativo de neurociencia, ámbito que me viene interesando y seduciendo desde hace algún tiempo, y lo anoté en cualquier libreta para extraviarlo y no encontrarlo hasta ahora mismo, hasta este instante en que me apresuro a copiarlo. Y he de añadir que esa "elección entre futuros simulados mentalmente" me gusta mucho más que la entrada del Diccionario de la Real Academia, en cuya acepción primera define decisión como "determinación, resolución que se toma o se da en una cosa dudosa".
Decisiones tomamos todos los días y casi a cada instante, desde la ropa que nos viste al plato que le pedimos a un camarero, unas más conscientes y otras menos, y con diversos índices de riesgo y retahíla de consecuencias; pero solo quien haya tenido que enfrentar una decisión vital, definitiva e irreversible, de esas que polarizan y eternizan un antes y un después, sabrá estar de acuerdo conmigo.

sábado, 26 de mayo de 2018

No el déficit académico (que el verdadero talento suple sin mayor esfuerzo), ni siquiera la incultura (que puede ser virtuosa, que se traduce en dignidad simplemente cuando no es cerril): lo que cada día me aparta más de muchas gentes y costumbres es la actualísima ostentación del paletismo, el aplauso de la ignorancia embalsamada y satisfecha, el desprecio de cualquier forma de distinción o de mérito. Y ello, siendo grave en quienes no supieron o no pudieron acceder a cultura ni academia, se torna insufrible y repulsivo cuando se intercepta en esos otros que en sus juventudes frecuentaron alguna universidad que los facultó para ejercer en la función pública, desde maestros y periodistas y jueces a economistas y banqueros y registradores de la propiedad.

viernes, 25 de mayo de 2018

Hay seres cuyo único proyecto se limita a existir, a dejarse vivir, a habitar la tierra que les legaron. Y ello sin la necesidad de articular para los otros un solo pensamiento autónomo, sino apenas las noventa o cien palabras y los veinticinco sintagmas que demanda el instinto natural de comunicarse, de convivir en sociedad. Cualquiera diría que son felices aunque no lo saben, o que lo son -felices- precisamente porque no lo saben, lo cual es demasiado decir, amén de una conclusión presuntuosa y un agravio al intelecto. Puede que se sumerjan en sensaciones gratas, en perfecto equilibrio con su ser íntimo y con cuanto los rodea; pero la felicidad -y asimismo su contrario- es un concepto que mana del pensamiento, una abstracción de materia lingüística que no se sostiene en el puro sentir, sino en un estadio de complejidad más alto, edificado en esa competencia -el lenguaje- que escapa a su proyecto existencial. Luego no son felices -ni infelices- justamente porque no lo verbalizan, y en tal caso ni siquiera les concierne. Somos nosotros, aburguesados deudores de un patrón de cultura, los que nos obstinamos en colgarles la etiqueta de la felicidad o de la infelicidad; como hacemos de continuo con nosotros. 

jueves, 24 de mayo de 2018

Empecé a verlo al principio del verano, pero a la vuelta de vacaciones seguía en el mismo sitio, sentado bajo el toldo de la terraza del bar de la esquina, con un grueso volumen de prosa abierto sobre la pierna cruzada. Inmediatamente se ganó mi atención, y el interés creció cada vez que pasaba por la calle y lo avistaba en el mismo ángulo de la misma terraza, casi a cualquier hora, con idéntica pose y quién sabe si con un libro distinto.
Un día, hará dos o tres meses, bajé a conciencia y me senté a tomar un café para observarlo. Llevaba, como siempre, gorra negra de amplia bisera, gafas de cristales pastosos y montura azulona en los laterales. Su mandíbula excesiva se significaba en un tic laborioso, como si estuviera masticando alguna materia persistente sin abrir la boca, como si succionara un caramelo interminable. En el bolsillo exterior de la raída americana portaba un bolígrafo de broche metálico. En la mesa que ocupaba de medio lado había un botellín de cerveza vacío, un vaso desatendido y un paquete de tabaco Chesterfield, tipo habano. Las voces promiscuas de la terraza no lo apartaban de su objeto, no parecían distraerlo ni molestarlo lo más mínimo. Su comunión con la página era constante; no miraba alrededor, no se permitía esos instantes de tregua que a veces usan los lectores. Si aún no es septuagenario, me dije, poco le falta.
Otro día me sorprendió que compartiera espacio con otro hombre y con tres mujeres de edad similar, de setenta o más. Una de ellas leía para los otros con voz tenue, casi inaudible, mientras ellos permanecían en una quietud de escucha cómplice, con la mirada fija en un punto vacío. Se me ocurrió que formaban un extraño grupo, una especie de club de lectura compartida, y que no les importaba exhibirse en la terraza de un local cualquiera, sin ningún encanto para los encuentros de vocación cultural.
Hoy, esta tarde, de camino al supermercado, me he deslizado por la acera, he examinado a mi lector solitario desde atrás, por la espalda, y he visto las páginas abiertas del libro que apoyaba sobre su muslo cruzado. No era un novelón clásico o moderno, ni era un best-seller, ni un éxito editorial de temporada: eran versos, renglones inequívocos de versos, un libro de poemas cuyo título ignoraré para siempre.
Con las bolsas de la compra en la mano me he vuelto a preguntar quién será él, a qué habrá dedicado su vida, cuántos títulos acumulará su experiencia lectora. Me intriga su voracidad persistente, su misterioso oasis de palabras en medio del griterío colindante, la elección cotidiana de esa esquina aislada, sin gracia, sin un horizonte en el que recrear la vista, sin iguales.
Un día de estos le pido permiso para sentarme a su mesa.

lunes, 21 de mayo de 2018

Cuando te quejas
de la vida que pierdes,
lames tu queja.

viernes, 18 de mayo de 2018

No hay forma de éxito que su tributo no pague. Pero el espejismo es más arduo en el caso del artista, pues ese mismo aliento lo inclina poco a poco hacia el tobogán irreversible de su propia impostura.

jueves, 17 de mayo de 2018

Un barbero de pueblo, aficionado a la lectura, va desgranando a lo largo de sus cuarenta años de oficio, a los clientes que quieren oírlo, los distintos pormenores de la gran novela que, según dice, está escribiendo, y con la que dará el campanazo el día menos pensado y abandonará las tijeras y el peine para regalar conferencias eruditas y dedicatorias exclusivas en los salones culturales de las cajas de ahorros y en espacios acondicionados de los centros comerciales.
De repente, en el pueblo se recibe la inesperada noticia de que uno de sus vecinos, parroquiano del barbero esos casi cuarenta años, ha obtenido un premio importante por un libro que ha escrito. El libro es una novela que, según reconoce sin maldad ni sentimiento de culpa cuando lo entrevistan para una cadena privada de televisión, ha ido embastando a partir de su conversación ininterrumpida a lo largo de cuatro décadas con el peluquero del pueblo, quien, sin saberlo, le estaba dictando la historia que él jamás escribiría. El narrador protagonista es, claro, un barbero de pueblo, y el entorno de la historia, la propia barbería con sus parroquianos.
Ahora que cada cual concluya su moraleja.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Guárdate el ingenio de una frase si estorba al horizonte complejo del discurso. Así, esos árboles soberbios que ocultan la belleza colegiada del bosque.

martes, 15 de mayo de 2018

Abro al azar El oficio de vivir, los diarios de Pavese subrayados y anotados tiempo atrás, y me doy de bruces con una nota del último día de agosto del 40:
"No hay una idea más tonta que creer que se conquista una mujer ofreciéndole el espectáculo del propio ingenio. El ingenio no se corresponde en esto con la belleza por la sencilla razón de que no provoca excitación sensual; la belleza, sí.
Todo lo más, se la puede conquistar de esta manera cuando el ingenio parezca una forma de adquirir poder, riqueza, consideración -valores de los que la mujer que se dejase conquistar gozaría de manera refleja. Pero el ingenio, como estupenda máquina que se mueve desinteresadamente, deja indiferente a cualquier mujer.
Verdades que no deberías olvidar".

domingo, 13 de mayo de 2018

Preterido Marinetti:
El reventado neumático de un automóvil de carreras y la meada de un perro de la calle en el empeine de tu zapato es cuanto ahora queda de aquel vértigo impetuoso y sin duda necesario.
Bajo custodia en un museo, queda también la victoria alada de Samotracia.
Y queda, sobre todo, la provocación de una frase que data de 1909: tu frase.

sábado, 12 de mayo de 2018

Del error, nos dicen, es de lo único que el ser humano aprende.
Pero, pese a la certeza del aserto, ¿justifica eso el error, significa un velado aplauso de la equivocación como necesario estadio en que apuntalar los pasos del progreso, o es como huir en la dirección equivocada?
No, es claro que el error ni se excusa ni se justifica, porque la trampa que el lenguaje nos tiende es más sutil: en tal manera, el error se legitima.

viernes, 11 de mayo de 2018

Sensación íntima de que, en la prosa, es uno quien vence y doblega, mientras que en la poesía es uno el vencido y doblegado por la perentoria imposición del poema.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Solo en una cosa hallo más alivio que en saberme prescindible: en sentirme prescindible.

martes, 8 de mayo de 2018

Me quedo con la cita de Gombrowicz cuando Gombrowicz es citado por Sábato, por Ernesto Sábato: "Hay un arte por el que el artista es pagado y le permite ganar muchísimo muy pronto; pero hay un arte por el que el artista ha de pagar con su soledad, su salud, el exilio, la falta de reconocimiento de su obra y la ausencia de gratificaciones inmediatas".
Con su soledad y con su salud: lo releo hasta cinco veces y me paraliza como una premonición, como si Gombrowicz y Sábato, mano a mano, urdieran fatalmente una trama de caracteres postergados cuyo protagonista todavía pudiera ser alguien muy cercano a mí mismo.
Me pregunto cuántas caras tendrá el fracaso, al menos cuando el fracaso es noble, cuando se atreve a dar la cara.

lunes, 7 de mayo de 2018

La expresión "carácter fuerte" se aplica, paradójicamente, a personas que estallan con facilidad o que son proclives a perder los nervios; es decir, a personas de carácter débil.

domingo, 6 de mayo de 2018

Necesito decirme. Escribo aquí estas dos palabras y mi ánimo inicial queda en suspenso, frágil, como si de repente recobrase la antigua incertidumbre de todos los comienzos, como si me hallase con la mano puesta en la llave, y la llave en la cerrradura de una puerta que, en el último instante, no sé si debiera abrir o dejarla como está.

sábado, 5 de mayo de 2018

Hay versos que mueren casi el mismo día que su autor. Hay poetas que sobreviven unos cuantos días o meses o años a sus propios versos. Y hay versos que solo perduran cuando asumen su orfandad y niegan tres o más veces al poeta que los parió.

viernes, 4 de mayo de 2018

Cada página rota supone un triunfo íntimo y minucioso sobre la página siguiente. En literatura, ofrecer un texto definitivo es una debilidad, otra más, porque confirma que ya no seremos capaces de mejorarlo; es una manera más o menos elegante de eludir el veneno de la perfección, de admitir que se ha claudicado, y basta. Acaso el verdadero arte no sea más que ceniza, el humo que se alza sobre cuanto pudo haber sido, la silueta de un ídolo de barro que se escabulle entre las manos.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Por casualidad descubrí días atrás, en un artículo en papel de periódico, al filósofo helenista Pirrón de Elis, que según parece vivió los noventa inverosímiles años transcurridos entre el 370 y el 260 antes de Cristo. No recuerdo haber oído nunca -como no fuera de la boca de aquel profesor en alguna clase de aquel bachillerato- ni una sola referencia a este individuo que, impulsor del escepticismo, no dejó nada escrito; sin embargo, sé con certeza que mi temperamento estaba destinado a encontrarlo.

martes, 1 de mayo de 2018

De bruces a esa nada que ni sé ni adivino, hay un resto de mí que aún no consigo penetrar, un hábito del ser que se me va quedando impreso en algún registro extraño, un rescoldo definitivamente ajeno que me contempla como a una imagen de su fantasía.

lunes, 30 de abril de 2018

El halo social que cultiva el artista es la imagen más fiel de su desamparo como hombre; y es también, con asombrosa frecuencia, sutil reflejo de la prescindibilidad de sus obras.

domingo, 29 de abril de 2018

No hay discurso más aburrido que aquel que habla de la voluntad como de un animal salvaje que hay que domeñar, porque entonces, si pierde su autonomía, su libertad soberana, la voluntad deja de serlo para convertirse en otra cosa que se rebela contra la falacia del discurso.

viernes, 27 de abril de 2018

La contradicción es hija de la intuición y madre de la verdad.

miércoles, 25 de abril de 2018

Antes de aplicarme a escribir no tengo dueño ni servidumbre. Cuando aparto la tinta del papel ya soy esclavo de los signos, pues con ellos nace la conciencia de su imperfección, rigurosa imagen de mi talento limitado. Solo mientras dibujo los trazos que me dicta el misterio, ajeno al antes y al después, me reconozco plenamente en mí, y la caligrafía que surge y este yo que la vierte somos, entonces, uno y lo mismo.

martes, 24 de abril de 2018

El Pasado es derrota y el Futuro incertidumbre. Mas tú, Presente, dónde estás, cómo te sustancias, qué negocias a mi espalda, tras qué máscara te me ocultas.

lunes, 23 de abril de 2018

La paradoja del artista no es que concurra a premios, ni que pelee un lugar de privilegio, ni que acepte esos premios y ese lugar de privilegio. La paradoja del artista es también su mentira más piadosa: creerse que esos premios y ese lugar de privilegio lo convierten en algo más de lo que ya es, o que, en definitiva, sabrán salvarlo de sus soledades y de su íntima y perpetua incertidumbre.

domingo, 22 de abril de 2018

Acosado por el recuerdo del hombre al que mató, casi al borde de la desesperación, el protagonista se pierde en los diversos pasadizos de su propia pesadilla. Cuando abre finalmente los ojos, solo tiene tiempo de ver el mismo rostro bajo el mismo sombrero de ala ancha, el mismo tufo de habano podrido a menos de un palmo de sus narices, el mismo cañón apuntándole a la frente y clavando en ella el frío anillo de su acero. Él ya sabe que ha muerto cuando el otro flexiona el índice y se oye un clic que viene de muy lejos.

sábado, 21 de abril de 2018

Todo cuanto el ser humano puede o se atreve a medir es, por definición, finito; así, el tiempo.

viernes, 20 de abril de 2018

Del Juan de Mairena de Machado (1936) me quedo con el texto sobre la crítica del capítulo IV: "Si alguna vez cultiváis la crítica literaria o artística, sed benévolos. Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin o conformidad con lo inepto, sino voluntad del bien; en vuestro caso, deseo ardiente de ver realizado el milagro de la belleza. Solo con esta disposición de ánimo la crítica puede ser fecunda. La crítica malévola que ejercen avinagrados y melancólicos es frecuente en España, y nunca descubre nada bueno. La verdad es que no lo busca ni lo desea [...]". También, los fragmentos de lecciones sobre poesía, en los capítulos VII y VIII; y, cómo no, el párrafo del capítulo XI que comienza así: "Huid del preciosismo literario, que es el mayor enemigo de la originalidad". Por otro lado, los abundantes consejos y contraconsejos emparentados con la pedagogía, que debe ser algo así como el arte de enseñar. A propósito, "¿qué modo hay de que un hombre consagrado a la enseñanza no sea un poco pedante?"

jueves, 19 de abril de 2018

Si el ruido es la distancia más larga entre dos silencios, la música ha de ser la más corta.

miércoles, 18 de abril de 2018

Sé de un patriotismo cateto y de un patriotismo intelectual, o de tal guisa disfrazado. Bajo una misma bandera (sea la bandera de aquí o la bandera de allá, me incumba o no me incumba como ciudadano de un territorio acotado del planeta), los dos huelen a legado rancio, los dos expelen orgullosos brotes de vulgaridad cuando esgrimen palabras mayúscula como Historia, Tradición o Cultura. Los dos (con perdón) me repugnan por igual; si aquel por el derroche de alardes emotivos, este por el esfuerzo estéril de su argumentario. El uno y el otro son patrimonialistas y excluyentes, reos de su razón de ser.

martes, 17 de abril de 2018

Extracto de una carta de Nabokob a su hermano Kirill, hacia 1930: "La cuestión se reduce a esto: ¿escribes poesía como cosa secundaria, o realmente te sientes irresistiblemente empujado a ella?, ¿nace la poesía de tu propia alma, revisten las imágenes y las sensaciones un ropaje poético por sí mismo y se agolpan para brotar?"
Cuando despertó el dinosaurio, todavía estaba allí.
Una coma es una coma y su fortaleza es tal que todo lo cambia.
Sujeto omitido de la principal: yo.

lunes, 16 de abril de 2018

Me peleo con versos que juzgué definitivos quince o veinte años atrás. Permanece el recuerdo de una sensación, de un querer decir que mantiene su música, pero noto que se tambalea el andamiaje y cunde en mí el desánimo, víctima de esta inconsolable pulcritud métrica. Poco a poco voy perdiendo interés, renuncio a un par de horas robadas a la tarde, desisto. Envidio al adolescente aquel que emborronaba sus cuadernos a golpe de intuición, ebrio de símbolos, sin estrategia ni esperanza, rendido al hechizo de la más inocente de las musas.

domingo, 15 de abril de 2018

Subrayar un libro es estrechar la mano de su autor; pero anotarlo es conversar con ese autor y plantearle, acaso, la paradójica complicidad de las discrepancias. Y el ejemplar respira a través de ese resquicio abierto a la eternidad.

sábado, 14 de abril de 2018

"He decidido no detestar más a nadie desde que he notado que siempre termino pareciéndome al último de mis enemigos", escribe Cioran en Del inconveniente de haber nacido. ¿Habrá formulado alguien, en estos dos mil años de historia del cristianismo, un pensamiento más profundamente cristiano, es decir, más pleno de humildad, o lo que es igual, de vehemencia piadosa no para con los otros, sino para con uno mismo? Solo recuerdo ahora las palabras aquellas del Evangelio, la piedra aquella suspendida en una mano antes de emprender su viaje cruento hacia el cuerpo de la prostituta aquella...

jueves, 12 de abril de 2018

El inventario provisional de poemas inéditos, o más bien no agrupados en volumen bajo la certeza de un título autónomo, arroja un total de 104, sin incluir los 49 (quinientos versos) de un poemario que cerré a finales del milenio y los 45 (setecientos versos y un pico) de otro, también cerrado, que escribí a flor de piel durante 2009 y parte de 2010. A ellos habría que añadir 26 haykus (debe haber alguno más por ahí, seguro que sí), 17 tentativas de dudoso porvenir y otras 8 que inauguraron un proyecto inconcluso. No he querido desempolvar una carpeta que permanece escondida en un cajón, allá en el hogar paterno, desde casi un cuarto de siglo atrás, y donde probablemente hubiera hallado alguna grata sorpresa y otro buen manojo de aproximaciones estériles. He alfabetizado los títulos para no liarme y ahora los estoy reescribiendo y volcando en un único archivo. Después sacaré copia en papel y serán sometidos a criba rigurosa. A ver si salvo, con mi mejor criterio, una cifra mínima que me permita ilusionarme con un nuevo libro de poesía.

miércoles, 11 de abril de 2018

Hay una cita de Flaubert que Maurice Nadeau recoge en su biografía del autor francés: "Sería bonito poder publicar de golpe las Obras Completas". Hoy he recordado esa frase que subrayé hace siglos y me ha asaltado con su alivio íntimo la dulce, dulcísima tentación del anonimato. ¿Habrá destino más honesto para el artista que hacerse y crecer midiéndose en la sombra, consigo mismo, sin distorsiones que vienen de afuera, brillando al fin, de una sola vez, a la luz de su testamento definitivo, total, inamovible? Pero el sueño -reo de las urgencias mundanas, rehén del moderno agravio de la inmediatez- se diluye en el veneno de querer ser ya, y de serlo sin transición, sin Ítaca que aguarde, triste pugna que apenas goza los dones de la actualidad ya le remuerde su espejismo.

martes, 10 de abril de 2018

Lo que aquí escribo no son más que intuiciones, filones aplazados para no se sabe cuándo, indicios puros que aún no se han dejado seducir por la pretensión altanera de la forma, de esa forma que tantas veces deforma, que tantas veces desfigura y hasta desvirtúa la verdad primigenia.

lunes, 9 de abril de 2018

Es una noble tentación pensar que algunas cosas suceden hacia atrás, partiendo de la consecuencia que supuestamente engendran, igual que esa pesadilla que nuestro sueño construye en fracciones de segundo para justificar el trauma de un timbre inoportuno o para advertirnos de una urgencia en la vejiga de la orina.

domingo, 8 de abril de 2018

A esta altura de la vida -es media tarde, truena el Requiem, he cambiado a mi querido Marco Aurelio por un whisky solo, sin hielo- me recuerdo a mí mismo como si hubiera muerto ayer, cuando lo único que sé ciertamente es que todavía me puedo morir mañana, o dentro de un rato, mientras cae el telón sobre este día domingo de un mes llamado Abril. ¿Cómo, ante tal evidencia, se puede aún ser tan engreído?

martes, 20 de marzo de 2018

Mi soledad no es exclusiva. Simplemente, de vez en cuando me apetece estar conmigo.

jueves, 8 de marzo de 2018

Confirmado: cuando leo, no busco nada fuera de mí; me busco a mí. Lo mismo que cuando escribo.
Pienso a menudo en la hipótesis de la jubilación como en un paraíso de tiempos posibles, dedicado disciplinadamente, avariciosamente, en horario fijo y sin vanas distracciones, a la lectura y la escritura. Mientras otros sueñan despertares tardíos, eventos ociosos, visitas guiadas y pasajes hacia mil destinos postergados y exóticos, yo ambiciono la vastedad serena de los días, sobre todo de las mañanas, para frecuentar a mi antojo el espacio de mi propia biblioteca y para, fiel a mi vieja vocación, ir cerrando poco a poco todas esas puertas que dejé y que todavía dejo abiertas: tres novelas que se mueren de la risa y otras tres que solo habitan mis insomnios, irrenunciables poemas que me miran desde alguna distancia que ya no sé si ubicar en el pasado o en el futuro, un sinfín de proyectos apenas intuidos, apenas esbozados, que han sido y serán el pasto inquebrantable de mi fe, el azul discreto de mi otoño. ¿Quién seré yo cuando eso suceda, si sucede? ¿En qué otra paz se habrán diluido mis quimeras?

miércoles, 7 de marzo de 2018

Hace exactamente veinticinco años -todo un cuarto de siglo- redacté a mano, de cara al ventanal de mi habitáculo en una residencia a las afueras, el epílogo a un poemario escrito nueve inviernos antes, en el fulgor adolescente de mis diecisiete y mis dieciocho. Era mi primer libro y al final se publicaría como segundo, pero fue allí, entonces, cuando lo revisé y lo reescribí para, unos meses más tarde, mecanografiarlo a golpe de dedos con la olivetti y mandárselo por correo certificado a la editora de Barcelona, Amelia Romero. Recuerdo como una foto en mi retina la caligrafía que clausuraba el folio con el lugar y la fecha -"Turín, 7 de marzo de 1993"- y recuerdo la pluma de tinta azul con la que fui dibujando aquellos signos, tal vez en un atardecer frío y seco que ponía de rosa la nieve reciente de Los Alpes. Transcurrió media vida, pero de algún modo, ahora, sigo allí, estoy allí.

martes, 6 de marzo de 2018

"La vida es lo que queda del naufragio de nuestros planes". La frase, leída al vuelo en la fracción de segundo que dura una toma de la película de Guillermo del Toro recientemente oscarizada por los académicos de Hollywood -La forma del agua, un trabajo extraño y sensible, radical e inverosímil, con el eco indulgente de algún Polifemo, con el amor sublimado entre cualquier fea y cualquier bestia-, se me ha adherido a la memoria hasta casi eclipsar las dos horas de butaca frente a la fascinación de la pantalla. No me ha encantado, a ratos fría y sórdida, de una tristeza quirúrgica; pero admito que se sostiene sobre una poderosa honestidad poética. Al fin, sí, la vida es lo que queda...

domingo, 4 de marzo de 2018

Vimos la película basada en la biografía del visionario de la informática Steve Jobs, dirigida por Danny Boyle en 2015. La vimos en casa, tras sucesivos aplazamientos, y a mí no me gustó. No me gustó la película en sí, en tanto que objeto de arte que aspira a elevarse sobre la mera anécdota: difícil de seguir para quien no participe de los guiños para iniciados, indigerible para quien no sepa descifrar la sarta velocísima de alusiones tecnófilas y los intestinos de la competencia en este agresivo sector. Tampoco me gustó el perfil sesgado, caricaturizado, que se hace del protagonista, sin indagar con más sensibilidad en sus orígenes, en su formación, y obviando algún episodio que lo humanice a través de su periplo vital completo: creo que se casó con alguien y que tuvo más hijos y que padeció el cáncer que determinó su muerte a los 56 años. Se me ocurren varios y mejores enfoques para penetrar en las grandezas y las miserias de aquel Jobs, icono innegable de las modernas tecnologías. 

sábado, 3 de marzo de 2018

Rescaté de su oscuridad de cajón cerrado el reloj de pulsera y me lo puse en la muñeca. Sus agujas estaban fijas en una hora y en un minuto, ignoro desde qué fecha. Busqué un establecimiento en el barrio, un cubículo atestado de vitrinas con artículos de joyería y un mostrador mínimo. El hombre que me atendió era grueso, de edad algo menor que la mía, con habilidad para empatizar con el cliente en el lapso que suele durar la visita. Sus dedos carnosos contrastaban con la precisión milimétrica de sus movimientos manejando los útiles de proporciones ridículas: un destornillador imantado, una pila como un grano de arroz. Su parsimonia y su destreza no le impedían mirarme de tanto en tanto y quejarse cordialmente de la fuerza invasiva de las redes sociales, del asedio de mensajes superfluos o impertinentes que recibía de continuo y que no se decidía a silenciar. Repuse que por eso había recuperado yo este reloj, para no estar pendiente del dichoso teléfono; y le sugerí que tal vez nos volviéramos a ver pronto, porque pienso rehabilitar también, cuando lo encuentre, para que reine en la mesilla de noche, mi antiguo despertador; y que el móvil quede fuera del cuarto, lo más lejos posible de mi descanso, o al menos a una prudente distancia. 

viernes, 2 de marzo de 2018

Bromería: tal es el concepto que ha ideado Darío, los tres años y medio de Darío. "Estoy diciendo bromerías", advierte con mirada pícara. Supongo que su intuitiva percepción de la lengua vinculará la palabra broma, que para él es una falsa verdad con intención de provocar la risa -creo que ya sabe que las bromas no son lo mismo que las mentiras, pero no puedo asegurarlo- con la palabra tontería, y de ahí el bonito engendro. No sé de nadie que haya comentado aún, al menos en mi presencia, que de tal palo tal astilla, halago que vendría a coronar el arco iris de mi orgullo. Que los dioses excusen tan presuntuosa observación, y que el lector se apiade.

jueves, 1 de marzo de 2018

Esta mañana, media hora antes de lo habitual, mi enigmático personaje de carne y hueso ha atravesado las vías del tren en dirección inversa, internándose en el barrio de la zona sur. Iba solo, como siempre, con su vestimenta y sus zapatones y sus gafas oscuras, con su pelo entre encanecido y amarillo, con su ligereza infatigable; pero por primera vez desde que conozco sus andanzas urbanas, he oído el timbre de su voz hablándole a un teléfono móvil que se acercaba con la mano derecha, casi rozándole el bigote y los labios. He apurado mi café mientras su figura se desdibujaba al final de la calle, sobre un fondo sucio de partículas en suspensión.

jueves, 22 de febrero de 2018

Con el tiempo -que es, entre otras muchas cosas, el gran maestro de la perspectiva- uno aprende que los propósitos irrevocables también pueden revocarse, y que basta acostumbrar nuestros ojos a la nueva realidad para comprender y asumir la belleza trascendente del destino. Algunos lo llamarán resignación, pero su verdadero nombre -que rebosa gratitud y es leve como una pluma- es otro muy distinto,  y a cada mujer y a cada hombre le corresponde encontrarlo y pronunciarlo para sí mismo, para sí misma. Solo se sabe con el tiempo.

domingo, 18 de febrero de 2018

Desde que di con ella, a mediados de los noventa, suelo recurrir casi todos los cursos a una página del volumen Tiempos y cosas de Azorín. La presento a quien me escucha como una muestra asequible y pedagógica de los postulados noventayochistas. Su lectura del paisaje a través de los tejados me contagia de los escenarios de mi infancia, y su interpelación final no me suele dejar indiferente: "¿No sentís vosotros esta concordancia secreta y poderosa de las cosas que nos rodean? ¿No veis en esta pequeña ciudad una vida tan intensa, tan bella como la de las más grandes y tumultuosas urbes del mundo?"
La tarde del viernes, requerido por obligaciones filiales, me acordé otra vez de aquella página de Azorín. Antes del regreso de una hora de automóvil -lo que dura un disco de Sabina-, me senté en la puerta-terraza de un bar del pueblo -mi pueblo...- y pedí un solitario café. No había nadie a este lado, pero en la acera contraria pululaba la clientela habitual del bar de enfrente, la fauna exacta de todas las tardes de todos los días del mundo en el previsible ecosistema de los bares de pueblo. Allí, si uno observaba, podía advertir la coexistencia pacífica de casi todos los tipos de la humanidad ociosa: el que desea medrar y el que ya medra, el fanfarrón tripudo, el solterón inmemorial, el que otorga cuando calla, el que solo mira su teléfono móvil, el que se le cae la casa encima, el que no tiene abuela, el antiguo edil y el edil actual, el más listo y el más tonto y también sus respectivas viceversas y viceversos (con perdón).
Y aquí, conmigo -no creo que nadie me viera-, el desarraigo, la invencible distancia. Pagué y me fui.

viernes, 16 de febrero de 2018

¿Será verdad que todo tiene un precio? Me resisto a aceptar que seamos meros mercaderes, títeres en manos de una razón más alta, formas de un capricho. Sin embargo...
La niebla no levanta. La tristeza me agota.

martes, 13 de febrero de 2018

No escasean ideas, a pesar de todo; pero de nada sirve una idea si no la guía un motivo, si no la mueve una voluntad, si no la ilumina una fe.
Tiempos de poco decir, de mucho rumiar.

viernes, 9 de febrero de 2018

Portavoces y portavozas: ignorantes e ignorantas.

jueves, 8 de febrero de 2018

Primero el trazo casi tímido, el impulso primitivo de unos renglones sesgados en la vastedad del folio; más tarde, sobreviviendo a cualquier mudanza, las escasas páginas recobradas y reunidas a modo de antología, de autoantología mínima: tal ha de ser el postrer asidero del poeta anciano, su intimísimo catecismo, su resistencia y su gloria y su descanso.

miércoles, 7 de febrero de 2018

En el ecuador de la noche me desvelan unas formas que todavía no son versos, que quisieran ser el andamiaje de un poema con más cuerpo:
Para sentirme vivo, 
necesito morir en cada instante.
Pasados varios minutos, mi pensamiento se debate entre sentir y saber; pruebo el cambio y me gusta:
Para saberme vivo,
necesito morir en cada instante.
Inseguro, emulando cierta diatriba de estirpe barojiana, dudo aún entre un manojo de preposiciones: ¿en cada instante, con cada instante, a cada instante? Al fin me quedo con la que mejor resuelve lo que deseo expresar:
Para saberme vivo,
necesito morir con cada instante.
Creo que el primer heptasílabo vale como principio, que después debería habilitar una sucesión limitada de negaciones versales y que, como cierre, se podría recuperar el primer verso y añadirle la sentencia, el endecasílabo:
Para saberme vivo, 
no [...]
no [...]
no [...]  
Para saberme vivo,
necesito morir con cada instante.
Ahora ya no hago cierto que fuera esto lo que intuí, ni si eran estas las palabras precisas que me asediaron en el ecuador de la noche.

martes, 6 de febrero de 2018

Con escepticismo me preguntas si me llevo bien con las máquinas. Entiendo que cuando me hablas de máquinas te refieres a los ordenadores y a sus mil aplicaciones, a la atracción de las pantallas, a los proyectores de imágenes, a los sistemas de digitalización, a los teléfonos móviles y, en fin, a esos amables artilugios que oficializan el progreso constituyendo las modernas tecnologías. Yo me quedo mirándote en silencio, conciliando mi cinismo a tu compasión, mascullando que acaso son ellas, las máquinas, las que no se llevan bien conmigo. Pero no lo verbalizo.
Sin duda, llega una edad a la que le interesa escudarse en los matices.

lunes, 5 de febrero de 2018

Se me acercó buscando consejo: él no ignoraba que yo había vivido hace años mi particular crisis y que esta, en efecto, acabó en divorcio. Angustiado por la incertidumbre y por las previsibles consecuencias -hijos, patrimonio común, etc.-, necesitaba hablarlo con quien hubiera experimentado una situación similar. Tras procesar mi gesto -un gesto incómodo, entre cauteloso y receptivo-, matizó que su caso no era como el mío, sino justo al revés. Enarqué las cejas cuanto pude: ¿cómo que al revés? Pues sí, porque a él no le tocaba, como me tocó a mí, tomar ninguna decisión inmediata; era la otra parte la que se estaba planteando seriamente la ruptura, y de ella dependía el desenlace. Entonces formulé la pregunta inevitable y él admitió que sí: le constaba la existencia de un tercero, pero al parecer aún no habia sucedido nada físico entre ellos, esto es, entre ese tercero a quien no identificaba y su propia esposa.
De lunes a viernes me mantenía al tanto de los derroteros del drama. Se autoinculpaba por sus innumerables desatenciones maritales (sin duda, decía, una actitud aprendida del mal ejemplo del padre) y cargaba contra la complacencia de unos suegros, los suyos, que alentaban con mala fe el desafío de la hija. Una mañana extrema me contó que ella le había pedido permiso para ausentarse dos noches y un día, y que él había cedido a regañadientes, para no perderla del todo, para que terminara de decidirse entre seguir con su matrimonio o tirarlo todo por la borda. Él estaba seguro de que ella iba a vivir su aventura de unas horas con el otro, tal vez en un hotel de una ciudad próxima, y que volvería asqueada y arrepentida, extrañando el calor de la casa y de los hijos.
Ese fin de semana pensé a menudo en los protagonistas, en el amigo confidente y también, cómo no, en la esposa. Me tentaba imaginarlo a él, desesperado, dejando transcurrir el goteo de minutos insufribles hasta que ella regresara, y me excitaba reubicar los pasos de ella en compañía del amante, como esa Emma que se encierra en un coche con Rodolphe o con Léon mientras la pericia del narrador describe las calles erotizadas de Ruan. 
A día de hoy siguen juntos. Él apenas habla de aquel episodio; no al menos a mí.

domingo, 4 de febrero de 2018

Retales para hilvanar unas memorias:
40. MI MADRE.

viernes, 2 de febrero de 2018

Salgo a media tarde con la necesidad de caminar, una práctica reconfortante y barata que tengo muy abandonada. Me voy por el itinerario de la izquierda y regreso por el de la derecha, como las agujas del reloj cuando los relojes tenían agujas. Transcurren dos horas de paseo urbano a buen ritmo, sin otra interrupción que el paréntesis en la librería, justo en el punto más alejado de mi circuito. A la ida y a la vuelta, goteo esporádico de alumnos que se cruzan conmigo por la acera. Me pregunto qué imagen tendrán de mí.
No lo había previsto, pero al final cargo con dos nuevos libros: Lágrimas y santos, de Emil Cioran, y Tiempo (La dimensión temporal y el arte de vivir), de Rüdiger Safranski. Dado que algún rey mago y san Sebastián (que santifica el día en que nací) ya me trajeron respectivamente la novela de Aramburu, Patria, y Cartas a Mercedes, de Espinosa (amén de los consabidos diarios de Léautaud y los recuerdos de Ayala), el índice de lecturas que uno quisiera inmediatas se me ha descontrolado en el último mes. Tal vez apropiarse de libros sea otra forma de negociar longevidades.
En el breve repecho del puente de Los Peligros, supero por la izquierda y dejo atrás al hijo de Miguel, Juan Espinosa.  

miércoles, 31 de enero de 2018

Disputa entre un túnel y un puente, en formato escrito de diálogo, a ser posible con aclaraciones narrativas. Cada cual esgrime sus razones para considerarse mejor que el otro, más útil a la sociedad, más apreciado. Si el túnel presume de atravesar kilómetros de montaña o de eludir ciudades enteras bajo tierra, el puente se vanagloria de facilitar el acceso por encima de valles o de ríos amplios. Si uno le reprocha al otro peligro de claustrofobia, el aludido lo acusa a su vez de provocar vértigos y caídas trágicas. Si uno se declara cobijo de mendigos en las noches de frío, el otro se apropia el honor de salvaguardarlos precisamente de las inclemencias del tiempo. Aunque intentan encontrar puntos en común, no llegan a ningún acuerdo. Hasta que apareces tú (defínete como quieras, identifícate con lo que quieras) y aportas una perspectiva integradora, una solución consensuada.

martes, 30 de enero de 2018

El sospechoso, dirigida por Robert Siodmak en 1944 y protagonizada por Charles Laughton. La vi a finales de año, en el sofá de casa, discriminando al azar entre varios títulos antiguos; y esa misma noche anoté en alguna parte el propósito de escribir algo sobre ella, no una crítica sesuda -carezco de cultura cinéfila-, sino un simple apunte que expresara mi conformidad creciente con los clásicos en blanco y negro. Pero mientras pasaban los días se fue diluyendo el impulso, casi olvidé el encargo, y ahora que lo recupero vuelve también, sin esfuerzo, la sutileza de imágenes y rostros, la pulcritud de la trama, el desenlace postergado, el buen gusto. A veces, para reconciliarse con la verdad del arte basta remontarse unas décadas.

lunes, 29 de enero de 2018

Últimamente vivo en una como ausencia de mí. La vida discurre alrededor a tal velocidad que poco a poco se me evidencia más ajena, más banal que nunca, más inaprehensible para mis talentos aturdidos. Me cuesta emprender cualquier acción, y cualquier iniciativa o atisbo de proyecto nacen ya censurados por mi escepticismo y mi pereza. Todo se me antoja inútil o insulso, falto de verdad, innecesario. Noto que me arrastra la inercia de los tiempos, a veces zarandeado y a veces remansado, casi siempre remolcado, renqueante, a rebufo, sin otra vocación que sobrevivirme. Y a fe que lo consigo.

domingo, 28 de enero de 2018

No hay virtud sin memoria.
Retales para hilvanar unas memorias:
39. MI PRIMER LIBRO.

viernes, 26 de enero de 2018

Imagina que tus padres reúnen esta noche a toda la familia para comunicarle que han encontrado trabajo en un país cuya lengua ignoran, a varias horas de avión, y que es posible que permanezcan allí unos cuantos años. Ya han comprado billetes de ida para ellos y para ti (y también para tus hermanos, si los tienes). El viaje está previsto para dentro de tres días, en la madrugada del próximo martes. ¿Qué harías tú desde que conoces la noticia y hasta el instante de cerrar la puerta de tu casa, rumbo a lo desconocido? ¿Qué echarías en esa maleta donde no se admiten más de siete kilos de peso? ¿Qué es lo que más te dolerá dejar atrás, sin remedio? ¿De quién o de quiénes te despedirías y en qué orden? ¿Qué sentimientos imaginas?

jueves, 25 de enero de 2018

Papá, quiero un cuento de tu voz. Quiero un cuento de tu voz significa que no se lo lea, que lo improvise, que lo imagine para que pueda sentirlo como una primicia de la que, preferiblemente, él sea el protagonista.
Érase un cuento que nadie queria contar. Estaba todo el tiempo encerrado en su libro de pasta dura, escondido en su pequeño hueco de la estantería. No tenía amigos. Algunos comentaban que era triste o que asustaba mucho, así que nadie iba a buscarlo, nadie separaba sus hojas. Hasta que un buen día se le acercó un niño, lo sacó cuidadosamente de su sitio y observó con atención el dibujo de la portada. En ese instante al cuento le cambió la cara, se puso tan feliz que sus letras bailaban sobre las páginas y casi se echan a volar como mariposas. El niño se preguntó entonces por qué estaría siempre tan solo. A lo mejor daba miedo porque salían lobos malos o hienas rabiosas o monstruos de color verde. O a lo mejor es que no lo conocían bien. El niño avanzó y avanzó, vio ilustraciones de todos los colores y leyó una a una todas las palabras, y cuando alcanzó el final se le encendió una sonrisa: resulta que le había gustado mucho, que era un cuento tan bonito como los otros y que no tenían razón los que decían que daba miedo. Antes de dejarlo en su hueco, le prometió que ya nunca estaría solo, que muy pronto volvería para leerlo de nuevo y para presentarle a sus amigos.
Es indudable que Darío me inspira.

martes, 23 de enero de 2018

Algunas mañanas sacude mi pereza un verso exacto del que, al llegar la noche, apenas sobreviven briznas, ecos apagados, un remedo de prosa insostenible, una parodia. Lo memorizo al ducharme y al vestirme, me lo repito al preparar los desayunos, sigue acompañándome al dirigir el automóvil. Varios desarrollos se disputan mi atención en las primeras horas; hábitos e inercias se suceden sin que se borre por completo la inquietud. Pero a la tarde presiento una distancia: se ha extraviado el tono que creí tan próximo, se malogró la gracia espontánea de los signos, perdí el interés de consumarlos. Se diría que la jornada transcurrió como un paréntesis que lentamente va enturbiando la magia primigenia, amplio bostezo que se extingue sin mayores pretensiones.
¿Así la vida?

domingo, 21 de enero de 2018

"Olvidé por completo que tenía que escribir la página dedicada a este día y ahora no me acuerdo de lo que hice. Apenas conservo algunas ideas, fragmentos para pasajes de obras en marcha".
Qué rebuscado, para quien lleva un diario, tener que admitir en el propio diario que olvidó por completo que tenía que escribir la página dedicada a tal día y que ahora no se acuerda de lo que hizo, que apenas conserva algunas ideas, fragmentos... Lo hizo Fernando Pessoa un viernes 28 de febrero, hace más de un siglo, seguramente en la hoja de un cuaderno tan pudoroso y sombrío como su propio dueño. Y qué absurdo -para él, si levantara la cabeza y el resto de sus miembros- descubrir que alguien señala y registra aquella impronta de autodisculpa al cabo del tiempo, como si la forzara a propiciar algún mensaje oculto, algún designio; como si solo aquí se realizara el eco que justificará su olvido, la venganza póstuma de su desmemoria.  
Retales para hilvanar unas memorias:
38. LA CASA DEL PALOMAR. 

viernes, 19 de enero de 2018

Al saltar a los cuarenta, mientras vamos cumpliendo del cero al nueve todos los aniversarios que amenizan la década, todavía nos pertenece la ilusión de no haber alcanzado la mitad de nuestra vida. Pero solo una cifra después, ya abonados a la redondez simbólica del cinco con el cero, algo nos persuade de que acaso hace mucho tiempo que vivimos de vuelta, en el descenso, en la cuenta atrás, y es entonces cuando nos preguntamos por el año y por el mes, por el día y por la hora en que hubimos de cruzar -inadvertidamente, ajenos a ese giro impredecible- la exacta línea del ecuador. Nunca lo sabremos, no nosotros.

jueves, 18 de enero de 2018

Abro al azar. Me gusta. Lo transcribo:
6 de mayo [1903].- No soy nada brillante, en literatura. Primero, no consigo involucrarme del todo. Lo que se hace en torno a mí no me interesa lo suficiente. Lo noto cada vez más: solo me interesa una cosa: yo, y lo que me pasa, lo que he sido, en lo que me he convertido, mis ideas, mis recuerdos, mis proyectos, mis temores, toda mi vida. Tras esto, pierdo fuelle. Lo demás solo me interesa si tiene relación conmigo.
Y también:
Jueves, 2 de noviembre [1922].- Nunca he tenido tantos gatos como en este momento, ¡45! El año ha sido espantoso en gatos abandonados o extraviados. Y no he recogido a todos los que habría podido coger. Hay, por desgracia, limitaciones como el dinero, y como el trabajo para mi criada.
Paul Léautaud nació, por cierto, un día 18 de enero, en París.

miércoles, 17 de enero de 2018

Recibo por mensajería el ansiado paquete con el Diario literario de Paul Léautaud (una novedosa edición en castellano, naturalmente reducida, pero que suma no obstante casi el millar de páginas) y Recuerdos y olvidos de Francisco Ayala, ahora en un solo volumen que ronda las setecientas. Los manoseo con mi antigua avaricia, ceremonioso, alternándolos en mi interés, interceptando en ellos pasajes escondidos que anticipan los gozos futuros. Serán mi autorregalo por el aniversario que se acerca.
Al caer la tarde me interno en un bazar chino, del barrio, y busco y encuentro una agenda sencilla de 2018. Me he acostumbrado a llevarlas conmigo, casi como un amuleto, y no he sabido renunciar -este año tampoco- a la garantía de su buena memoria y a la esperanza de sus hojas vencidas. Como si la posesión de un espacio en blanco donde poner citas y eventos, donde destacar determinadas fechas y después tacharlas, pudiera asegurarle a uno la victoria sobre unos plazos, el espejismo de un pacto anual de supervivencia.  

martes, 16 de enero de 2018

Las horas galopan sobre el lomo de los días y estos van dejando atrás su estela infecunda, su reguero de fechas borradas en lo alto de la pizarra. Pronto será mi aniversario, la suma implacable que ajusta sus cuentas de enero a enero, todos los eneros de mi vida. Parece que fue ayer cuando tomábamos las uvas del cuenco de la mano y nos felicitábamos por la irrupción del nuevo año, y ya transcurrió la noche de los reyes magos y se extinguió su misterio y volvimos al bostezo de las clases y nos sorprende la víspera de san Antón. Un poco extrañado, como si se supiera ya inoportuno -perfecta imagen de la desidia o de la dejadez consciente o de cualquier otra excusa-, aún permanece en la sala el arbolito cargado de adornos, completamente ajeno a nuestros hábitos domésticos. Si se le da su tiempo, todo acaba engullido por su ración de anacronismo. Todo.

domingo, 14 de enero de 2018

Retales para hilvanar unas memorias:
37. EL ORO DE LOS PADRES.

sábado, 13 de enero de 2018

Galdós vivió setenta y siete años, de 1843 a 1920. A la edad de veintisiete publicó La fontana de oro, su primera novela, y luego otros treinta y un títulos más, a los que hay que añadir los cuarenta y seis de los Episodios nacionales, esto es, un total de setenta y ocho durante medio siglo de trabajo. Las cifras arrojan una media de tres volúmenes de ficción narrativa cada dos años; sin contar, claro, los devaneos teatrales (muchos son adaptaciones ulteriores de sus propias tramas novelescas), los ensayos y apuntes autobiográficos (Memorias de un desmemoriado), los artículos periodísticos y cuentos. Alineados en sucesión vertical, sus lomos ocupan una parte más que generosa de cualquier mueble doméstico. Se documentó en hemerotecas y bibliotecas a las que había de desplazarse físicamente, ajeno a las facilidades imperiosas y los extravíos inmediatos de internet y de las TICs. Y todo, dicen, lo escribía a lápiz, ya que por alguna razón no le gustaba la pluma. No le dieron el Nobel, pero su imagen circularía, al tiempo, en los billetes de mil pesetas. Se mantuvo soltero.

jueves, 11 de enero de 2018

Una de las prerrogativas menos censurables del escritor de éxito -e incluso del prestigiado y glorificado- es el admitir que nunca relee lo que escribe y publica, quizá porque de tal modo manifiesta su superioridad, su suficiencia altiva, su necesidad de pasar página para poder pensar en otra cosa; o quizá porque entiende que su público incondicional ya es dueño soberano de sus mundos de ficción, de sus aciertos y desaciertos, así que para qué. Gabriel García Márquez rizó el rizo de las vanidades al mentir diciendo que no solo no releyó, sino que, de no ser su autor, tampoco hubiera leído Cien años de soledad, porque él no solía leer best-sellers.
Yo, sin duda porque no tengo éxito ni público, sí que hojeo de tarde en tarde -a veces con sonrojo y penitencia, a veces no- algún ejemplar que amarillea entre aquellos libros míos, y lo hago al amparo de la añoranza, para recobrar ciertas ilusiones de juventud, tratando de resucitar el aliento morboso de aquellos signos originarios que se creyeron inmortales sobre la planicie de un folio en blanco.
Me acerco al Libro ciudad (premio Vicente Gaos, editorial Renacimiento, etcétera) y recuerdo versos que son versículos y que rezuman todavía una indómita vocación sentenciosa, y los rescato aisladamente para mi regodeo, y noto que siguen siendo yo, todavía yo...
"In principio fue una especie de tiniebla o de sombra acechanza de la ausencia del ser o del ser-nada eco sordo de un silencio imposible insoportable o tan solo la carcajada profundísima de un dios inveterado que hace planes por desgracia cualquier plan es de futuro";
"Todo lo que escribes hoy es ya estiércol de ayer seca mierda que olerás mañana con la pompa precisa de los grandes momentos";
"Aquí me quedo aquí me acabo parapetado como un dios dimisionario en el postrero día de la semana";
"Ese tipo de ahí es el boceto exacto de mi rostro futuro puedo trizarlo ahora puedo trizarlo puedo";
"Hoy es casi noble si escribes por ejemplo que no has muerto esta tarde de muerte natural";
"Un hombre solo no es solo un hombre apena la multiplicación de su pereza":
"De repente todo es como lluvia que salpica en otro patio".

miércoles, 10 de enero de 2018

Por motivos de trabajo, vuelvo a Réquiem por un campesino español, una novelita de Ramón J. Sender que nos leyó en clase de segundo o tercero de BUP mi entonces profesora de Lengua y Literatura, una tal Ana Graciá, mujer de carácter a la que treinta y cinco años después imagino felizmente jubilada junto a su marido en una casita del Altiplano.
Apenas recordaba la historia, el desarrollo estructural que anuda la evocación sucesiva del párroco; sin embargo, el impacto seco de los nombres de los personajes -Mosén Millán, Paco el del Molino- emerge de lo más profundo de mi cerebro y me remite a aquellas sesiones ya olvidadas, dentro de aquel aulario de paredes rocosas que algún edil improvisó en los bajos de la plaza de la iglesia. Doña Ana leía y leía, no sé si para castigar nuestra impaciencia quinceañera o para inocularnos el gusto definitivo por la lectura de los clásicos, pero lo cierto es que algunos alumnos nos pasábamos la hora lanzándonos bolitas de papel, indiferentes, ideando cualquier gracieta o perdidos en elucubraciones que trascendían la buena fe de la profesora. Ella, a veces, se frenaba en mitad de un párrafo y nos miraba con gesto inequívoco por encima de sus gafas de leer.
Aunque hoy nadie lo sospecharía, en esa época tuve que ser un alumno bastante incómodo.

martes, 9 de enero de 2018

Puntual como un reloj, como el destino, me he apostado en el cruce de vías de Santiago el Mayor y he esperado al hombre, al personaje de carne y hueso cuyo argumento es un misterio para mí. Y ahí ha surgido, impenetrable y conciso, fiel a su estela de sombra vertical bajo el frío. Qué alivio.
Darío ha cogido la costumbre de venir de madrugada, más o menos sobre las tres, y susurrarme muy cerca, en mi lado de la cama: papá, pipís. Tras atenderlo y arroparlo, me quedo un rato dando vueltas, acurrucado en el silencio, rozando peligrosamente el insomnio. Entonces pienso: ¿soy real y lo escribo, o escribo para serlo? Cuando me despierto, con el toque de alarma de las seis y media, las palabras siguen en mi conciencia.

lunes, 8 de enero de 2018

El error fue pretender escribir una novela abasteciéndome en tan amplio porcentaje de materiales del recuerdo. Ahora comprendo, al cabo, que hubiera sido más práctico y sensato acotar y articular lo vivido y presentarlo como lo que fue, como una memoria, y sobre esa base facilitar las transiciones narrativas echando mano de algún guiño o licencia, de alguna concesión a la imaginación. Nadie lo sabría; pero, dada la sutil truculencia de los hechos, cualquiera lo acabaría leyendo como novela.

domingo, 7 de enero de 2018

Pasa la tarde de un día domingo, pasa el primer fin de semana de un año par, pasan las vacaciones escolares y pasan con ellas las reuniones previsibles, los anhelos de intimidad frustrada, las citas aplazadas, lo que quiso ser y lo que no se atrevió o no supo o estaba escrito que no fuese.
Yo, que he avanzado poco y mal por mi galería de borradores, de proyectos malogrados o estacionados y de inéditos restituibles, me atrinchero tras la pantalla del portátil y, como una pitonisa en trance, pongo las manos sobre las teclas. Ya es noche cerrada y se respira el silencio de la casa, una calma que parece desmentir los trasiegos y los atropellos que nos llevarán de aquí para allá desde muy temprano, mañana y los días sucesivos.
Este diario -quién me lo iba a decir hace una década, cuando lo inauguré con alguna disputa de conciencia, como si traicionara la verdadera vocación- es ahora el penúltimo reducto, el inesperado testigo de mi incertidumbre, el medidor de mis reservas de constancia, mi fortaleza.
Retales para hilvanar unas memorias:
36. UNA TESIS.

viernes, 5 de enero de 2018

Siempre tuve, desde muy pequeño, la dolorosa conciencia de la fugacidad, el pánico de lo efímero. Evoco un periodo, entre los seis y los diez años, en que me era insufrible imaginar no ya la muerte de alguno de mis abuelos, sino el periplo de soledades sin retorno que su muerte inauguraba, la caída en esa especie de agujero sin fondo que habrá de ser el abismo. Ya en esa época necesitaba fechar y retener en un bloc de cuadrícula, como un notario, lo que me iban deparando los días. Temía perder los datos, la verdad tangible, el triunfo de las primeras veces, lo vivido en suma; y la esencia escurridiza del tiempo encontró poco después en el lenguaje, en los signos escritos, un buen modo de resarcirse del olvido que acecha, una tregua razonable. De ahí, quizá, mi tendencia natural a la confesión poética y al registro memorioso, antes que al dispendio de evasiones que suele procurar la ficción, la mera ficción. Las palabras prolongan el recuerdo, lo corrigen, y también, sin duda, lo sobreviven: nos sobreviven.
Los espejos que nos miran con afán obsesivo al salir de casa o en el hueco del ascensor, los escenarios urbanos o campestres que se van insinuando a nuestro paso, la tentación de posar para uno mismo, la docilidad del artilugio que continuamente se esgrime en la palma de la mano, el envío inmediato y masivo con un simple golpe del índice. He aquí otro gran logro de la alta tecnología digital: la socialización del narcisismo.

miércoles, 3 de enero de 2018

Estar activo -para un artista- significa existir en un estado de alerta permanente, en una tensión proclive y duradera, ebrio siempre de estímulos, infatigable censor de distracciones. La dedicación exclusiva y la entrega generosa -para un artista que no alcanza a vivir de su talento- equivalen a un oasis de felicidad, a una dicha caprichosa que no encontrará apoyos ni complicidades, sino la indiferencia consciente, el recelo pasivo o, peor aún, la más insidiosa de las denuncias: la que lo acusa de egoísta. Ahora bien, si logra vivir de su talento, entonces tal vez todo se le perdone.

martes, 2 de enero de 2018

Ayer escribí un poema que hoy estuve retocando y que acaso mañana me termine de convencer. O no, quién lo sabe. De dónde viene el rapto y a quién van destinados unos versos sigue siendo todavía un misterio para mí. Si lo supiera, dejaría tal vez de acechar la ocasión, de indagar luego la palabra exacta, de torturar mi cerebro con mil alternativas por una sílaba de más o de menos, de sentirme en plenitud mientras lo escribo. Un juego, el juego solitario de hacer versos...

lunes, 1 de enero de 2018

No hay cultura sin sensibilidad. Lo pensaba este mediodía, sentado en el sillón de la casa de los padres, mientras reeditaba el rito anual, inaugural, de seguir por televisión el Concierto de Año Nuevo que se emite desde Viena. Hay, de hecho, grandes inteligencias que en el trato cercano suenan huecas -doctores que aprendieron mucho, profesionales ilustres, especialistas en cualquier cosa-, pero que no prestan atención a la belleza simple del mundo ni saben rendir sus voluntades ante una obra de arte. En el espíritu verdaderamente culto habita un talento que nace o que se hace, una cualidad íntima que lo determina, una predisposición sensible.