miércoles, 31 de mayo de 2017

Aprendiendo a decir no. Todavía.

martes, 30 de mayo de 2017

Alguna que otra vez, exacerbado por la calentura literaria, vinculé mi año de nacimiento con el de la novela Cien años de soledad.
Era un adolescente greñudo y esquivo cuando, atraído no más que por la mera fascinación de los títulos, saqué en préstamo de la biblioteca del pueblo un ejemplar del que no supe leer más allá de veinticinco o treinta páginas. Algo más tarde, en el oasis fertilísimo de mis estudios universitarios, adquirí la edición de Cátedra y la manoseé y la subrayé y la anoté como un poseso, inundado de gratitud. Fue el verano interminable de 1988.
Hace una década, con motivo de la celebración en Cartagena de Indias del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, la Asociación de Academias quiso homenajear a Gabriel García Márquez -su fábula cumplía cuarenta años y él se convertía en octogenario- con una tirada conmemorativa, en pasta dura, revisada por él y prologada con colaboraciones de Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Víctor García de la Concha y Claudio Guillén, amén de otros adornos epilogales. La compré, con alguna reminiscencia bibliófila, y ha permanecido encerrada bajo su precinto de plástico todo ese tiempo; hasta que hoy, hace un momento, ceremonioso, se lo he desprendido y la he estado hojeando.
La editio princeps fue impresa en Buenos Aires, por la Editorial Sudamericana, el 30 de mayo de 1967 -¡hoy vence el medio siglo!-, y en los primeros días de junio se vendieron sus ocho mil ejemplares. Me pregunto cómo será empezar a leer Cien años de soledad sin saber que empiezas a leer una obra de esa magnitud, ajeno al prejuicio benévolo que irremediablemente la acompaña desde entonces. Y cómo habrá sido avanzar por los párrafos de sus veinte capítulos durante aquel junio del 67, lector cómplice e incrédulo, lector sin trampa, chapoteando en el éxtasis completo de la revelación silenciosa.
Vuelvo a mi ejemplar, a la promesa tácita de inaugurar con él los atardeceres de otro junio en el sillón junto a la ventana, desde la atalaya concienzuda de nuestro respectivo año cincuenta. Los dos nos releemos al leernos de nuevo.

lunes, 29 de mayo de 2017

Fui un viajero tardío, sin vocación, sin avaricia. Viajé lo justo para recordar con demorada nitidez adónde y cuándo y con quién, y en qué orden se sucedieron mis destinos, y cuáles he repetido y cuántas veces, y aquellos cuya visita pende aún de alguna señal extraordinaria, de algún azar. No siento el capricho ni la necesidad de acudir periódicamente a otros lugares bajo la excusa de que nunca estuve allí, para fotografiarme junto a un monumento o para decir que contemplé tal museo, ni tengo tampoco la tentación de labrarme un currículum turístico que sorprenda a mis circunstanciales contertulios.
Quizá por eso conservo tan cerca ciertos instantes y secuencias que viví de forma residual y que, sin embargo, dibujan el verdadero puzzle de mis viajes: una casa de comidas en Madrid, una pensión de Granada, varios rincones de Lisboa, los arcos de via Po en Turín, un vino con vistas a la piazza d`Espagna en Roma, un pub con espejos en Glasgow, los minutos de un atardecer de fin de año desde una terraza en Marrakech, la lluvia desde una taberna céntrica de Barcelona, la puerta de una histórica librería de París...
El viaje, si no es al interior, es menos viaje.

domingo, 28 de mayo de 2017

sábado, 27 de mayo de 2017

Como la pluma
mecida por la brisa:
ser solamente.

viernes, 26 de mayo de 2017

Hacía tiempo que no imaginaba un título. Para mí, el título suele ser el principio de lo que luego se convertirá en libro; muy pocas veces me ha ocurrido que el título se me revele al final. Pero ahora lo he visto claro sobre la portada, y si lo abro me recreo con un índice de capítulos que alternan la refutación y el elogio, con alusiones clásicas y derivaciones hacia el mundo de hoy, hacia la actualidad más rabiosa y casi hacia el futuro inmediato, y ello desde el justo equilibrio de un ensayo divulgativo, asequible en su estilo, entretenido, sugerente, discreto. No es necesario hacer un estudio de mercado para averiguar que se venderán unos cuantos miles de ejemplares, la mayoría gracias a las bondades del boca a boca. Tratado sobre la pereza, tal es su título. Lo he visto claro, lo he rumiado en mi cerebro y he tenido el impulso de tomar alguna nota inicial, algún apunte que me sirva de trampolín, y casi con el mismo ímpetu se ha ido diluyendo como la arena en un reloj y he terminado escribiendo esta reseña entusiasta sobre un libro que no existe, que no existirá por mí, pero que podría... Ay, qué pereza...

jueves, 25 de mayo de 2017

Un visitador de este sitio me dice que ha leído lo que dejé el otro día, el martes, pero que se lo ha apropiado talmente como si fuera un poema, aunque no sean versos que riman ni se evidencie afán métrico, sino palabras seguidas en renglones seguidos.
Vuelvo al texto de los horarios y las prisas, a la guillotina del sueño y al tiempo agujereado por sus cuatro puntos cardinales, y lo releo imponiéndome una gravedad lírica, tratando de tasar el tesoro escondido y de recolocar sus piezas para sentir cómo suenan en su nueva apariencia. Quito y pongo sílabas, evito las tediosas asonancias, arriesgo encabalgamientos versales, procuro un cauce limpio que desemboque en la retórica de la pregunta, o acaso la duda, sobre si llegará el día en que echemos en falta cuanto enaltece nuestras quejas de hoy.
Pero algo falla: todo se me antoja artificioso, técnico, impostado. No me vence el misterio, no conecto con el alma de la idea. Así que borro todos los borradores y me digo que quede como estaba, como surgió aquel martes.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Jugábamos al juego de la falsa modestia, de la humildad con trampa.
Si os fijáis, soy poca cosa: un profesor sin galones, sin deseos de asumir jefaturas, uno más entre los muchos que sobrevivimos en la trinchera (con perdón) de una clase tras otra; sé de unos cuantos que me mandan por arriba y de nadie a quien yo deba mandar por abajo, y eso me tranquiliza, me otorga el maravilloso aplomo de la irresponsabilidad. Soy tan nada, aquí y fuera de aquí, que apenas conozco dos situaciones en las que me siento realmente grande, inmenso, como un dios (un dios con minúscula, pero un dios a fin de cuentas): una, cuando me expreso por escrito, cuando busco y encuentro las palabras que digan lo que quiero decir; y la otra, la otra... (aquí me entretengo buscando el efecto, con amplio dominio del escenario), la otra es... (bajo la voz, ralentizo su intriga) cuando alguno de mis hijos me llama papá.
En ese instante, casi todos los alumnos rompen en un aplauso espontáneo, quizá porque coincide con el timbre de salida.

martes, 23 de mayo de 2017

Un día llegará en que echemos de menos las prisas, los horarios, el estrés sucesivo, las inútiles quejas, las páginas de una agenda desierta y sin eventos, la guillotina del sueño en la alarma del despertador, las tareas que no admiten plazo ni excusa, este tiempo agujereado por sus cuatro puntos cardinales, tanta frustración elemental, tanto destiempo.
¿Llegará un día? ¿Lo echaremos de menos?

lunes, 22 de mayo de 2017

¿Qué recuerdan de nosotros quienes pasaron fugazmente o se quedaron un rato en nuestras vidas, qué huella les quedó que ahora, al referirnos desde lejos o al indagar en la hucha de la memoria, se les impone con la fuerza irreprimible de una anécdota, de un gesto del que no fuimos del todo conscientes?
Hace dos veranos, en las fiestas del pueblo, saludé a un compañero de aula en la escuela y en el instituto, un buen muchacho, un alumno brillante que hoy ejerce de médico anestesista. Me confesó que a menudo se acordaba de mis torpes progresos en la clase de francés: no había olvidado cómo una vez, antes de entrar a un examen, me dio por repetir frases y expresiones silabeándolas a la española, para no perder ni una letra, así le chat monte sur la table como les enfants mangent et boivent, registro humorístico de las formas originarias, respectivas, le chat monte sur la table y les enfants mangent et boivent.
Supongo que, en buena medida, ese soy o seré yo para él: el antiguo compañero de escuela y de instituto al que un día de examen le dio por repetir cómicamente, hasta memorizarla, aquella sarta de palabras de otro idioma.

domingo, 21 de mayo de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
4. HACE MEDIA VIDA.

sábado, 20 de mayo de 2017

Vida socio-literaria nula. O casi: a media mañana del jueves entré unos minutos al receptáculo donde trabajan las máquinas para fotocopiar hojas de exámenes. Una de las conserjes, que no ignora mis inclinaciones, me habló de una novelista a la que vio el otro día firmando ejemplares y la larga fila de interesados que esperaba turno. Es una mujer sin titulación, con un estilo muy sencillo, pero que al parecer gusta mucho. Esa es la clave para vender libros, concedí: no poner el listón alto y escribir fácil. Me insinuó que lo intentara yo, que escribiera una saga de esas con secuela que luego llevan al cine. Bromeé, como otras veces, que si yo supiera hacer un best-seller no tendría inconveniente en dejarme la literatura. Alcancé mi manojo de folios y salí al pasillo, un poco avergonzado de la arrogancia que acababa de cometer, pensando que los que leímos a Borges a destiempo estamos incapacitados para esa clase -legítima- de éxito.
Supongo que me lo diría, pero no consigo recordar su nombre ni dónde se celebró el evento.

viernes, 19 de mayo de 2017

1966 no fue un año prolífico en los diarios de Julio Ramón Ribeyro: apenas seis o siete páginas. La primera anotación, de enero: "Seres imperfectos viviendo en un mundo imperfecto, estamos condenados a encontrar sólo migajas de felicidad". La última, sin marca de día ni de mes: "El camino al viajero: las huellas que he dejado en tus pies". Y entre ambas, un par de fragmentos subrayados por mi mano: "Para salir de la Agencia tendría que escribir una buena obra, pero para escribir una buena obra tendría que salir de la Agencia. En dos o tres ocasiones he roto el círculo mediante un viaje, una escapada, una renuncia. Pero ya tengo 37 años"; "Necesidad de codificar mis conocimientos, que por falta de uso se disuelven en el crepúsculo del olvido. Si supiera todo lo que supe, sabría más de lo que sé".

jueves, 18 de mayo de 2017

Es una maleta de materia pesada, chapada por las esquinas, que cierra con un enganche central y dos hebillas metálicas, una a cada lado. La tumba sobre una caja de la fruta y la destapa para mí, parsimonioso, como si alentara un misterio.
Hay casi una decena de escrituras de propiedad firmadas ante notario. Hay un sobre grande que contiene ensayos de planos a bolígrafo y planos oficiales hechos con líneas de computadora y otros papeles relacionados con la construcción de la casa. Hay un bloc pequeño lleno de anotaciones tomadas en el servicio militar, nombres de mandos, soluciones de galones y estrellas, contabilidades primitivas, esbozos de frases destinadas a una novia. Hay una libreta con el registro a mano, por fechas y cantidades, del cómputo de todos y cada uno de los camiones de vino traídos de Jumilla a Moratalla desde 1980, siempre de la misma bodega, la de Fermín Gilar. Hay pasaportes antiguos, carnets vencidos y fotografías anacrónicas, cartas de residencia y de trabajo selladas en su día por la administración francesa. Hay polvo, mucho polvo...
Cuando la cerramos y carga con ella hasta su modesto escondite me dice que esa es la maleta que se llevó a la dura siega de Albacete, y la que se llevó a Ceuta y a sus dieciséis meses de mili, y la que se volvió a llevar en sus viajes de trabajo a Francia, en las décadas del cincuenta y del sesenta.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Hace una eternidad, en un antro sublimado por el alcohol y la inteligencia, mi amigo Kosta me reveló el argumento de una novela o quizá de una obra de teatro que tenía en la cabeza: los personajes eran albañiles que trabajaban en la construcción de un interminable muro que rodeaba la ciudad, pero ni ellos ni el propio autor conocían aún el porqué de ese muro, y acaso nunca lo supieran, eso no era lo que importaba.
Legendario es el recuerdo de la gran muralla china, cuyos vestigios sorprenden a los turistas. Hace unos meses, el presidente de los Estados Unidos de América amenazaba patéticamente, inverosímilmente, con el levantamiento de un enorme muro fronterizo que separaría su gran país de hierro (según verso de Rubén Darío) del vecino pobre del sur. Berlín ya tuvo el suyo -su muro y su vergüenza, digo-, y su derribo por la presión social se convirtió en símbolo histórico de la tolerancia y de la convivencia en libertad.
Ahora, en mi ciudad -la casa donde vivo a un lado y el centro donde trabajo al otro-, ruidosas máquinas y operarios anónimos se afanan en erigir una tapia de varios metros de hormigón infranqueable que cortará al tráfico toda una calle, una tapia de varios metros de hormigón que relegará a su ostracismo a todo un barrio, bajo la excusa poderosa de que un tren velocísimo circule por sus vías, en superficie.

martes, 16 de mayo de 2017

Ya hemos volvido... El coche lo condució papá... Por poco me colo en el váter... Tú sálete de aquí y pónete allí... El arambután se ha morido y la arambutana se ha ponido triste... Porfa, ¿jubamos juntos?... Popótamo, calameón, borila...
Ah el encanto de los trueques silábicos, de las reinterpretaciones fonéticas, de las irregularidades verbales, sobre todo si es tu hijo párvulo quien graciosamente trueca y reinterpreta y pretende hacerlas regulares.

lunes, 15 de mayo de 2017

No hubo tiempo con más distracciones que este que nos tocó vivir. Mantener la atención sobre un objetivo perdurable, digno, y penetrar en lo profundo de cada cosa es una lucha continua, una agonía; aparte de una rareza de la que no se podrá salir indemne. Todo parece conducir a la trivialidad, a la epidermis, a lo accesorio. Triunfa lo vulgar, se ensalza sin esfuerzo, y nos arrastra consigo hacia su nada inevitable. Estamos perdidos.

domingo, 14 de mayo de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
3. LAS PRIMERAS VECES.

sábado, 13 de mayo de 2017

No me preguntes cómo pasa el tiempo es el título que tomé ayer y que he concluido esta tarde.
Es lo bueno de leer poesía: en sus páginas reinan grandes espacios en blanco y ello permite avanzar rápido, casi como si hojeara el periódico. A lo que se ha de sumar que el porcentaje de versos (no digamos de poemas enteros) ante los que uno se detiene suele ser minúsculo.
No obstante, con el mejicano José Emilio Pacheco sintonizo más que con otros poetas, al menos en su producción de madurez. Pero este volumen de Visor acota de 1964 a 1972, entre sus veinticinco y sus treinta y tres años, y se nota. He apuntado, amparado en algún detalle, en alguna sugerencia, las páginas 67, 99, 134, 165, 175, 204 y 210. Ahora vuelvo sobre ellas, paladeo versos, rescato unos pocos: "El tiempo nace / de alguna eternidad que se deshiela"; "¿Pensaste alguna vez en tu enemigo, / en el que no conoces / pero odia / cuanto escribe tu mano?"; "Nada quedó. / También en la memoria / las ruinas dejan sitio a nuevas ruinas"; "La luz: la piel del mundo"; "La poesía anhelada es como un diario / en donde no hay proyecto ni medida".
Esta noche No me preguntes cómo pasa el tiempo recupera su sueño vertical, en la cuarta altura de la biblioteca del despacho.

viernes, 12 de mayo de 2017

¿Cuándo se derrota definitivamente una vocación? ¿En qué lance sin gloria capitula el orgullo? Si tal sucede, cuánto alivio para el hombre, y qué descanso.

jueves, 11 de mayo de 2017

Que qué me gustaría hacer cuando me jubile, eso me preguntó. Largo me lo fiáis, le dije para salir del paso. Mas luego, tras un par de sorbos al café, discretamente, me sinceré conmigo: la verdad es que cuando me jubile me gustaría estar más cerca de mis padres, cuidar de ellos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

La bolsa de la basura en una mano y el libro de poemas en la otra. Arriba, la Luna limpia, virginal, impasible, lúcida. Venturosa ocasión para olvidar quién fuiste, para entender quién eres.
Y se alejan, veloces, de nosotros,
devorados por una misma inercia.
Son los días, las horas, los minutos;
el instante presente que nos vive.

martes, 9 de mayo de 2017

En una página de los cuadernos de Albert Camus, extraña referencia a las cuatro condiciones de la felicidad según Poe; a saber: la vida al aire libre, el amor de un ser, el desprendimiento de toda ambición y la creación. Me pregunto cuál de ellas será la llave que abra las otras tres, cuál habrá sido (en el caso de Poe, en el caso de Camus) la más y la menos prescindible de las cuatro. Preguntas ociosas.

lunes, 8 de mayo de 2017

Cuando el 8 de mayo del 45 se dio por finalizada la guerra en territorio europeo, mi madre cumplió cuatro añitos.
Me la imagino sin tarta y sin regalos, y casi sin la conciencia de sus cuatro añitos. Me la imagino asistiendo poco después al aula de doña Lola Reche, un día sí y dos no, y ayudando desde su altura en las labores que la casa asignaba a la mujer. Me la imagino, con menos de diez, apartada ya definitivamente de cualquier oportunidad para formarse, yendo a por cántaros de agua a la fuente del Cañico, o cargando con el cesto de ropa hasta un recodo del río o de la acequia, o llevando al tajo la olla de comida para los hombres. Me la imagino ilusionada y feliz en sus correrías adolescentes, con toda la vida por delante, avejentada antes de tiempo. Me la imagino en su noviazgo discreto con mi padre, y la temporada radiante, de recién casados, en un pueblo del sur de Francia, y el retorno a la tierra de los suyos para alumbrar al primogénito.
El resto ya no lo imagino: la he visto cocinar manjares y portarlos hasta el mostrador de una taberna; la he visto acudir a las labores imperiosas que reclamaba el ciclo de la huerta; la he visto atender durante casi tres décadas el negocio de comestibles y bebidas. Y cantar sus coplas antiguas, y hundirse en intermitentes depresiones, y mearse de la risa, y coleccionar pastillas de colores, y sufrir por todo y por todos. Y abandonarse y olvidarse. Y quejarse. Y volver a reír.
Ayer celebramos sus 76, pero es hoy cuando los cumple.
Siempre me ha dolido su vulnerabilidad.

domingo, 7 de mayo de 2017

Retales para hilvanar unas memorias:
2. MI PRIMER RECUERDO.

sábado, 6 de mayo de 2017

A los diarios de escritores -que serán leídos preferentemente por otros que quisieran serlo o que no saben que lo son- se les exige un efecto balsámico, catártico; de ahí que la mayor parte de ellos -pienso sobre todo en Kafka, y un poco también en Ribeyro; en Pavese, aquí, pienso menos- se sustentan en las dificultades cotidianas para hacer una obra y, a menudo, en la frustración por no haber encontrado siquiera el camino. A los diarios de escritores, antes que el entusiasmo o la autocomplacencia, les cae mejor una cierta dosis de derrotismo, que el protagonista se lama las heridas y se solace en el fango del fracaso.

viernes, 5 de mayo de 2017

Horas interinas encadenadas en una sucesión sin pausa ni tregua.

jueves, 4 de mayo de 2017

Érase una vez dos hermanos gemelos: Eufemismo y Tabú. Aunque se querían mucho, había encontradas diferencias entre ellos. Tabú, de carácter reservado y autoestima más bien baja, se avergonzaba de sí nada más abrir la boca. Eufemismo, en cambio, era muy popular, caía bien a todo el mundo y, como suele decirse, estaba encantadísimo de haberse conocido. La verdad es que Tabú se sentía a menudo ensombrecido y ninguneado por su hermano Eufemismo, que no dudaba en anticiparse a sus tímidos intentos de hacerse ver y oír. Al fin, una mañana de mayo, mientras discutían en un parque [...].
Se me ocurrió esta mañana, al hilo de la clase, y arrancaba más o menos así. El resto será labor de los alumnos, de su bendita imaginación. Ya veremos en qué queda.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Observo dos maneras de leer (de leer novelas, sobre todo) y por lo tanto dos grupos de lectores. La lectura ingenua, primitiva, originaria, es aquella que satisface el gusto o muestra el disgusto sin condescender a nada más, mientras que la lectura viciada, seudoprofesional, es la propia de quien empatiza con la autoría (probablemente otro autor) y discrimina su decálogo de hallazgos y errores. La primera es espontánea, natural, y por lo mismo escasamente compasiva en sus juicios; la segunda explora las vísceras del texto y coteja la dificultad del empeño, los logros últimos, como si todo se redujera a un desafío técnico. La primera solo atiende a la recepción desde la recepción; la segunda se somete a la complejidad del proyecto desde la perspectiva del emisor.
Recién lo escribo me doy cuenta de que esta clasificación, al menos en parte, ya la apuntó Julio Cortázar cuando habló de lector-macho y lector-hembra. Pero solo en parte.

martes, 2 de mayo de 2017

Desentenderse de cuanto exceda el instante presente (sea la proyección hacia el futuro como el regodeo en lo ya pasado) y disminuir e incluso anular el dominio del ego, que siempre acecha tras sus múltiples máscaras. Tales son, si no entendí mal aquellas páginas de Osho, los dos grandes desafíos del individuo que busca la paz consigo, la calma interior, la felicidad o, como él prefiere, la alegría; todo lo cual se concreta en la disciplina de la meditación. Existir solo aquí y ahora; no elevarse sobre nada ni nadie. Carpe díem y beatus ille, o lo que es lo mismo, conciencia del ser y humildad plenas. Qué fácil parece... ¿O acaso entendí mal?

lunes, 1 de mayo de 2017

Lunes primero de mayo doméstico y sedentario, sin otras expectativas. En el paladar, un regusto amargo de sueños contrariados cuyas raíces no indagaré. El sol va desgranando las primeras horas del día y va tirando de uno, reprochándole la pereza enquistada. Me levanto a regañadientes, agotado antes de empezar. Ningún propósito, abrumadora sensación de transitoriedad. Pienso en la calma que me acompañó las semanas previas a mi cumpleaños cincuenta, tan lejos del desánimo actual, y no sé hallar una causa aparente. Ganas de refugiarme bajo el halo lírico de aquella letra de Joaquín Sabina, quién me ha robado el mes de abril. Por la tarde, siesta profunda, impremeditada. La cena, más laboriosa de lo habitual, fue bendecida con dos copas de vino. Ni he escrito el poema que me debo ni he avanzado en ninguno de los proyectos estancados. Leer, tampoco. Ahora, antes de publicar esto, compruebo que el televisor sigue emitiendo desde un canal infantil, mientras madre e hijo duermen en el sofá. Buenas noches.