lunes, 31 de enero de 2011

FWD: INFORMACIÓN CONFIDENCIAL

Pedro,

debo hacerte una revelación que cambiará tu vida.

Sólo tú debes saberlo.

Es muy importante que ELLA no se entere.

Te espero en el 806.557.100.

Llámame cuanto antes, es muy urgente.

Un abrazo,

Araceli.


*Sólo pagarás el coste de la llamada: 1.18€/mn. si llamas desde un fijo o 1.54€/mn. si llamas desde un móvil.

sábado, 29 de enero de 2011

CUENTA DE CRÉDITO

-Ha debido de pasarme por encima todo este tiempo que el calendario cifra en décadas para comprender que la felicidad no sabe ni quiere hipotecarse, que no admite que la mercadeemos en cómodos plazos, que su plenitud solo puede adquirirse al vencimiento de este instante, aquí mismo y ahora mismo, pagándola a tocateja, arriesgando por ella los últimos ahorros y renunciando a los quiméricos planes de pensiones que a veces promete.
-¿Comprender? Han debido de transcurrir todos esos años para que tú encuentres las palabras que expresan lo que siempre habías intuido sin atreverte a formularlo por escrito. El camino de la comprensión comienza ahora.

viernes, 21 de enero de 2011

MI AUTOBIOGRAFÍA

"Cada cual debería escribir su vida, porque las palabras nos explican y, sin las palabras, el mundo no existe; además, cada palabra que uno escribe puede cambiar el curso de su vida, porque cada palabra desencadena la siguiente". Así se expresaba mi admirado José Saramago en un antiguo recorte de periódico, y si ahora reparo en él y en esa cita suya es para hermanarla, si se admite tal parentesco, con una de las experiencias más gratificantes que me ha procurado el ejercicio de la docencia.
Desde hace unos cuantos cursos, casi una década, ofrezco a mis alumnos más jóvenes, a los recién llegados al instituto, el proyecto de escritura individualizada de su "autobiografía", un trabajo distribuido en una veintena de capítulos, que se extiende a lo largo de seis o siete meses y que ellos elaboran y redactan según mis indicaciones específicas. De acuerdo con un calendario que fijamos en octubre, yo los oriento sobre cómo pueden enfocar cada tema, les comento cómo han de entrevistar a sus padres o a otros familiares, los asesoro sobre cómo han de acudir a fuentes externas para recabar la información precisa, o sobre cómo armarse de paciencia para ensayar un borrador que luego cobrará todo su sentido en la blancura del folio. Luego, por mayo, cuando hace la calor, estos escritores imberbes reúnen todos los capítulos (que ya fueron corregidos) y se unifican criterios de impresión (o de caligrafía, en su caso) y de presentación, y les hago encuadernar sencillamente al menos dos copias del resultado, esto es, de lo que ya será su "primer libro", el que ya luce portada original y páginas numeradas, el mismo que despliega una dedicatoria muy exclusiva.
He de añadir que, más allá de las bondades lingüísticas que la disciplina de la escritura comporta (desde la mejora de la ortografía a la adquisición de vocabulario), este proyecto les sirve a ellos para renegociar una identidad y para saberse protagonistas de su propio discurso, lo cual, qué duda cabe, estimula su interés y acrecienta su implicación en la tarea casi desde las primeras semanas. Y a mí, que fatigo cada capítulo con mi lupa correctora, me ha ayudado y me ayuda a conocerlos a ellos, a cada uno, como si al revisar sus entregas leyera en el libro abierto de sus inquietudes y desvelos, un libro que a menudo muestra la impudicia descarnada de su preadolescencia, un libro de ejemplar único que el futuro acariciará con los dedos de la nostalgia.
Contagiado por el latir cotidiano y sucesivo de cada grupo de alumnos, de cada curso escolar, yo también he sentido a veces la tentación de acompañarlos en la escritura, un deseo solidario de construir poco a poco la autobiografía que nunca escribí cuando tuve su edad, la que me permita reconciliar mi vida actual con las palabras que la escriben en el devenir de la memoria, porque, como advertía Saramago, es dudoso que el mundo exista sin la materia sustancial de esas palabras.
Esta mañana, saliendo de clase, ha vuelto a embargarme esa especie de querencia que nunca me he permitido, que siempre me he pospuesto, pero a cuyo embrujo no sé si acabaré cediendo: el tiempo de este blog dirá el resto.

sábado, 15 de enero de 2011

BREVE REFUTACIÓN DE LA ORTOGRAFÍA

Señores académicos:
Como humilde usuario de la lengua, he notado que, de tarde en tarde, para congraciarse con la plenitud de sus semas y maximizar el caudal de sugerencias que alberga, el adjetivo espléndido (y asimismo espléndida) debería admitirse con x.

jueves, 13 de enero de 2011

EN GUARDIA

Alguien me dijo hace tiempo, a modo de advertencia amable o de generoso consejo, que el adulado siempre es víctima del adulador. Es una verdad tan obvia que no necesita más verificación que la que anida en el sentido común, y quizás por eso procuro susurrármela a mí mismo tan a menudo, ora como defensa frente a los malos espíritus que acechan, ora para sanear regularmente esa zona intimísima que propende a envanecerse con cualquier excusa. No adula quien quiere, sino quien capta en el otro la vulnerabilidad propiciatoria de esa intimísima zona, esto es, quien acierta a descifrar nuestra condición de víctimas. Hemos de vivir alerta, siempre en guardia, para no ceder al cosquilleo envanecido de la adulación.

lunes, 10 de enero de 2011

SIN AGENDA

Después de casi tres lustros, he comenzado este mes de enero sin el tradicional repuesto de la agenda para el nuevo año. Han pasado diez días de 2011 y todavía no la extraño demasiado, quizás porque no me ha dado tiempo, quizás porque no tenía anotado en la propia agenda que aguantaría diez días sin agenda. He de admitir que me había acostumbrado a su compañía casi constante, como si se tratase de una prolongación de mi brazo, siempre ahí, con su hoja dispuesta para prevenirme de los pequeños olvidos cotidianos que la memoria no quiere o no sabe tolerarse, o bien para fijar los momentos que tejen las redes del futuro con su anticipo de melancolía, con su rechazo obstinado del azar. Me pregunto si me habrá ganado la pereza de ir a buscarla a la tienda o si, más allá de la dejadez, habrá contribuido la voluntad consciente de no querer que me acompañe en la travesía por el nuevo año. Me pregunto si el deseo inconfeso de prescindir de esa extremidad traerá a mi vida paz o desasosiego, si soplará sus aires de libertad frente a las citas ineludibles o si, por el contrario, me hará sentir la orfandad irremediable de quien no sabe habitar el tiempo sin parcelarlo a su antojo -¡qué iluso!-, como un diosecillo povinciano, disciplinado y diminuto.