Acaba un año y comienza otro. Así ha sido desde que el
hombre y la mujer se someten al imperio del tiempo, y así será hasta que deje
de serlo.
Ningún balance sensato podría obviar que sigo vivo, que mantengo más o menos las
formas (la física y las otras) y que en general gozo de buena salud, o que me
siento afortunado porque los últimos doce meses no me arrebataron a ninguna de las
personas que quiero y necesito para continuar el viaje.
Por lo demás, y
pensando en el futuro inmediato, suscribo el vago propósito de leer dos o tres
clásicos pendientes, de escribir algún poema que valga la pena (aunque sé que
el poema que vale la pena no lo escribimos: él nos escribe), de disciplinar los
impulsos y doblegar a la pereza y centrar las energías para que la fábula
soñada halle al fin su destino de palabras en su tinta.
Confío en que no me abandone el espíritu de la letra. Hay más, mucho más, pero este es un blog público y no sería prudente... aquí... ahora...
lunes, 30 de diciembre de 2013
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