jueves, 12 de diciembre de 2013
CLUB DE LECTURA
Esta tarde, La sonrisa del ahorcado nos ha traído a Caravaca, donde a eso de las ocho se prevé el encuentro con los socios de un club de lectura (pero es de suponer que alguien más acudirá, por libre). Aparte de la incertidumbre sobre el número de interesados físicos en estas cosas y causas de la creación y del arte, lo más terrible de estos actos, para mí, es que uno nunca sabe con qué caudal de ánimo o con cuántas calorías de elocuencia se sentará en la mesa y empezará a decir por su boca, ni si su discurso acaso previsible y las respuestas que demanden los lectores y prelectores estarán o no a la altura de lo que uno se propuso escribir o dejó escrito en las páginas de su libro, a lo largo de tantos años y de tantos desvelos, en ese océano agridulce de folios arrugados y de intuiciones felices. No obsatante, tomaré la palabra y, como siempre, admitiré no saber muy bien por dónde empezar, y luego se enlazarán las ideas y discurrirán las anécdotas y casi sin darme cuenta estaré leyendo el fragmento de la página 131, cuando el propio volumen, haciendo las veces de narrador de uno de los cuentos, averigua que "sin vosotros, los lectores, no hay literatura", y que "la obra de arte es un mensaje estético, y por supuesto ético, que hay que descodificar para que exista, y esta labor es solo tuya, lector, ya que mientras me lees me estás creando y me estás dando el oxígeno que necesito para seguir viviendo. Este libro existe como objeto desde el instante en que se escribe, se edita y se expone en una librería; pero la literatura que pueda haber en este libro solo existirá cuando tú me leas y me interpretes, es decir, que tú eres esencial para que yo empiece a ser eso que se supone que soy: literatura". Pero esto ocurrirá, calculo, alrededor de las nueve menos cuarto de esta noche, así que no nos anticipemos.
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