Por eso, el mayor empeño del orgullo siempre ha sido arrebatarle
al hombre ese algo secreto, indefinible y mágico que la humildad le prestó en tiempos
remotos.
Cuando el orgullo asoma al espejo su disfraz, la visión es patética;
en cambio, cuanto más se apoca y se desnuda y se ensimisma, más prestigio gana la humildad.
Así es el horgullo; así, la umildad.
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