viernes, 14 de febrero de 2014

PURO TEATRO

Cada mañana se eleva el telón, se enciende arriba el gran foco de la vida, nos ponemos nuestras máscaras frente al espejo de todos los días, salimos a los distintos escenarios que nos tiene reservada la rutina o soñamos con interpretar ese guion improvisado que nos justifique ante nosotros y ante el mundo. Nuestra libertad es la libertad del personaje que encarnamos, y asimismo lo son también nuestras cadenas. Y luego regresamos como Ulises a su Ítaca o como Quijote a su aldea, un poco derrotados a veces, decepcionados casi siempre, sospechosamente satisfechos otras, aferrados al convencimiento último de que no hay más verdad que la ilusión de continuar vivos, e inventamos a solas la esperanza de poder repetir cada mañana esos gestos que creemos nuestros, como si no quisiéramos saber que la función continuaría sin nosotros, que somos todos actores de reparto perfectamente sustituibles, dolorosamente prescindibles.

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