A una palabra la sucede otra
y el reloj se convence de su imperio con toda pulcritud con timo
[ exacto
así
las horas muertas de esta infame estadística se mecen y
[ entumecen
y estremecidamente apilan los cientotreintaiséis afroahogados
[ clandestinos en lo que va de año
uno a uno pero ni tú ni yo
uno
a
uno
hasta fletar las cientotreintaiséis muecas o miembros agarrotados
[ como signos de interrogación
confirma a pie de playa informativos telecincoy nosotros
simples descuidos en medio de este escombro
podredumbre afeitada bajo la estricta ducha de la pensión más
[ pobre
invasores de orín en los blancos lavabos de la gran superficie a las
[ afueras
ebrios de luna nueva en esos bulevares del crepúsculo que
[ discurren hacia todas las estaciones inventadas sin billete de
[ vuelta
y nosotros
descifraremos uno a uno los cientotreintaiséis cadáveres
[ repatriados y los que el mar marea
uno a uno hasta anudar las cientotreintaiséis razones u olvidos
[ sobremuertos
en esa instantánea triste del reportero triste de la associated pressesa instantánea gris
gris y triste
como las horas vanas de este otoño perenne que se nutre de
[ epítetos y cifras
De Libro ciudad (2006)
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