jueves, 23 de enero de 2014
IMAGEN DEL FRACASO
Anduvo por el instituto tres o cuatro años. Debido a su déficit intelectual diagnosticado, recibió todos los apoyos posibles por parte de profesores especialistas, y se procuró además integrarlo en determinadas clases con grupos normalizados de chicos y chicas de su edad. Al mismo tiempo, iba a comer y pasaba las tardes completas en un centro de atención a menores con dificultades socioeconómicas y riesgo de exclusión. Los tutores sociales y los propios progenitores eran llamados un día sí y otro también para tratar de gestionar y reconducir, con o sin sanciones, las fechorías continuas del muchacho: robo de material, maltrato del pupitre y de su entorno, orines en la papelera, masturbaciones varias y otras exhibiciones indecorosas. Al comienzo de este curso se notaba y se agradecía su ausencia, pues el sistema legal ya no lo obligaba a venir al instituto. En la víspera de la pasada navidad, al cruzar a pie una travesía del barrio, lo vi escarbando con medio cuerpo dentro de un contenedor de basura, sin bajarse de la bicicleta a la que había incorporado una caja de plástico similar a las que utilizan muchos indigentes extranjeros en sus excursiones planificadas por los estercoleros de la ciudad. Al percatarse de mí, hizo una mueca que prefiguraba una sonrisa, una especie de saludo en su extravío sin retorno, y continuó, orgulloso, con su tarea.
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3 comentarios:
Es cierto que el sistema no tiene, ni de lejos, los instrumentos necesarios para atender a este tipo de alumnos. Pero la crítica ha de ser constructiva: ¿en qué hemos fallado todos? Yo no sé bien la respuesta, de lo contrario, bien podría aplicarla a algún caso que tengo en el aula este mismo año; sin embargo sí sé qué es lo que no funciona: meterlo en un aula con 30 alumnos más, tenerlo 15 días sin profesor porque haya tenido una baja este y la Consejería no lo sustituya hasta pasado ese tiempo reglamentario, intentar seguir un currículo que nada tiene que ver con sus verdaderos intereses...
No me ruboriza confesar que yo no estoy preparada para trabajar con este tipo de alumnado.
Hay que comenzar con honestidad por el principio.
Sí, pero fíjate que más bien es el retrato de la realidad, de ahora y de siempre. Y todo viene por nuestra propia naturaleza individualista. ¿Dónde está el fracaso, Pedro, en ese joven rebuscando en las basuras o en ese otro joven que recibe premios extraordinarios por su carrera? ¿quién ha puesto el listón, quién la excelencia?
El problema del fracaso yo no lo veo tanto en esa realidad que dibujas, como en una mirada deshumanizada del hombre sobre otro hombre.
Lleváis vuestra parte de razón los dos, o acaso la llevamos los tres. Aunque no sé si ha quedado claro, yo he querido poner el acento no tanto en el fracaso personal del alumno como en el fracaso del sistema que ha intentado sacarlo adelante, y que nos incumbe a todos.
Salud!
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