martes, 26 de noviembre de 2013

HABÍA UNA VEZ Y HABÍA OTRA...

Había una vez un hombre que sabía algo. Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado, el hombre dijo que no sabía nada. Y solo entonces lo dejaron en paz.


***

Había una vez un famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón, salía al ruedo y comenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz!, decía la gente, señalándolo, y se moría de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante años repitió su número haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max se iba volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: “Voy a revelarles un secreto. Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario”.
  
Julio Ramón Ribeyro
 Del cuento “Por las azoteas” (1958)

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