viernes, 1 de noviembre de 2019

07X2019
Imagen: Visitantes en un zoo, observados desde dentro de la celda acristalada.
Texto: Aquí paso mis días y mis noches. Aquí descargan a diario toneladas dosificadas de comida, un macho me busca y me encuentra en época de celo, ciertos doctores revisan mi cuerpo y me ponen inyecciones. No tengo que preocuparme de la caza ni de defender un territorio ni de proteger a mis crías. Cuando me apetece tomo el sol, o bien me sumerjo en el estanque. A veces vienen grupos de personas que me señalan con el dedo y hacen gestos de asombro desde el otro lado del cristal. La vida pasa lenta aquí.

08X2019
Imagen: En la terraza de la casa de los padres.
Texto: Cada cual tiene su atalaya, un paisaje propio que despliega la modestia de sus alas, el punto exacto desde el que solemos celebrar cuanto nos fue dado. Para los otros no significará mucho, apenas nada, una baranda y tras ella una calle y unas casas y unos cables eléctricos, y luego unos árboles y el atisbo de una sierra y un cielo que oscilará entre el azul radiante y el gris plomizo, entre la dicha de ser -de estar aquí, de haber vuelto- y el dolor que a veces trae la vida. El alma se regocija de este espacio.

09X2019
Imagen: Fotografía de mi rostro en una carta de póker.
Texto: Nunca supe si las cartas están marcadas, si hay una conciencia que las baraja y las reparte dejándonos a nosotros, tristes mortales, la ilusión del azar, de los hados favorables, de la diosa Fortuna. Lo llamamos Fatalidad y, en algunos casos, Destino, que no son sino dos maneras de humillarnos frente a la nostalgia de un orden supremo, premeditado e insobornable, escrito en las estrellas con mano firme. Tal es el tamaño de la superstición, a la que tal vez habría que poner, también, la mayúscula.

10X2019
Imagen: Calle estrecha con arco moruno y niños jugando.
Texto: En una callejuela de Marrakech, en los primeros años del siglo XXI, dos niños juegan a la pelota. Entonces un turista con trazas de turista se asoma a ese espacio de silencio prehistórico y capta la imagen.
Yo pude ser cualquiera de esos chicos y de algún modo lo fui, hace ya cuatro décadas, en una calle sospechosamente familiar, angosta como esta pero con leve inclinación, curvada por las fachadas aleatorias de las casas vecinales, con zócalos. Era la calle del Palomar, en un pueblecito de Europa con raíces también árabes, en un recóndito enclave fronterizo al sureste de la Península Ibérica.

11X2019
Imagen: Cartel pegado en el interior de la puerta de un retrete de hombres.
Texto: Demasiado a menudo, el mensaje que leemos no se corresponde con la realidad que percibimos en la lectura; y entre esa realidad  intuida y el yo que mira e interpreta las palabras suele interponerse una imagen paralela, amable o no, un mundo oculto y soterrado al que continuamente nos remite. La literalidad nunca es óptima. Lo referido siempre puede ser otra cosa.

12X2019
Imagen: Bandera española ondeando en un esablecimiento a pie de playa.
Texto: Puedo entender el deseo de pertenencia de algunos, la turbia amalgama de azares que sustenta el principio de identidad colectiva, el acopio emotivo de vivencias y memorias y olvidos que condensa lo que soy y lo que somos en un himno común, en un símbolo que ondea sobre una tela de colores pactados. Lo que no me cabe en la cabeza es la ostentación gratuita y cerril, el regodeo cómplice, la fanfarronería exclusiva, esa especie de orgullo patrimonial que algunos gastan y que, además, me exigen a mí como garante de lealtad.
¡Ay, las banderas...!

13X2019
Imagen: Retrato de juventud, con barba, y libro de Cernuda en las manos.
Texto: Me desconozco, no parezco yo, pero verosímilmente lo soy, debo serlo, detenido en el umbral de una década -los noventa- tan decisiva como todas, con el pelo en punta y una barba que nunca me he tolerado más allá de dos meses. En mis manos, abierto tal vez al azar o tal vez por una página premeditada, "La realidad y el deseo" de Luis Cernuda, ese volumen del Fondo de Cultura Económica que había recibido en préstamo, de manos amistosas, y que luego se quedó a vivir conmigo, habitando conmigo las casas que yo habito.

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