miércoles, 12 de marzo de 2014
TEJEMANEJE
Va uno embebido en sus cavilaciones, templando asuntos pendientes por aquí y por allá, rellenando fichas y otros papeles pasajeros, alternando ideas repentinas y pensamientos fugaces que ni el mejor Joyce hubiera sabido discernir y garbillar para dar rienda suelta a las páginas de un monólogo monumental, y de pronto se fija en mí un vocablo, tejemaneje, y me distrae de todo lo que me ocupa y solo atiendo al hechizo neto de su inesperado protagonismo. Sustantivo nacido de un cruce legítimo entre el verbo tejer y el verbo manejar, me maravilla que una sola palabra acierte a decir y a nombrar tanto y tan bien aquella realidad para la que fue designada, así en lo semántico como en lo fonético. La pronuncio varias veces, la paladeo como si la estuviera degustando, y lentamente se me revela su destino de onomatopeya virtual -se me permitirá expresarlo así-, su soberana contundencia. Tejemaneje: mucho más de lo que opina la simpleza bienintencionada de cualquier diccionario.
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