Ayer se presentó en la taberna un tipo con galones de marino y anunció a bombo y platillo que buscaba hombres para una expedición a las Indias. El viaje es idea de un almirante italiano y, según dijo, lo financia la reina Isabel de Castilla, así que no nos faltará de nada, podemos estar tranquilos. Luego pagó una ronda de cerveza y se despidió de nosotros recordando que hoy se cierra el plazo para alistarnos. La verdad es que yo aquí no tengo mucho que hacer, nada me ata a este lugar, soy joven y fuerte y me tienta la aventura. Y a eso he venido, a que me apunten. Zarpamos la semana que viene. Mi nombre es...
He llegado a clase con la idea de continuar con el programa -ejercicios sobre los complementos del verbo y ortografía de la x-, pero, después de pasar lista y constatar que ya es viernes en los rostros vencidos de los alumnos, el menos tímido del grupo ha sugerido escribir alguno de esos relatos que a veces les propongo, a bote pronto, para propiciar el estímulo de las palabras y para que, de paso, den rienda suelta a su imaginación. Tampoco esta vez he sabido negarme, y se me ha ocurrido improvisarles el párrafo de arriba, que han tomado al dictado en sus libretas y que ahora tendrán que desgranarlo y completarlo hasta donde su ilimitada fantasía les permita. Ahí cabe una novela, les he dicho, pero de momento bastará con una cara de folio o con un folio y medio. Inmediatamente se han aplicado a la labor, repitiendo esos gestos clásicos que pautan el misterio de la inspiración creadora, como abducidos por la llamada de un dios generoso. No me cabe duda de que los complementos del verbo y la ortografía de la x sabrán esperar su hora.
viernes, 14 de marzo de 2014
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