lunes, 28 de abril de 2014
LISA SIMPSON
Hace poco, entre
cucharada y cucharada, en un capítulo restituido de Los Simpson, los personajes de la serie se sumergieron en el
delicado asunto de la enseñanza de la religión –de cualquier religión– en las
escuelas públicas de un país que se dice democrático y aboga por la libertad de
credos; y una vez más el contrastado talento de los guionistas tensó el
hilo y resolvió la causa de modo irreprochable, sirviéndose apenas de esa virtud que hasta no
ha mucho entendíamos por sentido común. Se manifestaron dos posturas
universales, antagónicas –la Evolucionista y la Creacionista–, y en el seno del
debate la una llevó a la otra ante un tribunal de justicia tan patético como
verosímil. Salvando esos pormenores hipercríticos que oscilan entre el
humorismo y el cinismo y que suelen garantizar el tono y la empatía del
espectador fiel, recuerdo que al final, dirigiéndose educadamente a su educadísimo y devotísimo vecinito Ned
Flanders, la incansable Lisa Simpson –remedo de una Mafalda que la contracultura anglosajona ha
adoptado como propia– le replica muy digna, con estas o con similares palabras:
"Respeto tu fe porque sé que es muy importante para ti; pero lo mismo que en tu iglesia
no se tolera la palabra de un científico, tampoco la escuela pública debe admitir los argumentos
de esa religión tuya". Y se marchan juntos a merendar.
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