El día de sus cuarenta y nueve años en el mundo de los vivos, Josemari (o Chema, según para quién) ejecutó tres decisiones que, pasado el tiempo y sus mudanzas, hoy podrá él (y podemos autorizadamente nosotros) catalogar de trascendentales: dio un portazo reversible en las santas narices de su esposa; buscó un cuarto de hotel con cama doble, en principio para una sola noche, pero dejando abierta la opción de alguna más; y, por último, con la ayuda de dos espejitos y de unas pinzas adquiridas ex profeso en una peluquería unisex, se depiló el ano desde el comienzo de la rabadilla hasta la caída de los huevos (técnicamente el escroto), destreza inaudita en la que invirtió cien minutos de su hermoso día de aniversario. A media tarde bajó al hall, pidió prensa, brincó por las páginas hasta divisar la de anuncios clasificados / columna de servicios / sección relax, y subrayó los dos teléfonos cuyos soportes textuales respectivos le parecieron más sugerentes. A las ocho y un minuto lo llamaron para consultarle si dejaban subir a Gabi, que se presentaba como un amigo y preguntaba por su número de habitación. Gabi tocó en la 305 a las ocho y seis minutos, puerta que le fue abierta por Chema casi al instante. Gabi dispensó un hola seco y se acercó a la cama sacándose la camiseta y desgranando de corrido las condiciones: anticipado, activo, griego, sado, doscientos... Fueron éstas y otras del estilo las palabras que luego, al rememorarlo para sí como su primera vez, más le bailarían a Chema en la mente. El tal Gabi tenía un torso proporcionado, juzgó, y mientras se deshacía de los vaqueros y del tanga pudo comprobar más o menos intimidado que sus no menos proporcionados músculos habían crecido en el sudor promiscuo de los gimnasios. Gabi se le arrimó sin tránsito, le abrió el batín, le agarró el pajarito con la mano y lamiole la oreja como si todo él fuera una enorme lengua. Después, sin soltar el miembro rejuvenecido por la presión, lo atrajo a la cama y, tras un primer revolcón, se las ingenió para disponer su cuerpo de cuarenta y nueve años de manera que la crema que dispersó en la zona recién depilada se extinguiera hacia adentro junto a la embestida dulce, pionera, y poco a poco con las sacudidas in crescendo que morían en el contacto gremial de los testículos. A las ocho y veinticinco Chema profirió un gemido de leona y se derrumbó sin aliento, derramando sobre la colcha ajena el semen viudo, mas vigoroso y femenino a un tiempo, de su postergada iniciación. Ante el recelo discreto de la esposa y de sus santas narices, Josemari anduvo con agujetas de jinete durante más de una semana. |
jueves, 29 de mayo de 2008
SU PRIMERA VEZ
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5 comentarios:
Me parece, a la vista de los comentarios, que nos has dejado a todos/as sin palabras. Yo, como no he tenido tiempo de digerirlo, sólo acierto a añadir un adjetivo a este episodio: desgarrador...
Bromas aparte, lo que más me ha gustado es el tratamiento de la doble identidad, el ritmo temporal llevado al minuto y, sobre todo, ese "contacto gremial".
Pues sí, totalmente desgarrador. Yo, además de coincidir con lo dicho por Gustavo, destacaría dos detalles de gran expresividad: la "embestida pionera" y las "agujetas de jinete". No obstante, lo que más me llamó la atención es la sugerencia de que al tal Chema parezca guiarle el despecho, y también su aparente frialdad ante la iniciación a una edad tan tardía. Supongo que en su fuero interno pensaría, y perdonad la vulgaridad de la broma, que nunca es tarde si la picha es larga.
No esperaba que este relato recaudara precisamente bromas, pues coincidiréis conmigo en que, hic et nunc, un desliz de este tipo puede generar fuertes dosis de incorrección política (si nos fijamos bien, cualquier chiste es hoy sexista o es xenófobo, por lo que nos cuidamos mucho de contarlo sólo en ambientes reservados y propicios, o no?).
Yo simplemente he querido hacer un relato erótico desde una perspectiva que resultase novedosa (para mí, claro), basándome, eso sí, en determinados individuos de mediana edad, casados y con hijos, en los que de vez en cuando he advertido una no confesada insatisfacción, o tal vez la deliberada ocultación de sus verdaderos instintos.
De ahí, Orfeo, ese despecho que apuntas (despecho reversible).
Y sí, Gustavo, lo del "contacto gremial" me parece un hallazgo estilístico muy visual, con su elemental dosis transgresora.
Gracias por vuestro aporte respectivo, más allá del "desgarro".
Los partidarios de la corrección política, Pedro, siempre están a la que salta. Hay un refrán antiguo que dice: "al hombre bajito le llamas hermano... y te entiende enano" Pues eso. Verás, en los últimos años he tenido la oportunidad de asistir a esa fiesta colorista que es el día del orgullo gay, pues tengo algún que otro amigo del "gremio", y puedo asegurar que chistes de desgarros hay más de uno y que no se le da más importancia que la que se le daría a un chiste sobre la pérdida de la virginidad anal entre heterosexuales. Pero te digo más: seguro que esos vigilantes de lo políticamente correcto pondrían más de una pega a tu relato por haber correlacionado homosexualidad con prostitución. Allá ellos, ¿no te parece?
Un abrazo
Yo el relato no lo veo, precisamente, erótico. Hay una primera vez para muchas cosas, y esta es una más. El erotismo es otra cosa, más visible en la acción que en las palabras. Lo erótico nunca traspasa ciertos límites. Se trata de un relato, en todo caso, sexual, porque narra una experiencia sexual, pero esa experiencia trasciende a muchos ámbitos.
Amén de otros aciertos, algunos ya reseñados, me ha gustado precisamente tu forma “descarnada”, tragicómica, de contarla; rozando, eso sí, lo pornográfico, tantas veces oscuro y descorazonador..., como la vida misma.
La realidad sí que es pornográfica. La realidad es la que da por culo mil veces al día. ¿De qué lado nos ponemos? ¿A qué y con quién nos atrevemos?
En fin, yo también soy de los que creen que nunca es tarde para aprender a tocar el piano.
Un abrazo.
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