Y lo pensé también anoche, confortablemente echado
en el sofá del salón de casa, mientras mi hijo pequeño dormía su primer sueño y
a mi mujer le resbalaban las lágrimas y ambos mirábamos la pantalla de nuestro
televisor de muchas pulgadas y las imágenes de la inmigración en su versión más
descarnada, decenas y cientos y miles de personas asustadas y anónimas,
desprendidas de todo, hacinadas en una lancha neumática, grabadas en medio del
mar por el equipo del programa Salvados, de La Sexta. “Esto está muy lejos
para todo el mundo”, afirmó un voluntario. “Ese podía haber sido yo”, dijo
otro. Y una mujer de piel morena, sentada en la cubierta del barco amigo,
abrazada a su bebé: “¿Mi historia? Es demasiado larga. Larguísima…”.
Qué digo dimitir: Dios debería pedir perdón por su impericia
de siglos y por los desmanes de sus santos palmeros y por tantos sacrificados
en su nombre y por el cúmulo de distracciones manifiestas y hasta por esa D
mayúscula que atenta contra la ética ortográfica.
3 comentarios:
En medio de la tragedia, los supervivientes, agradecian a Dios, haberles salvado y daban gracias por su grandeza....
¿Y eso qué demuestra?
Para que Dios dimita debería existir primero, y segundo debería tener un cargo. Para los no creyentes Dios -y su contrario-, no son más que dos condiciones del ser humano en sociedad.
Publicar un comentario