Días atrás anoté en mi libreta -mientras esperaba al amigo y el café- una idea que me ronda desde hace años, pero a la que no había
prestado mucha atención hasta que se manifestó como excusa a partir de un poema recitado en clase, poema que
desencadenó un debate con los alumnos y que me obligó a improvisar
algo parecido a esto que anoté en mi libreta, días atrás:
Creer no creo en nada, o eso creo... Mi fe suprema
oscila entre la militancia ateísta y el más puro agnosticismo. No obstante, más
allá de dioses y de azares, de voluntades y de efectos causales, supongo que si en algo creo es en la inercia (sí, y no solo en el plano físico que postuló Newton) como principio rector del
devenir universal. Creo que mi credo está emparentado con la idea clásica de fatalidad, mas no la
fatalidad en tanto que destino escrito a voluntad de las divinidades, sino como corriente de agua que arrastra la
existencia de todos y de todo con una fuerza natural e irreprimible, intrínseca. O eso creo...
miércoles, 5 de junio de 2013
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