Me da algo de pudor admitirlo: no he leído casi nada de José Luis Sampedro; apenas -y fue porque en otra vida se me impusieron difusas razones investigadoras- una novela que lleva por título El amante lesbiano y de la que no conservo ningún recuerdo definido, ningún apunte ni ficha de lectura a los que pueda recurrir hoy para darle un toque de dignidad a mi ignorancia. Conocía su historial bibliográfico, su tardío asalto al ruedo literario, el respeto y el prestigio que suscitaba en el circuito de la intelectualidad española, pero por uno u otro azar mis manos nunca han llegado a sus libros y tampoco sus libros han llegado a mis manos. También tenía noticia de su compromiso con las causas perdidas y de su actitud verbalmente combativa frente a los desmanes y las injusticias que nos viene deparando la actualidad más cerril. Anoche volví a verlo en la entrevista que concedió hace un año escaso a un programa de televisión y me volvió a sorprender la lucidez que manaba desde la atalaya incontestable de sus noventa y cinco años bien vividos, me regocijé con la serenidad de sus convicciones y me identifiqué aún más, si cabe, con la agudeza crítica de su discurso, con la clarividencia de diagnóstico y de análisis en estos tiempos de creciente indignación ciudadana.
Se nos fue Ernesto Sábato, lo siguió después José Saramago y se acaba de marchar sin aspavientos, en silencio, José Luis Sampedro, nombres y hombres cuya autoridad moral residía no solo en su larga trayectoria y experiencia, sino en su ejemplo, referentes insustituibles de aquella antigua conciencia humanística -vale añadir, humanitaria- que se desmorona día a día, que nos abruma informativo a informativo, y con ella ese mundo posible que alguna vez soñamos para disfrutar en armonía con nuestros nietos.
lunes, 15 de abril de 2013
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3 comentarios:
Si, debería uno tener un mayor rigor intelectual y menos pereza, pero también es cierto que José Luis Sanpedro se convirtió por su personalidad y por su trabajo en un personaje mediático, y de ahí, claro, supimos de su obra. Cuántas obra literarias magníficas nos habremos perdido por no haber sabido de ellas o de sus autores a tiempo.
Y por otro lado, creo que la obra es una cosa -una vida-, y otra su autor. Es decir, no son cosas que necesariamente viajen juntas y de la mano. Por ejemplo: la prosa vivísima y musical del fascista D'annunzio...
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/sampedro/miradas.htm
Lo mismo me pasa a mí, Pedro. No lo leí apenas, sin embargo lo respetaba como fuente de sabiduría. Él y Saramago (del que si era asidua lectora)eran como uno de los seres mayores de la familia, que echan luz, clarifican los entuertos. Siempre habrá gentes soñadoras y héroes humanos, humildes, que vivan pensando en el bien común y sobre todo en el de las personas más vulnerables. Salud en esta primavera tropical.
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