Hace nueve años, en días como estos, se me ocurrió abrir una página pública en Internet, de acceso inmediato a cualquier lector, e ir depositando en ella mis cuitas y quimeras, algunas memorias y demasiados olvidos, artículos que no alcanzaban a la prensa de papel, vagos ejercicios de autoafirmación, ciertos versos de vocación transitoria, aparte de esas pequeñas o grandes ocurrencias que puntean el discurso cotidiano y que comúnmente se desintegran en el limbo de lo que pudo o podría, aún, llegar a ser.
Hoy ya no soy aquel; tampoco mis circunstancias lo son. La propia vida y sus azares incontables se han ocupado de traerme y de llevarme por caminos que nunca sospeché, casi en volandas, unas veces a mi pesar y otras con la golosa obstinación del capricho o del deseo. De manera que esta ventana abierta y los textos que en ella se han ido quedando recaudan el itinerario más certero, el caudal de saltos, recodos, lagunas, remansos e inercias que anudaron esos años míos que van del cuarenta y uno al cuarenta y nueve, casi al cincuenta.
Aquí acaba un ciclo y tal vez empieza otro que no quiere parecérsele, que casi reniega de él con la insolencia del vástago, que se sabe o se presume de otra estirpe, que sueña no obstante con alguna ráfaga de luz entre la niebla de los días venideros.
Que así sea.
martes, 27 de diciembre de 2016
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2 comentarios:
Gracias Pedro, muchas gracias por habernos contado el mundo.
Ha sido (sigue siendo) un placer leerte.
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