El título -Encuentro intergeneracional de poesía muy actual-, formulado como subrepticio titular en una esquinita de la sección de sociedad/cultura de cualquiera de esos rotativos-satélite que malviven en provincias, anticipa sin margen al engaño el dominio crítico y la dimensión irónica de los contenidos que se avecinan en formato versal (la mala prosa se disimula mejor cuando se disfraza de verso). Por qué choca tanto el compuesto "intergeneracional" es extremo que ignoro, pues significa sólo lo que significa y poco más, salvo que no negaré que no le falta intención más allá de la evidencia de que todos los encuentros de esta especie (y de la otra que de ella se beneficia) admiten a la jovencita y al jubilado, a la jubilada y al jovencito, y también el arco sucesivo de las edades medias. Lo que a mí me lleva a recelar de la poesía "muy actual", de la poesía que hoy por hoy consagra a los veinteañeros y treintañeros (y a sus femeninos respectivos) que gozan la reseña esporádica en los suplementos de Madrid, es que sea burdo eco de la misma que marcó tendencia dominante hace casi cuatro décadas, si no más, de modo que sus adalides perseveran en un espacio lírico que a mí, y empiezo a pensar que sólo a mí, se me antoja repetitivo y autosatisfecho y encantado de haberse conocido, amén de sectario, cortado en el patrón del prosaísmo profesoral que nos invade, ahora también imbuido de esas pajas mentales que calientan la oreja a los vates octogenarios que presiden los concursos y a los editores todopoderosos que meten la mano en las arcas de los organismos que los convocan y a los reseñistas bienamados que seleccionan el producto según un arduo proceso de filtrado cuyos altos principios ético-estéticos sería enojoso discernir aquí. Que cada cual escriba como le dé la gana y que cada cual se quede con lo que más le guste, claro que sí, Sebas, en eso estamos de acuerdo; pero a mi temperamento le sublevan los discursos arbitrarios cuando se hacen oír desde el turbio pedestal de los favores a cuenta, y mi idea romántica del compromiso artístico tampoco transige con las consagraciones mediáticas oportunistas ni con el dañino oscurantismo de los vetos personales ni con otras mezquindades notorias -haylas, haylas- que nunca entendieron de honestidad ni de rigor crítico ni de la verdad sin trampa de la belleza hecha arte, y a todo esto sólo lo puedo llamar injusticia, y esta injusticia toca la fibra más sensible de quienes empeñamos nuestra vida en esto, por eso mi temperamento se rebela y se echa a pensar que el mundo, verosímilmente, también en esta república fajardina, hubiera podido ser mejor. Así que, de tarde en tarde, en soledad conmigo, me doy el intimísimo gusto del desahogo incisivo que no irá a ninguna parte, claro que no, uno atisba dónde acaba la cerca de la decepción y dónde empieza la del resentimiento: si este artefacto fuese un poema stricto sensu, lo hubiera puesto en el índice de cualquiera de los dos libros y medio que, inéditos a fuer de perezosos, guardo por ahí a la espera de un milagro que los redima, y a mí con ellos. Dije "intergeneracional" donde otros hubieran optado por "interprovincial" o cosa de gemelo atrezzo, rimbombancia sin más, y ahora que lo escribo veo que sería incluso más efectivo para saciar el arrebato de mis vísceras patentar esta repentina bagatela como un Reencuentro interprovinciano de bardos y de bardas, actualísimos ambos y todas y todos, herederos legítimos de la pléyade novísima que aún, en noches como ésta, recita en las cajas de ahorro y en los panteones universitarios sus glorificados polvos, aquellos polvos, con acento histriónico y destellos de la anacronía más severa, pues ya sonaban a desfase e impostura en el fragor de la lozanía de la musa. El adjetivo "actual" siempre es sospechoso, por no decir paradójico, cuando se asocia a una parcela del arte, porque si de algo han de presumir el gran arte (¿hay otro?) y la gran poesía (¿hay otra?) es de su virtud atemporal, o de ese sello de extemporaneidad combativa que no elude el compromiso con la verdad circundante, de su existencia innegociable y discreta y al margen de las modas orquestadas con fines nada dudosos. Y de ahí el título, vaya. (Continuará) |
viernes, 7 de noviembre de 2008
A INÚTIL MODO DE DEFENSA INÚTIL (II)
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3 comentarios:
Tienes razón en todo, Pedro. Pero es que creo, repito, que es una realidad muy consabida. El sectarismo, el oportunismo, el oscurantismo, el autobombo, la mezquindad, la arbitrariedad, siempre han estado ahí, efectivamente.
Mi "idea romántica del compromiso artístico" me impele a compartir, a comunicarme, a procurar ir siempre con el corazón en la mano y a no creerme más que los demás. Que otros vayan dando el cante con sus máscaras; es decir: que se desenmascaren a sí mismos. No creo que despotricar en exceso contra ellos sea el mejor camino.
Estoy en una edad en la que ya no exijo nada. No es conformismo. Es estrategia. Mi tiempo se agota y no quiero perderlo con vanas esperanzas ni resentimientos que pueden llegar a ser perjudiciales. Creo en lo que hago. Y punto. Si se nos cierran caminos, habrá que abrir otros nuevos. Ése es el reto. ¿Qué son, si no, estos retales?
Hace mil años (a principios de los 70), un amigo de juventud (José María Cánovas, alias “El Chiqui”) acuñó una frase memorable, muy gráfica y muy propia de la época: “Si no tienes dinero, date un martillazo en la cabeza y rompe la hucha de tus ideas”.
Y acabo de recordar otra... En un capítulo de Los Simpson, Marge, tras subir meteóricamente a la cima con un negocio de galletas y caer en picado por culpa de la competencia desleal y las envidias, les decía a sus hijos:
"Apuntad bajo..., tan bajo, que a nadie le importe que triunféis."
Así que, yo, a escribir mis galletas y a comerme, si hace falta, uno a uno todos mis poemas.
Caramba, nunca un mal poema generó tanta palabrería, empiezo a pensar (como tú, Sebas) que no tan inútil como quería el título. Después de varias decenas de poemas distribuidas en los cuatro libros que publiqué, más alguna decena más si voy sumando publicaciones dispersas, llega este artefacto-bagatela y se lleva el protagonismo desmesurado y a todas luces injusto. Así debe funcionar el milagro estratégico de los best seller.
Llevas tú también mucha razón en tu desapego, Sebas, nos separan unos pocos años y seguramente eso cuenta. Tampoco he despotricado en exceso contra nadie, ni en un medio que alcance gran repercusión (aparte, yo no soy nadie): sólo forjé una pirueta y la colgué donde tenía mano, un retal de mi alforja, sin más. La frase de El Chiqui es realmente memorable, y la de Marge también, cómo no, me declaro seguidor acérrimo de ese fenómeno sociológico sin parangón que es la familia Simpson.
Y no te esfuerces más, que no vale la pena.
Salud!
(Por cierto, acabo de caer en la cuenta de que el histórico primer negro presidente norteamericano tomará posesión el día de tu santo y de mi cumple, y puesto que él estará muy ocupado, podríamos excusarlo y tomarnos nosotros algo... con quien se apunte).
Esa toma de posesión habrá que celebrarla, desde luego. Y, a ser posible, escuchando jazz.
Respecto a Barack Obama, me disponía en este momento precisamente a terminar de colgar en mi otro blog, Sopa de Hielo, un divertimento, un rudimentario audiovisual que confeccioné con noticias y fotografías de prensa el día 3, es decir, un día antes de las elecciones presidenciales norteamericanas.
Al margen de todo te confieso que, en cuanto me enteré de su triunfo, los primeros en quienes pensé fueron esos músicos de jazz que tanta, tanta vida le han dado a mi vida..., Louis Armstrong, Duke Ellington, Charles Mingus, John Coltrane, Eric Dolphy, Ella Fitzgerald..., y en lo que sentirían hoy si vivieran todavía. No darían crédito. Siento la obligación moral no sólo de pensar en ellos, sino de ponerme en su lugar.
Mira qué palabreja tengo que verificar para publicar este comentario: zingones.
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