"como las huellas de las gaviotas en las playas"
Pablo Neruda
Pablo Neruda
Si se admite que la sintaxis es una facultad del alma -como escribió, creo, Paul Valèry-, me pregunto si habrá vida más allá del análisis y la disección de una oración subordinada adverbial impropia final. Me lo pregunto ahora que volvemos a las aulas y que los profesores de lengua y literatura de ESO y de Bachillerato revisan las programaciones obsoletas de sus departamentos y se replantean objetivos e índices porcentuales para asediar a la nueva hornada de adolescentes que ya merodean por los centros escolares. Y me pregunto si no habré caído yo también en la trampa de los años -ya son más de tres lustros- y si habré extraviado la perspectiva de lo que significa el privilegio de transmitir lo poco que uno sabe y lo poco que uno es a quienes te miran con ojos incrédulos desde la inmediatez de su pupitre. Observo que algo tan simple y tan hermoso como la lengua española y la literatura que la dignifica se va reduciendo paulatinamente, para muchos de mis colegas, para demasiados de mis colegas, a un erial metódico donde arrojar la jerga de su frustración a modo de complementos directos e indirectos y de anáforas e hipérboles y de otras bendiciones con que justificar el horizonte satisfecho de su saber. Ya quedan pocos que den a probar aquel soneto de Garcilaso o que degusten sin aspavientos una página del Quijote. Así, los alumnos más aventajados de las próximas generaciones -los otros ya han dibujado su bostezo sin fin- harán análisis sintácticos como quien resuelve crucigramas sobre una toalla en la arena, sin apreciar el rumor del mar en un poema de Neruda.